domingo, 30 de agosto de 2009

Cláusula de la verdad

El suscrito, Adrián Martínez París, en uso de su libertad como usuario de la red de computadores para publicar sus creaciones, y considerando que se divierte de lo lindo haciéndolo, procede a presentar su nueva entrada:

A la moda de la época

 
La Universidad Nacional de Colombia es famosa porque se dice que es la mejor universidad del país; lo es también porque es la más grande del país; porque es la primera universidad de Colombia en investigación; porque es la principal universidad pública del país; porque muchas de las otras universidades se llenan con los que no pasaron el examen de admisión de ésta (ups); porque yo estudio ahí (está bien, eso no);… También es famosa porque las revueltas estudiantiles son frecuentes en ella. (Siendo consecuente con el tema principal de este artículo –al que convergeré, como siempre, después de varios párrafos introductorios– aclaro que lo que digo a continuación son cosas que me han dicho y no puedo corroborar, pero que me inclino a creer.) La mayor parte de esas revueltas son organizadas por miembros de grupos ilegales, armados, como las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) o el ELN (Ejército de Liberación Nacional), que se infiltran a la Universidad como estudiantes y se encargan de reclutar gente y, precisamente, de armar revueltas, no sé ya para qué: ahora hacen una especie de ritual religioso en la plaza central con coreografía y máscaras de tela, gritando arengas, y hacen estallar unas cosas que suenan duro y estorban en clase pero ya a nadie le importa y todos seguimos como si de la caída de un bolígrafo se hubiese tratado. Eso ahora. Antes, cuando el espacio y las rejas lo permitían, iban a las entradas principales y lanzaban piedras (rocas, por si algún geólogo leyere) hacia afuera, lo que, según me explicaron alguna vez, es un gesto de protesta sin intenciones de golpear a alguien; esa inocencia se pierde cuando llega la policía. Yo me gradué del colegio de la Universidad Nacional, y claro, no por ello ha de estar lleno de estudiantes maravillosos; hay quienes se meten de curiosos –de sapos, qué carajo– a tirar piedras, y algunos son gente del colegio tan idiota que se encapucha con el saco del uniforme.

Por culpa de estudiantes como ésos, que se encargan de armar líos, y no de estudiantes como yo, que llevamos sanamente cerca de quince años ahí metidos, la reforma académica hecha el año pasado en la Universidad Nacional de Colombia tiene entre sus objetivos el de dificultar que un estudiante se mantenga por mucho tiempo en la Universidad. Yo me leí por completo los documentos principales de la reforma, pero ahorita no recuerdo mucho, sólo lo que ya dije y que tengo un PAPA como para pintarle carita feliz a una bolsa de papel; sí, no soy de los mejores estudiantes, pero me mantengo y eso está una delicia. (Para los que no manejan la cuestión, con la aprobación de la reforma académica se introdujo el concepto de Promedio Aritmético Ponderado Acumulado, que es exactamente lo que dice salvo que no sé qué carajo significa “ponderado”; ya mismo abro Moliner.)

Terrasaurio BorradorLos dibujitos son míos, viejitos, en cuaderno. Cuando estaba de moda Pokémon, hace como ocho años cuando yo tenía diez u once, me puse a inventar mis  propios monstruitos, mis propios escenarios y mi propia historia: el protagonista era Tak, un muchacho con un peinado de lado muy curioso, el antagonista era Prácer, casi calvo, y, por ejemplo, el primer poquemón (me permitiré usar el españolismo) de Tak fue Ozáru, personaje que ahora adapté a mis historias fantásticas como uno de los cofundadores de una ciudadela en el Paraíso; el primer poquemón que Tak atrapó fue Zamária, adaptado de la misma manera que Ozáru, y hasta inventé una película que dibujé por cuadros en un rollo largo y delgado de papel periódico. Salió la revista Pokémon y me puse a hacer mi propia revista; inventé elementos (barro, luz, vapor, magia,…); hice rompecabezas con escenas de mi historia; inventé cosas como el poquedisco o la transbola, que son poquebolas especiales,… Así hice con varias cosas: saqué Los Fuego, mi copia de los Power Rangers; Miko, mi copia de Crash Bandicoot; Rayo Eléctrico, un súper héroe que inventé a partir de un muñeco de Robin; Battle Mosters, cuando salió Digimon para no quedarme sin mis monstruitos distintos;… Ésos y otros los he estado metiendo ingeniosamente en mis historias fantásticas: los Battle Monsters, por ejemplo, entran con el Conjuro de los Antropomorfos; los héroes, que no son pocos (Mazo, Cobra, Bala Naranja, Gigante,…) entran como almas especiales. Y ya me cansé de poner puntos suspensivos. Ah, e inventé Magister Fascinatii, un juego de cartas muy bueno, impulsado, por supuesto, por Magic y Yu-Gi-Oh!; aún tengo por acá el documento con las reglas, sólo no hay cartas.

