viernes, 7 de agosto de 2009

Os invito a crear

Mi hermano Manuel se graduó de bachiller el año pasado, y el discurso de grado, escrito y pronunciado por una compañera suya, no estuvo mal. Pero un poco antes, o un poco después, la coordinadora de bienestar pronunció un discursucho de despedida a los graduandos que bien pudo haber sido compuesto de la siguiente manera:
Maritza Berdugo se encuentra de pie ante un espacio en el que cuelgan más o menos unas sesenta fotografías de estudiantes con birrete. Con ellos como destinatarios, toma de cualquier parte un lugar común, y lo apoya frente a ella; coge otro, y hace lo propio; el siguiente lo pone allí, y el otro acá,… y así sigue, hasta finalmente tener entre treinta y cuarenta lugares comunes distribuidos arbitrariamente en un plano euclidiano (que podría ser el lugar matemático más común). Ahora toma la pita raída y sucia de un trompo que ya no gira (porque los trompos cuando son bien lanzados giran y cuando no sí ruedan), y comienza a atar a ella cada lugar común con un nudo que de marinero tiene lo que la pita de nueva, y sin darle mayor importancia al orden del proceso. Finalmente, tensa un poco la pita, produciendo un aparente orden lineal de los lugares comunes. Eso fue el discurso. Incluso pudo haber sido algo como coger todos esos lugares comunes, amontonarlos dentro de una bolsa negra y sacarlos uno por uno mientras se habla… En fin, una cosa terrible.
Y es que es posible hacer buenas cosas con lugares comunes, o con pitas raídas… Es cuestión de pensar en lo que se quiere decir; en lo que se le quiere dejar a la gente como mensaje, y un simple “Que os vaya bien en el futuro.” desde hace mucho tiempo ya no sirve. Un “Os recordaremos por siempre.” no sólo es hueco sino falso. Hay que usar cuerdas finas, o disponer las ideas estéticamente en un espacio adaptado para ellas,… Maritza Berdugo, lo aclaro, me agrada mucho, y guárdela el Registrador Nacional en buenas fichas, que gracias a ella yo estoy documentado en este momento. Mi diatriba es sólo contra la suya de aquella ocasión.
Dos años antes me debí graduar yo, pero me relajé demasiado en décimo grado y tuve que repetirlo, lo cual de cualquier forma no me molestó. El discurso de ese año, pronunciado por Camilo Molano, también estuvo bien, aunque no le faltaron sus lugares comunes (y es casi imposible que falten del todo). Decidí entonces que yo pronunciaría el discurso de mi graduación. Me puse a pensar en el enfoque que le daría y a eso de febrero del siguiente año comencé a redactarlo, y como tenía tiempo lo escribía espaciadamente. Lo tuve listo para comienzos de diciembre,… un par de semanas después de que pasara la selección. Sí, fallé. No pude pronunciar yo el discurso, pero con la redacción y la prosodia de Paula Pabón me sentí bien. Sin embargo, aprovechando mi cargo como representante estudiantil al consejo directivo, logré obtener un espacio ya no en la ceremonia de graduación, sino en la ceremonia de clausura, para dirigir unas palabras a la “comunidad educativa”. Adapté el mismo discurso para la ocasión; lo leí, me gané un muy buen aplauso, e incluso unas tres personas me pidieron al final que les pasara el texto. Sé que no son ideas nuevas las que expuse, pero sí fue algo que escribí a partir de lo que yo había pensado por mi cuenta, así que me pasó como a Aureliano Buendía con la redondez de la Tierra: ya se sabía, pero él la descubrió.
Como esto pasa en Colombia y aquí se usa se usa el pronombre “ustedes”, el discurso original lo lleva, pero ya os habréis percatado de que prefiero el uso de “vosotros” y sus correspondencias, que es entonces lo que aparece aquí, y que sólo afectó la última frase. Tal como lo publico ahora no fue como lo pronuncié; a mi modo de ver, lo he mejorado, por lo menos en lo que a la sintaxis refiere. Hay que tener en cuenta con esto de la sintaxis el hecho de que no es un texto para ser leído sino para ser escuchado. No sé si pronto, pero sí en algún momento agregaré un archivo de sonido con la lectura hecha por mí. Le he dejado el título de entonces, a pesar de que ahora me parece que aunque sea apropiado no es lo suficientemente estético.

