domingo, 31 de mayo de 2009

Hechizo general: transfiguración

Desde hace ya varios años estoy escribiendo historias fantásticas relacionadas todas entre sí. El primer personaje que creé para mis historias no es el principal, pero es el protagonista del texto del que extraigo la siguiente cita. Haré una pequeña introducción:

Los Creadores, según mis historias, son dos: Déidos y Démono, que, a diferencia de lo que sus nombres sugieren, no son enemigos, sino algo así como compañeros de trabajo. Cada uno de ellos tuvo dos hijos: Leókiro y Tígreza, hijos de Déidos, y Kajaéta y Jenáeta, hijos de Démono. A Kajaéta le fue asignada una misión especial diferente a la de los otros tres, pero antes de comenzar a cumplirla tenía que obtener gran habilidad con el manejo de la hechicería, y debía superar unas pruebas para conseguir, poco a poco, los hechizos generales que le harían un hechicero. Este fragmento cuenta la prueba final para conseguir el hechizo general de transfiguración: la capacidad de alterar las formas de los cuerpos físicos. Disfrutadlo.
La prueba final incluía arriesgar mi existencia como corpóreo: Así como mi padre y Déidos habían cambiado sus cuerpos sin alterar sus organismos, yo tendría que hacer lo mismo con el mío. Leókiro y mi hermana ya lo habían hecho de forma exitosa. Tígreza lo había hecho muchas veces, tantas que nunca he sabido ni cómo era inicialmente ni cómo es en su forma ideal. Mi forma ya la tengo decidida. Mis ojos cambiarán del ordinario marrón a un azul oscuro como de mar en tormenta. Mi pelaje será denso y negro, y el animal con el que se me confundirá será el coyote. Un animal hermoso, ajeno al mundo al que estamos más acostumbrados y venerado en el otro. Y negro porque no existen coyotes negros, y porque mi elemento es el fuego y el de mi hermana la oscuridad, y así como ella es hiena roja de fuego yo seré coyote negro de oscuridad, para ser su complemento. 
Ya he dedicado tres días enteros a estudiar mi cuerpo y me considero listo para tener una forma distinta. Temelekók, el gavilán, ha notado que estoy listo, y los tres se acercan para ver mi cambio. Y he aquí la forma como Xaráid, el halcón, describió lo que vio suceder en mí: 
«Para evitar el contacto con cualquier superficie que pudiera fusionarse con su cuerpo durante la transformación, Kajaéta, hijo de Démono, desnudo completamente, hizo flotar su cuerpo a poca distancia de la superficie de la isla flotante oriental de Fíote y aisló el aire que le permitía respirar, quedando suspendido en el vacío. Extendió sus brazos hacia lo alto y cuidadosamente, pero rápido, observando, hizo que los delgados vellos que le cubrían engrosaran y crecieran, de color negro, hasta cubrir completamente la tonalidad de su piel, y sus uñas endurecieron y crecieron tomando un color pálido confundible con las falsas nubes tras de él. Prosiguió con sus piernas, que tuvieron el mismo comportamiento en su pelaje, y el mismo en las uñas, pero se atrevió a cambiar la figura de sus pies, estirando la piel con el dolor que se notó en su gesto, hasta quedar obligado a caminar sobre las puntas, como si fuera un lobo, y a lucir unos dedos gruesos, acomodados para un perfecto equilibrio. Y el resto de su cuerpo quedó también cubierto de pelaje negro. Estiró también la piel de su rostro y debió haber dolor similar, pero un gesto que lo mostrase echaría todo a perder; sus orejas quedaron puntiagudas con una extensión falsa de piel creada, y su boca, un poco estirada hacia adelante, fue terminada con más carne falsa, los dientes acomodados y la lengua alargada y aplanada, para formar un hocico largo, que desmintió al lobo, y mostró un coyote. Su iris, de adentro hacia afuera, se puso como cuerpo de ballena. Un enorme collar de pelo negro le circundó la garganta sostenido en los hombros para terminar su aspecto animal. Se dejó caer, y una vez en el suelo, en la posición que sus nuevos pies le obligaban a adoptar, y después de tomar un respiro profundo, con un solo pensamiento cambió el tono negro de su pelaje convirtiéndolo en gris únicamente en las manos y en los pies, como vistiendo guantes largos y botas largas, terminados en dos puntas largas y dos puntas cortas, y el mismo diseño atribuyó a su abdomen y a la parte baja de su espalda, por el pubis, hasta el perineo, y de gris también volvió la franja de su nariz hacia su frente y toda la cabellera castaña y larga que llevaba desde antes de cambiar. Cuando levantó el rostro sus ojos azul oscuro se hicieron notar más, comunicando con la mirada lo que yo pensé todo el tiempo. Fue una transformación perfecta. El acto final fue un fortísimo grito que ahogaba los dolores que retuvo ejecutando su hechizo.»
Y fue así como Kajaéta, hijo de Démono, alteró su cuerpo, superando la prueba. Prosiguió viajando por el Paraíso en búsqueda de los demás hechizos, y lo que sucedió después sólo lo sabemos mis personajes y yo, y lo sabrá quien conmigo quiera averiguarlo.

La siguiente entrada será anterior. Mostraré un fragmento, el primer fragmento, del Jen Aküan o El surgir del equilibrio. Se trata, precisamente, del libro de la creación en estas historias: como la Biblia para el cristianismo o el Corán para el islamismo.