Ahora, cuando en la universidad estuvo de moda la mencionada reforma, a mí me dio por ponerme de jurista aficionado y oficialicé para mí unas normas que ya tenía puestas en mi vida. La primera que redacté fue la Cláusula de la verdad, para la cual fue hecha esta entrada. Lo citado en ella es cierto. La muestro especialmente porque escribiendo otro artículo para el blog necesité mencionarla y me pareció prudente y divertido hacerla pública antes para poder enlazar, y así no citarla completa en el otro texto, recargándolo. Para darle cierto aire de validez internacional, la resolución está escrita en esperanto; la voy a citar en esperanto y justo después viene la traducción al español. Entendidos en Alfabeto Fonético Internacional serán capaces de pronunciar la versión original siguiendo el enlace de la palabra “esperanto” arriba, aunque no entiendan eĉ terpomo [ni papa].
 

Klaŭzo de la vero

Li, Adrián Martínez París, portanta de la landa cedulo de civitaneco numero XXXXX de Kolombio, laŭ uzo de sia aŭtoritato kiel pensanta homo por atribui al si mem siajn proprajn regulojn, kaj
KONSIDERANTE,
  1. Ke Li difinas “diri mensogon” kiel prononci voĉe oracion referantan al okazaĵo neniam pasinta nek pasanta, sen klarigi, esprimite aŭ ne, pri tio;
  2. Ke Li vivadas, ĝis nun, trankvilan kaj senzorgan vivon;
  3. Ke Li vivas kun ateista familio, kapabla akcepti siajn proprajn erarojn;
  4. Ke Li vidis la problemojn, kiujn aliuloj obtenas per diri mensogojn;
  5. Ke, pro tio anoncita en la unuaj kvar konsiderantoj, Li konkluis, ke diri mensogojn estas nebezonenda por sia vivo, kaj, aliflanke, ne fari ĝin estas favorebla;
  6. Ke la bonfarteco de homo estas pli grava ol tio, kion tiu ĉi dokumento referas;
  7. Ke ignori estas neevitebla;
  8. Ke ŝerci estas parto de la socia vivo;
    REZOLUCIAS

    Artikolo 1. Ne diri mensogojn krom laŭ la sekvaj tri kazoj:
    • a. Kiam Li volus savi iun el malbonaĵo, kies grandeco, laŭ Li, estas multa, kaj la sola formo fari ĝin estas diri mensogon.
    • b. Kiam ĝi rezultus el la ignoreco pri la situacio aŭ la temo.
    • c. Kiam Li ĝin farus por ŝerci kaj la ŝercaĵo ne kaŭzus grandan malbonaĵon, laŭ Li, aŭ la malbonaĵon, kiun ĝi povus kaŭzi, estos bontempe evitita.
    Paragrafo. Kiam la vera informo kontraŭanta malveran informon diritan de Li laŭ la kazo referita en la litero b de tiu ĉi artikolo estos konata de Li, Li devus, dum eblus, korekti tiun informon.
    Artikolo 2. Ankaŭ ne skribi mensogon dum verkado, krom laŭ la samaj kazoj de la Artikolo 1, kiam klarigo pri tio, esprimite aŭ ne, ne estus farita.
    Artikolo 3. Laŭ kazo, kiun Li dirus mensogon for el tiuj, kiujn la escepcioj de la unua artikolo specifas, Li devos sin trudi kaj fari punaĵon, kiun Li konsiderus konvena.
    Artikolo 4. Ĉi tiu rezolucio ricevas la nomon “Klaŭzo de la Vero”, kiel indikiĝas en la titolo.
    Artikolo 5. Ĉi tiu rezolucio derogas ĉiun alian kaj antaŭan kaj postan determinon krom tiun nomigitan “Leĝo Nulo” kaj tiujn, kiuj derogos tiun ĉi venontece, kaj regas ekde la tago unua de la monato januara de la jaro mil-naŭ-cent-naŭ-dek-naŭa post Kristo laŭ la gregoria kalendaro.
    KUMPLIĜU
    Eldonita ĉe Bogoto, Kolombio, je la tago dek-sepa de la monato septembra de la jaro du-mil-oka post Kristo laŭ la gregoria kalendaro.