Sólo se logra pensando

Todo hombre que se encuentre en capacidad de pensar pensará indefinidamente hasta su muerte. Toda interrupción de ese pensamiento continuo será insignificante (con la excusa del estado de coma, sobre la que no tengo experiencia) o será perdonable –como el exquisito estado del sueño profundo.
Todo hombre que no se encuentre en capacidad de pensar no podrá ser considerado hombre.
Y es porque el hombre no es hombre si no socializa. El hombre no es hombre si no comparte. No lo es si no discute. No lo es si no se hace a sí mismo desde los demás. Es un ser naturalmente social. Y para todo lo dicho se necesita pensar y haber pensado. Y como conclusión de lo dicho hay pensamiento desarrollado. O no se ha socializado correctamente.
Entonces, el hombre no es hombre si no enseña y no aprende, y sólo lo es si enseña y aprende. Evidentemente: es imposible enseñar sin haber aprendido y aprender sin llegar a enseñar. Aquel que aprende y no enseña ha abandonado su sociabilidad y se ha limitado a escuchar. No es hombre.
Preocupa que no sea muy difícil encontrar a un hombre biológico que no sea hombre pensante. Así que hay que construirlos. ¿Para qué construirlos? Hay tres razones:
1. La evolución. Evolucionar es continuar algo desde el punto en el que iba, mejore o no, eso depende de criterios individuales. Pero los que saben cómo están las cosas mueren, son hombres. Por tanto, deben dejar sus conocimientos con otros que, según las leyes naturales, morirán luego. Pero sólo saber no basta, hay que continuar. Y eso sólo se logra pensando.
2. La solución. Entre más se sepa, más posibilidades se tienen de resolver problemas, más criterios para evaluarlos, más vías para evitarlos. Pero sólo saber no basta, hay que actuar. Y eso sólo se logra pensando.
3. La armonía. Un hombre que sabe lo que es molesto para otros y para sí mismo puede evitar caer en errores. No en los errores, es imposible no equivocarse; pero aceptar y asumir las equivocaciones no es un error. Intentar disminuirlas al máximo, tampoco. Pero solo saber no basta, hay que vivir. Y eso sólo se logra pensando.
Se supone que llevamos tantos años de estudio precisamente para eso, y se supone que para eso mismo los continuamos. En este momento es cuando cambiamos la forma, y tenemos que volvernos a adaptar. Porque para que las cosas se adapten a ti, debes primero adaptarte a ellas. Para cambiar algo debes conocerlo. Pongamos un ejemplo que improvisé una vez hablando solo:
Imaginemos a un arqueólogo al que, en una excavación, por el polvo, por el calor, por las piedras,… por cualquier razón se le daña el reloj. Este hombre de relojes sabe que dan la hora,… de pronto un poco de historia. Puede intentar repararlo él mismo, pero seguramente lo dañará más, o lo dejará completamente inservible. Puede dejar así, y liberarse de estar pendiente de la hora, pero ¿y si lo necesita? Por último, puede llevarlo con un relojero, que lo conoce, que está adaptado al sistema, y que simplemente lo coge, lo abre, lo mira, lo repara, lo cierra, lo entrega, y cobra… Así funciona el mundo. Podría verse éste como otro fin de la educación. Pasar la adolescencia lo más fácilmente posible. ¿Qué es la adolescencia?
Tomaremos estas dos relaciones posibles entre hombre y mundo: o el mundo está adaptado al hombre, o el hombre está adaptado al mundo. Lo segundo trae consigo la posibilidad de cambiar la forma. Cualquier otra relación es sólo transitoria. La niñez es la época en la que el mundo está adaptado al hombre. La adultez es la época en la que el hombre está adaptado al mundo. La vejez es una nueva niñez pero con la experiencia de todo lo anterior: la misma niñez, la adultez, y la adolescencia. La adolescencia es la época de transición en la que lo difícil no es llegar a adaptarse al mundo, es darse cuenta de que toca hacerlo. Una vez habiéndose percatado, adaptarse es relativamente sencillo. Y estas dos cosas sólo se logran pensando.
