martes, 31 de marzo de 2020

Numéro

[Sí, el artículo es sobre numerología. No, no me he convertido al esoterismo ni a ninguna de sus formas. Quiero utilizar una crítica a esa creencia como excusa para transmitir dos conceptos muy importantes en la comprensión del mundo. Estén o no los números a vuestro favor, adelante.]

No, el título no está mal escrito. Está en francés. En francés existen dos palabras diferentes, nombre y numéro, para sendos conceptos que en español reciben el mismo nombre: número. (El esperanto, sabiamente, acogió esa idea y tiene nombro y numero.) Esto podría llegar a servir como argumento a favor del Principio de Relatividad Lingüística, que afirma que, en mayor o menor medida, nuestra lengua materna es un factor determinante de nuestro comportamiento: no sé si acierte, pero se me ocurre que, por esa distinción, una persona de habla francesa es menos susceptible de creer en esa tremenda pendejada llamada numerología.

Estaba viendo un video que sacó Rocío Vidal, La Gata de Schrödinger, criticando la numerología. Su conclusión es la necesaria y está muy bien presentada: estas cosas sirven más bien como excusa para no ser mejor, para decir «disculpa si te ofendí, es que soy Tauro» o «me tienes que aguantar así impaciente porque soy 8». Algunos seguidores de esas corrientes dirán que no, que se trata de bases y siempre se puede mejorar, así que por ahí no va tanto la cosa. Creo que Rocío se dejó por fuera algunos conceptos que vale la pena discutir, algunos de los que explican por qué esa palabrería es absolutamente absurda. Creo que hay dos conceptos muy importantes que, bien entendidos (incluso entendidos a medias), facultan para no dejarse engatusar por supersticiones de ese estilo. Y siento que también son importantes para la gente seria, la que no es susceptible de caer en tozudeces como esas, porque son conceptos que ayudan a abrir la mente un poco más.

Vamos con la premisa: cosas tan aleatorias como tu fecha de nacimiento, tu número de identificación o el código de barras de tu desayuno del martes influyen de modo fundamental en tu personalidad y en tu futuro. Toma tu fecha de nacimiento, suma sus dígitos y repite el proceso hasta que quede un solo dígito; ese es tu número, y dice quién eres. Según la compatibilidad de tu número con los de los demás, y el de identificación, y el del desayuno, las cosas te serán favorables o adversas. (No sé, a mí me suena como si hubiera gente que te analiza según cómo estaban posicionados los astros cuando naciste, o algo sí.) Aquí hay dos errores conceptuales gigantescos.

Volvamos al francés. La palabra nombre se utiliza para hablar de los números como representantes de cantidad«un gran número de personas llegó al evento»«dicen que son 343, pero a mí me parece un número muy grande». La palabra numéro se usa para hablar de los números como códigos«el número marcado se encuentra ocupado»«digite aquí su número de cédula». Es una distinción fundamental. El número de cédula o el número telefónico no son realmente números, son códigos; podrían conformarse con cualquier otro conjunto de símbolos, como estos
♈♉♊♋♌♍♎♏♐♑♒♓,
o estos
☿ ♀ ♂ ♃ ♄ ♅ ♆,
o estos
A B C D E ...,
que se usan en muchos casos. Es como el sudoku, que podría hacerse con otros símbolos y la dinámica sería la misma. Lo que lo hace matemático es la búsqueda de patrones, simetrías, contradicciones. Esto da para una nota al margen sobre algo que merece artículo propio, y eventualmente lo tendrá. Soy matemático, y me tomo muy en serio la labor de enseñar al mundo que las matemáticas no se tratan de números. El objeto de estudio de las matemáticas son los sistemas formales, es decir, los conjuntos de cosas abstractas que cumplen reglas fijas; el matemático identifica, supone o decide las reglas, y estudia sus consecuencias. Y, sí, los números son un sistema formal, pero no son el único, ni de lejos; lo que pasa es que son casi la única matemática que le enseñan a todo el mundo.