    Viene mi firma y listo. Ahora en español:
     

    Cláusula de la verdad

    El suscrito, Adrián Martínez París, portador de la cédula nacional de ciudadanía número XXXXX de Colombia, en uso de su autoridad como hombre pensante para atribuirse sus propias reglas, y

    CONSIDERANDO
    1. Que define “decir una mentira” como enunciar en voz alta una oración que refiera un suceso que no sucedió ni está sucediendo, sin hacer aclaración, tácita o no, al respecto;
    2. Que vive, hasta ahora, una vida tranquila con pocas preocupaciones;
    3. Que vive con una familia atea, capaz de aceptar sus propios errores;
    4. Que ha visto los problemas que obtienen los demás por decir mentiras;
    5. Que por lo anunciado en los primeros cuatro considerandos, ha concluido que decir mentiras es innecesario en su vida, y, por otro lado, no hacerlo es favorable;
    6. Que la salud de un ser humano es más importante que lo referido en este documento;
    7. Que ignorar es algo inevitable;
    8. Que bromear forma parte de la vida social;
    RESUELVE
    Artículo 1. No decir mentiras salvo en los siguientes tres casos:
    • a. Cuando quiera salvar a alguien de un perjuicio cuya gravedad, según criterio del suscrito, es alta, y la única forma de hacerlo es decir una mentira.
    • b. Cuando resulte de la ignorancia respecto de la situación o el tema.
    • c. Cuando lo haga para bromear y la broma no cause grave perjuicio, según criterio del suscrito, o el perjuicio que ésta pudiere causar sea evitado a tiempo.
    Parágrafo. Cuando la información verdadera que contrarreste una información falsa dicha por el suscrito en el caso referido en el literal b de este artículo sea conocida por el suscrito, éste deberá, en lo posible, corregir dicha información.
    Artículo 2. Asimismo no escribir mentiras en texto alguno, salvo en los mismos casos del Artículo 1, cuando no haya aclaración, tácita o no, al respecto.
    Artículo 3. En caso de que el suscrito diga una mentira que no esté salvaguardada por las excepciones del Artículo 1, deberá imponerse y realizar un castigo que considere conveniente.
    Artículo 4. Esta resolución recibe el nombre de “Cláusula de la Verdad”, como se indica en su encabezado.
    Artículo 5. Esta resolución deroga toda otra determinación, anterior o posterior, salvo la denominada “Ley Cero”, y las que la deroguen en el futuro, y rige desde el primer día del mes de enero del año mil novecientos noventa y nueve después de Cristo según el calendario gregoriano.
     
    CÚMPLASE

    Dado en Bogotá, Colombia, a los diecisiete días del mes de septiembre de dos mil ocho después de Cristo según el calendario gregoriano.
     

    Papas

     
    El hecho de mencionar “después de Cristo” no es una señal de conversión, sino por el contrario una forma de dejar explícito el año al que me refiero con la cronología que sé manejar, impuesta por el Papa Gregorio XIII en  el año 1582 después de Cristo, según... Es decir, no lo uso por creencia sino porque no me sé otra forma conocida de ordenar el tiempo, y al fin y al cabo es ésta la más común por acá. Seguramente cuando me ponga a leer sobre cronologías orientales o precolombinas haré una entrada al respecto. Ya he leído algo, sobre reformas propuestas para una cronología internacional, como el Calendario Fijo Internacional, que desde mi posición de ateo resulta de maravilla.

    No intento dejar una lección con esto, ya avisé de que es preámbulo para remitir desde otra entrada. Y no soy un tipo extremista, simplemente me tomo en serio mis decisiones, tomé ésa, la formalicé, y me salva la Ley Cero, que presentaré en alguna ocasión y de la que diré por ahora que es algo así como “rompa las reglas que quiera que eso de limitarse no vale la pena”. Un último comentario: así como los Papas Benedicto son reconocidos por conservadores, los Papas Gregorio lo son por reformadores, y por eso cuando me iba a lanzar a la personería de mi colegio quise llamar a mi propuesta Gregorio XVII, que diera la idea de reforma; no me lancé, preferí el consejo estudiantil, pero sí me colé a la Personería a trabajar desde entonces.