Viéndolo de este modo, lo que se hace con la vida es construirla. Adaptarse a lo que nos rodea para poder ponerlo a nuestro favor: Conocer a alguien es necesario para que nos caiga bien, y para sugerirle cambios, o para odiarlo. Eso sí, en el caso de las relaciones sociales existe un parágrafo: Cuando se trata de personas, la adaptación tiene que ser mutua y simultánea.
Viendo con esto que el hombre cambia todo el tiempo, que no sólo no es igual a los demás sino que sólo en el mismo instante es igual a sí mismo (creo que es algo que todos sabemos, y que intentamos), tenemos al hombre como la mejor creación del hombre. Dicen los griegos que arte es todo oficio que genere una creación.
Entonces sólo pensar no basta, hay que hacer arte. Y eso sólo se logra creando. Os invito a crear.
Auditorio El Auditorio León de Greiff, donde pronuncié el discurso, en la fotografía seguramente durante algún ensayo de la Orquesta Filarmónica de Bogotá. Se extiende bastante más hacia atrás, pero no encontré mejor imagen. Este martes tengo clase ahí, así que tal vez si consigo cámara tome una fotografía más amplia y de mejor calidad y hago el cambio. Ésta es de dominio público. Y respecto a León de Greiff como persona y no como auditorio, también a él le dedicaré una entrada en algún momento, que me parece un poeta del carajo. El vínculo lleva a una página del portal El poder de la palabra, cuyo contenido recomiendo excesivamente.
Complemento con un par de comentarios. Hace pocos días una amiga se encontraba en una discusión vía mensajes de Facebook con un muchacho y yo la leí toda porque el mensaje inicial era un chiste que envió ella a varias personas, yo incluido, y porque no tenía más que hacer. Cansado de que se insultaran bajo los temas de «participación política» y «aprovechamiento del tiempo libre», escribí:
Buenas... ¿Podrían dejar de pelearse, por favor? Me han estado llenando de reclamos mi bandeja de entrada y lo molesto no es sólo que estén mal escritos ni que se usen en ellos frases demasiado comunes (lo que también los convierte en mal escritos, y no lo tomen como una ofensa), sino que se están peleando como radicalistas del mismo bando: esos que defienden ideas similares y por diferencias pendejas intentan hacer que el otro se sienta mal. No significa que tengan ustedes ideas similares, eso no lo sé, hablo sólo del estilo de la pelea, que se me hace algo falto de pilares. ¿Qué tal si todos seguimos en nuestro cómodo desocupe, cada quien con lo que entiende por cómodo? ¿Vale? Gracias. Y un beso para Ana. (Favor responder el mensaje sólo si se tiene algo que decir.)
La respuesta de él, Emmanuel Devia, fue la que sigue, salvo los arreglos gramaticales que yo le hago para no sentirme mal: «Primero: ¡buena esa! Segundo: ¡con todo respeto, no sea sapo! Pero relax, hágame más bien un favor, dígale a Ana María que entienda que hay diferentes modos de pensar y no todos pueden pensar como ella, ¿ok? Y gracias.» Me gustó la respuesta, le pedí a Ana María que dejara de seguir la cuerda; como ella decía que estaba defendiendo sus ideas, le dije también que estuviera tranquila con eso, que todos cambiamos de ideas todo el tiempo: nos mantenemos pensando y pensar es precisamente manipular las ideas… ¡Así que quien no cambie es imbécil!
Por último, repito el título: tampoco hay que quedarse en pensar – cambiar. De nuevo: Os invito a crear.

1 comentario:

  1. Empecé a leer su blog y me emocioné, me gusta mucho como escribe, llevaba años sin encontrar algo medianamente decente en la red,creo que voy a leerlo completo, siempre se tiene tiempo no libre, de ese que se suele emplear en el sano ejercicio de la procastinación...

    ResponderEliminar

¿Algún comentario?