Ese es, entonces, el primer error conceptual: realizar operaciones numéricas con símbolos crudos; ese 7 en el que acaba mi cédula tiene el mismo valor numérico que la A por la que comienza mi "número" de pasaporte, o el asterisco que alguien puede poner en su contraseña de correo. La operación es tan arbitraria como multiplicar entre sí los valores numéricos correspondientes a la posición en el alfabeto de las letras de tu nombre, o hallar la razón entre la cantidad de letras de tu apellido y la cantidad de letras del apellido de tu traga.

El segundo problema está en la operación misma. Sumar los dígitos de un número iterativamente hasta obtener un único dígito es un proceso llamado extraer la raíz digital. Un ejemplo:

9 192 631 770 → 45 → 9,

entonces la definición internacional de segundo tiene "personalidad de 9". Algunas personas propusieron en algún momento que podríamos intentar comunicarnos con vida inteligente en otros planetas haciéndoles notar nuestra inteligencia por medio de la emisión de los dígitos consecutivos de π. La gente conocedora del tema saltó de inmediato. ¡Qué idiotez! Serían los dígitos de la expansión decimal de π, que es solo una forma en particular de representar ese número. Otra vida inteligente podría usar otras formas de representar los números, otros sistemas de numeración (es más: otra vida realmente inteligente no usaría un sistema de numeración en base diez). Ahora calcularé la raíz digital del mismo número de arriba de dos maneras diferentes.
  • En base 8:
104 373 066 732 → 52 → 5+2 = 7.
  • En base 12, la mejor:
1 946 716 076 → 4B → 4+B = 13 → 1+3 = 4.

Así, jugando con otras bases de numeración, el "número místico" de la definición internacional de segundo es diferente, y su destino será más favorable o más adverso. La numerología en base 10 limita a nueve tipos de personalidad posibles; en la de ocho hay menos tipos, y en la de doce un par más. ¿Cuál elegir? ¿Cómo asignar características a cada cifra? ¿Y si el sistema no es posicional, si funciona de otra manera, como el de los romanos? La imagen que sigue tiene, alrededor del pentagrama, los números del 1 al 5 escritos, cada uno, en un sistema diferente usado en la actualidad.

Ese es el segundo error conceptual: suponer que el sistema de numeración que utilizamos es el único posible, el que viene por defecto con el universo. En matemáticas hay algunas cosas que se descubren y otras que se construyen intencionalmente; unas que son propias de los objetos matemáticos (como que 17 es primo o que toda circunferencia mide 2π veces su radio) y otras que son consecuencia de nuestras decisiones (como que 17 se representa con dos garabatos o que toda circunferencia se divide en 360 grados). El sistema que utilizamos para representar los números es una decisión nuestra, y hay operaciones que dependen altamente de esa decisión, la raíz digital en primer lugar. Y ni hablemos de que el calendario que usamos para darle un código al instante de nuestro nacimiento también es una invención humana. (No sé, a mí me suena como si hubiera gente que estudia nuestros destinos según los dibujos que vieron en el cielo estrellado los miembros de una cultura en particular, hace milenios.)

Lo que hace la numerología es, entonces, extraer conclusiones de unos códigos sin valor numérico tras aplicarles una operación numérica, y además esa operación no es propia del número ni como cantidad ni como código. ¿Veis que es absurdo?

La ciencia, que también aplica operaciones inventadas sobre códigos convenidos, lo hace con dos diferencias: busca que esos códigos y esas operaciones describan el mundo de la manera menos arbitraria posible, y, sobre todo, sabe que puede equivocarse en cualquier momento e incluso busca equivocarse para poder mejorar.

Claro, no escribo esto para darle pantalla a la numerología, ni a ninguna otra forma de superstición. Lo hago sobre todo como excusa para enseñar conceptos que creo que toda persona debería conocer para entender mejor el mundo, abrirse a más posibilidades y no dejarse engañar.

Incluso en medio del encierro y el aislamiento en que nos tiene esta pandemia, hay que mantener la cordura. Al menos a cierto nivel. Y mantenerse activo. Y descansar. Dormid bien, y soñad con un sudoku de estrellas y corazones.