    Demasiada información para una entrada de transición, me parece a mí. No recargo más y me voy, por ahora, lamentando mi PAPA, entendiendo más que papa y contando el tiempo como el Papa.
    COMÉNTESE

    Dado en Bogotá, Colombia, a los treinta días del mes de agosto de dos mil nueve después de Cristo según el calendario gregoriano.

    (Firma y sello pendientes, o imaginarios.)

    sábado, 15 de agosto de 2009

    Puertas, ¡abríos!

    Explicar lo que es un imperativo es fácil: “cállate, muere, corred, no habléis, salgamos”. Ya no tan fácil es explicar lo que es un imperativo en tercera persona. ¿Cómo se le ordena a alguien que haga algo tratándole como a un “él” y no como a un “tú”? ¿O a varios que hagan algo tratándoles como “ellos” y no como “vosotros”? Los que nos dedicamos a la matemática lo hacemos todo el tiempo: «Sea f una función de B en los reales tal que…»; no pedimos permiso, sólo «¡Hágase la luz!», and there was light. En inglés sí se pide permiso: «Let f be a function…» (literalmente, «Dejad a f ser una función…») o «Let there be light!» (literalmente, «¡Dejad que haya luz!»); ¿a quién le pide Dios permiso para que haya luz? Obviamente a un ser (o a unos seres) superior a él. Conclusión: en inglés hay por lo menos un ser superior a Dios. (Y yo me salvo del pecado de blasfemia por ser ateo.) Claro, estoy comparando una entidad lingüística con una entidad teológica: es como decir que la felicidad es más inteligente que un jabalí; o cerrándonos a las entidades mencionadas, como decir que un lexema le da órdenes a Visnú. Porque, aclaro, esa figura de «let be» es efectivamente un imperativo en inglés, como «Let us go!» para decir «¡Vamos!»

    SúcuboÍncuboEn esperanto –por poner alguna otra cosa pedagógica al respecto– los imperativos  se forman con la terminación “~u”; usando el mismo ejemplo inicial: “silentu, mortu, kuru, ne parolu, ni eliru”. Cuando comencé a aprender esperanto descubrí que existe una película llamada Incubus (distinta de la Incubus de Jesús Franco, 2002) que se rodó en blanco y negro y en esperanto, con William Shatner (el capitán Kirk de Star Trek) como protagonista, y su temática era del tipo mágico, así que me puse a jugar a que el idioma servía para crear conjuros, y usando imperativos las cosas y las personas hacían caso de lo que se les ordenaba. Voy a dar de paso dos definiciones importantes en la magia: las de íncubo y conjuro, que muchas veces no se conocen. Un íncubo es la excusa perfecta para coartar un embarazo accidental; se trata de un demonio varón que tiene por actividad primordial violar mujeres en las noches y es común que de sus actuaciones resulten embarazos; y para que no digan que sólo los varones poseemos tal lujuria, existe también el súcubo, que es lo mismo pero mujer a varones, succionándoles su energía; claro, los afectados no suelen resultar embarazados, pero sí condenados a una muerte pronta y a la insatisfacción sexual por parte de cualquier otra mujer. La imagen de la izquierda muestra un íncubo, se llama Incubus y es un cuadro de Warren Criswell; la imagen de la derecha muestra un súcubo, y me perdonará el autor pero no sé quién es y asumiré que su obra es de dominio público; lástima porque le quedó bien buena, y la imagen en su totalidad también. Un conjuro es un hechizo que va acompañado de un enunciado, y sólo funciona si se coordinan adecuadamente la ejecución y la pronunciación, según lo especificado para cada caso; es decir, conjuro es la tripla ordenada (H,E,C) con H el hechizo, E el enunciado y C una norma de coordinación entre H y E, que resulta ser a su vez un hechizo sobre ellos; pero valiéndose de una sinécdoque se le puede llamar también conjuro al enunciado solo. Obsérvese que el enunciado puede no estar relacionado en su contenido con el contenido del hechizo y puede incluso no tener sentido, ser una sarta de sonidos ininteligibles. Y por extensión también se le llama conjuro a un hechizo que funciona sólo si va acompañado bien de un canto, o de unos movimientos con el cuerpo, o del trazado de un dibujo, o de una coreografía,…

    Continuando con mis conjuros en esperanto, por ejemplo si decía «Mi flugu laŭ mia volo!» [«¡Vuele yo como yo quiera!»] al ejecutar el hechizo, efectivamente volaba a mi antojo; o si decía «Haltu!» [«¡Detente!»] a alguien, la persona se detenía. Lo usaba sobre todo con imperativos de tercera persona, del tipo «¡Venga a mi mano el marcador!» o «¡Ábrase la puerta!» En esperanto es posible incluso usar imperativos en primera persona, cosa sintácticamente inconcebible en español; el primer ejemplo de este párrafo es una excelente muestra: para decirlo en español es necesario considerarse a sí mismo como una tercera persona y usar ese imperativo. Y de todo esto me voy a quedar con dos cosas: con la «equidad de género» que se genera con el íncubo y el súcubo, que de todas formas tendré que extender con “la íncuba” y “la súcuba”, y especialmente con lo de las puertas: «Malfermiĝu la pordo!»

    Lo que sigue es un texto escrito por Santiago Sepúlveda, un amigo de la universidad que estudia Cine y Televisión y gusta de escribir relatos fantásticos en marcos inicialmente realistas: cosas como una ciudad común y corriente que comienza a hundirse toda en el agua (o en algo que lo parece) y lo que se hunde desaparece para siempre. Hace poco me mostró una de sus creaciones recientes, un texto titulado Se abren las puertas que él calificó de cuento y yo no sé de qué calificar; no voy a decir más sobre él, salvo que hay un momento en el que introduce el juego de la equidad de género y de golpe parece atravesado, pero luego parece regular; es un efecto curioso. El texto me gustó bastante, y en cuanto lo leí pensé en que podría publicarlo aquí; no me dispuse a hacerlo, ni consulté a Santiago, pero al día siguiente él mismo me preguntó si lo publicaría, entonces quedamos de acuerdo en que yo le haría un artículo a su escrito y lo pondría en KREVERK después de dejárselo ver. Así que con su aprobación vino todo lo demás, y ante todos vosotros:

    Se abren las puertas

    Hay que fijarse, a veces, porque por la puerta puede cruzar una calle
    por la calle puede cruzar una puerta, a veces, y hay que fijarse.
    Tristes cerraduras giran sus llaves en cualquier esquina;
    esto les genera un sentimiento de humilde cosquilleo, apenas ríen.
    Juegan a no dejar pasar aves, que presurosas deben torcer su vuelo cuando encuentran que les cierran la puerta en las narices. Juegan a desviar a un caminante distraído, sea cerrándose o abriéndose hacia otro lugar, juguetonas, románticas, atrevidas.
    Se abren las puertas al cielo, al metro, al bosque, al parque donde usted y ella se besaron por primera vez, al bar en que nunca pasó algo que nadie vio ni nadie supo porque usted así lo quiso.
    Desde las ventanas más altas las puertas se ven como rayitas pequeñas, tiernas ellas jugando a la vida, jugando a ser diosas, dioses, las puertas y los puertos si respetamos su feminismo, señorita de Brigard, señorita Schlenker, señorita Lozano.
    Las puertas dicen haber tenido las aventuras más ataviadas y narran al más mínimo mosquito con una grandilocuencia inigualable. Cualquiera diría que hacen carrera de política.
    Señorita de Brigard, siga usted si se atreve por esa puerta, tenga cuidado.
    Las puertas juegan con todo. Señorita Schlenker, sepa usted lo anterior, y téngalo muy en cuenta.
    Señorita Lozano. Usted y yo conocemos la gran dificultad que se presenta al encontrarse con una puerta. Las hay de todo tipo, ¿le molestaría discutirlo por un momento?
    Puertas pequeñas, dignas de Alicia y el conejo.
    Puertas medianas.
    Puertas grandes, las menos serias e interesantes.
    Iglesias, casas, museos. Las puertas saben que lo controlan todo. Así que se dan el lujo de bromear, ya sea con usted o con una paloma descuidada, o con los hombres de las altas ventanas que creen controlarlo todo, pero no, y usted lo sabe, y usted también, y usted. Incluso a veces creo que yo lo sé. Pero las puertas son bromistas y se abren, últimamente lo hemos visto camino a la oficina, a un café o a un lugar de mutuo parloteo coherente, ciertamente incoherente, donde discutimos acerca de a quién abrimos las puertas de nuestros corazones. Qué cinismo. Puertas de humor negro desgraciadas.
    Puertas sinvergüenzas. ¡Me encantaría arrancarles sin piedad el Hale, el Empuje! Disfrutaría morbosamente diseccionar sus cerraduras para que no rían más a costa nuestra.
    Creo que lo he logrado un poco, gracias a usted. A usted también, y a usted... sobre todo a usted.
    Santiago José Sepúlveda Montenegro, puerto.
    El artículo, hasta el final del texto de Santiago, estaba completo hace un par de días, pero como necesitaba el consentimiento del susodicho y no lo había localizado, no había publicado todavía. Ahora está hecha esa última tarea, así que publico dejando dos puertas abiertas: la de los comentarios, siempre bienvenidos y a veces fervorosamente solicitados, y la de Tequia, donde hay textos de éstos, y de esos otros, y de aquéllos… Sí, de esos también.

    viernes, 7 de agosto de 2009

    Os invito a crear

    Mi hermano Manuel se graduó de bachiller el año pasado, y el discurso de grado, escrito y pronunciado por una compañera suya, no estuvo mal. Pero un poco antes, o un poco después, la coordinadora de bienestar pronunció un discursucho de despedida a los graduandos que bien pudo haber sido compuesto de la siguiente manera:
    Maritza Berdugo se encuentra de pie ante un espacio en el que cuelgan más o menos unas sesenta fotografías de estudiantes con birrete. Con ellos como destinatarios, toma de cualquier parte un lugar común, y lo apoya frente a ella; coge otro, y hace lo propio; el siguiente lo pone allí, y el otro acá,… y así sigue, hasta finalmente tener entre treinta y cuarenta lugares comunes distribuidos arbitrariamente en un plano euclidiano (que podría ser el lugar matemático más común). Ahora toma la pita raída y sucia de un trompo que ya no gira (porque los trompos cuando son bien lanzados giran y cuando no sí ruedan), y comienza a atar a ella cada lugar común con un nudo que de marinero tiene lo que la pita de nueva, y sin darle mayor importancia al orden del proceso. Finalmente, tensa un poco la pita, produciendo un aparente orden lineal de los lugares comunes. Eso fue el discurso. Incluso pudo haber sido algo como coger todos esos lugares comunes, amontonarlos dentro de una bolsa negra y sacarlos uno por uno mientras se habla… En fin, una cosa terrible.
    Y es que es posible hacer buenas cosas con lugares comunes, o con pitas raídas… Es cuestión de pensar en lo que se quiere decir; en lo que se le quiere dejar a la gente como mensaje, y un simple “Que os vaya bien en el futuro.” desde hace mucho tiempo ya no sirve. Un “Os recordaremos por siempre.” no sólo es hueco sino falso. Hay que usar cuerdas finas, o disponer las ideas estéticamente en un espacio adaptado para ellas,… Maritza Berdugo, lo aclaro, me agrada mucho, y guárdela el Registrador Nacional en buenas fichas, que gracias a ella yo estoy documentado en este momento. Mi diatriba es sólo contra la suya de aquella ocasión.
    Dos años antes me debí graduar yo, pero me relajé demasiado en décimo grado y tuve que repetirlo, lo cual de cualquier forma no me molestó. El discurso de ese año, pronunciado por Camilo Molano, también estuvo bien, aunque no le faltaron sus lugares comunes (y es casi imposible que falten del todo). Decidí entonces que yo pronunciaría el discurso de mi graduación. Me puse a pensar en el enfoque que le daría y a eso de febrero del siguiente año comencé a redactarlo, y como tenía tiempo lo escribía espaciadamente. Lo tuve listo para comienzos de diciembre,… un par de semanas después de que pasara la selección. Sí, fallé. No pude pronunciar yo el discurso, pero con la redacción y la prosodia de Paula Pabón me sentí bien. Sin embargo, aprovechando mi cargo como representante estudiantil al consejo directivo, logré obtener un espacio ya no en la ceremonia de graduación, sino en la ceremonia de clausura, para dirigir unas palabras a la “comunidad educativa”. Adapté el mismo discurso para la ocasión; lo leí, me gané un muy buen aplauso, e incluso unas tres personas me pidieron al final que les pasara el texto. Sé que no son ideas nuevas las que expuse, pero sí fue algo que escribí a partir de lo que yo había pensado por mi cuenta, así que me pasó como a Aureliano Buendía con la redondez de la Tierra: ya se sabía, pero él la descubrió.
    Como esto pasa en Colombia y aquí se usa se usa el pronombre “ustedes”, el discurso original lo lleva, pero ya os habréis percatado de que prefiero el uso de “vosotros” y sus correspondencias, que es entonces lo que aparece aquí, y que sólo afectó la última frase. Tal como lo publico ahora no fue como lo pronuncié; a mi modo de ver, lo he mejorado, por lo menos en lo que a la sintaxis refiere. Hay que tener en cuenta con esto de la sintaxis el hecho de que no es un texto para ser leído sino para ser escuchado. No sé si pronto, pero sí en algún momento agregaré un archivo de sonido con la lectura hecha por mí. Le he dejado el título de entonces, a pesar de que ahora me parece que aunque sea apropiado no es lo suficientemente estético.

    Sólo se logra pensando

    Todo hombre que se encuentre en capacidad de pensar pensará indefinidamente hasta su muerte. Toda interrupción de ese pensamiento continuo será insignificante (con la excusa del estado de coma, sobre la que no tengo experiencia) o será perdonable –como el exquisito estado del sueño profundo.
    Todo hombre que no se encuentre en capacidad de pensar no podrá ser considerado hombre.
    Y es porque el hombre no es hombre si no socializa. El hombre no es hombre si no comparte. No lo es si no discute. No lo es si no se hace a sí mismo desde los demás. Es un ser naturalmente social. Y para todo lo dicho se necesita pensar y haber pensado. Y como conclusión de lo dicho hay pensamiento desarrollado. O no se ha socializado correctamente.
    Entonces, el hombre no es hombre si no enseña y no aprende, y sólo lo es si enseña y aprende. Evidentemente: es imposible enseñar sin haber aprendido y aprender sin llegar a enseñar. Aquel que aprende y no enseña ha abandonado su sociabilidad y se ha limitado a escuchar. No es hombre.
    Preocupa que no sea muy difícil encontrar a un hombre biológico que no sea hombre pensante. Así que hay que construirlos. ¿Para qué construirlos? Hay tres razones:
    1. La evolución. Evolucionar es continuar algo desde el punto en el que iba, mejore o no, eso depende de criterios individuales. Pero los que saben cómo están las cosas mueren, son hombres. Por tanto, deben dejar sus conocimientos con otros que, según las leyes naturales, morirán luego. Pero sólo saber no basta, hay que continuar. Y eso sólo se logra pensando.
    2. La solución. Entre más se sepa, más posibilidades se tienen de resolver problemas, más criterios para evaluarlos, más vías para evitarlos. Pero sólo saber no basta, hay que actuar. Y eso sólo se logra pensando.
    3. La armonía. Un hombre que sabe lo que es molesto para otros y para sí mismo puede evitar caer en errores. No en los errores, es imposible no equivocarse; pero aceptar y asumir las equivocaciones no es un error. Intentar disminuirlas al máximo, tampoco. Pero solo saber no basta, hay que vivir. Y eso sólo se logra pensando.
    Se supone que llevamos tantos años de estudio precisamente para eso, y se supone que para eso mismo los continuamos. En este momento es cuando cambiamos la forma, y tenemos que volvernos a adaptar. Porque para que las cosas se adapten a ti, debes primero adaptarte a ellas. Para cambiar algo debes conocerlo. Pongamos un ejemplo que improvisé una vez hablando solo:
    Imaginemos a un arqueólogo al que, en una excavación, por el polvo, por el calor, por las piedras,… por cualquier razón se le daña el reloj. Este hombre de relojes sabe que dan la hora,… de pronto un poco de historia. Puede intentar repararlo él mismo, pero seguramente lo dañará más, o lo dejará completamente inservible. Puede dejar así, y liberarse de estar pendiente de la hora, pero ¿y si lo necesita? Por último, puede llevarlo con un relojero, que lo conoce, que está adaptado al sistema, y que simplemente lo coge, lo abre, lo mira, lo repara, lo cierra, lo entrega, y cobra… Así funciona el mundo. Podría verse éste como otro fin de la educación. Pasar la adolescencia lo más fácilmente posible. ¿Qué es la adolescencia?
    Tomaremos estas dos relaciones posibles entre hombre y mundo: o el mundo está adaptado al hombre, o el hombre está adaptado al mundo. Lo segundo trae consigo la posibilidad de cambiar la forma. Cualquier otra relación es sólo transitoria. La niñez es la época en la que el mundo está adaptado al hombre. La adultez es la época en la que el hombre está adaptado al mundo. La vejez es una nueva niñez pero con la experiencia de todo lo anterior: la misma niñez, la adultez, y la adolescencia. La adolescencia es la época de transición en la que lo difícil no es llegar a adaptarse al mundo, es darse cuenta de que toca hacerlo. Una vez habiéndose percatado, adaptarse es relativamente sencillo. Y estas dos cosas sólo se logran pensando.
    Viéndolo de este modo, lo que se hace con la vida es construirla. Adaptarse a lo que nos rodea para poder ponerlo a nuestro favor: Conocer a alguien es necesario para que nos caiga bien, y para sugerirle cambios, o para odiarlo. Eso sí, en el caso de las relaciones sociales existe un parágrafo: Cuando se trata de personas, la adaptación tiene que ser mutua y simultánea.
    Viendo con esto que el hombre cambia todo el tiempo, que no sólo no es igual a los demás sino que sólo en el mismo instante es igual a sí mismo (creo que es algo que todos sabemos, y que intentamos), tenemos al hombre como la mejor creación del hombre. Dicen los griegos que arte es todo oficio que genere una creación.
    Entonces sólo pensar no basta, hay que hacer arte. Y eso sólo se logra creando. Os invito a crear.
    Auditorio El Auditorio León de Greiff, donde pronuncié el discurso, en la fotografía seguramente durante algún ensayo de la Orquesta Filarmónica de Bogotá. Se extiende bastante más hacia atrás, pero no encontré mejor imagen. Este martes tengo clase ahí, así que tal vez si consigo cámara tome una fotografía más amplia y de mejor calidad y hago el cambio. Ésta es de dominio público. Y respecto a León de Greiff como persona y no como auditorio, también a él le dedicaré una entrada en algún momento, que me parece un poeta del carajo. El vínculo lleva a una página del portal El poder de la palabra, cuyo contenido recomiendo excesivamente.
    Complemento con un par de comentarios. Hace pocos días una amiga se encontraba en una discusión vía mensajes de Facebook con un muchacho y yo la leí toda porque el mensaje inicial era un chiste que envió ella a varias personas, yo incluido, y porque no tenía más que hacer. Cansado de que se insultaran bajo los temas de «participación política» y «aprovechamiento del tiempo libre», escribí:
    Buenas... ¿Podrían dejar de pelearse, por favor? Me han estado llenando de reclamos mi bandeja de entrada y lo molesto no es sólo que estén mal escritos ni que se usen en ellos frases demasiado comunes (lo que también los convierte en mal escritos, y no lo tomen como una ofensa), sino que se están peleando como radicalistas del mismo bando: esos que defienden ideas similares y por diferencias pendejas intentan hacer que el otro se sienta mal. No significa que tengan ustedes ideas similares, eso no lo sé, hablo sólo del estilo de la pelea, que se me hace algo falto de pilares. ¿Qué tal si todos seguimos en nuestro cómodo desocupe, cada quien con lo que entiende por cómodo? ¿Vale? Gracias. Y un beso para Ana. (Favor responder el mensaje sólo si se tiene algo que decir.)
    La respuesta de él, Emmanuel Devia, fue la que sigue, salvo los arreglos gramaticales que yo le hago para no sentirme mal: «Primero: ¡buena esa! Segundo: ¡con todo respeto, no sea sapo! Pero relax, hágame más bien un favor, dígale a Ana María que entienda que hay diferentes modos de pensar y no todos pueden pensar como ella, ¿ok? Y gracias.» Me gustó la respuesta, le pedí a Ana María que dejara de seguir la cuerda; como ella decía que estaba defendiendo sus ideas, le dije también que estuviera tranquila con eso, que todos cambiamos de ideas todo el tiempo: nos mantenemos pensando y pensar es precisamente manipular las ideas… ¡Así que quien no cambie es imbécil!
    Por último, repito el título: tampoco hay que quedarse en pensar – cambiar. De nuevo: Os invito a crear.