viernes, 31 de julio de 2009

Detrás del papel (no apto para tuertos)

Los mismos dibujos animados se valen de efectos de profundidad para generar sensación de realidad y núcleos de atención. Cuando hay un personaje delante de otro con respecto a la cámara, el del frente habla, y ese que habla está nítido, mientras el del fondo está borroso; cuando habla el segundo, se hace un cambio gradual del enfoque ficticio hasta que el del fondo queda completamente nítido, y en consecuencia el del frente se ve borroso. Así funciona nuestra vista, mientras ambos ojos nos funcionen, y además de verse borroso, si la distancia entre el nivel no enfocado y el enfocado es lo suficientemente grande, aquél se ve duplicado, porque la luz proveniente de allí llega a cada ojo desde un ángulo distinto, así que las retinas no la reciben en puntos correspondientes y las imágenes se yuxtaponen. Haced la prueba con un dedo y una pared como personajes; seguramente varios lo necesitaréis para más tarde.

Yo era famoso en el colegio (que no es muy grande). Dirigí la emisora durante un tiempo, así que mi voz sonaba a diario y si alguien quería hacer algo allí debía buscarme; fui representante estudiantil al Consejo Directivo; tenía un hermano y una hermana en cursos no muy inferiores, por lo que sus amigos y compañeros me conocían; soy alto y llevaba el cabello largo desde segundo o cuarto grado (seguro tercero no, eso sí lo recuerdo); y bueno, me hacía mis amistades… Pero inicialmente tuve una pequeña fama debida a los curiosos objetos que llevaba de vez en cuando y respecto de los cuales poseía habilidades. Ahora sólo recuerdo tres de ellos, pero seguramente hubo más: el cubo rúbik, las bolas chinas y los libros de estereogramas. El primero todos lo conocemos: ese cubito diseñado por el señor Rubik que a tanta gente nos rompió la cabeza mientras aprendíamos a armarlo, y a muchos les hizo desistir, y a otros nos sigue rompiendo un poco la cabeza para terminarlo. Las segundas son un par de bolitas metálicas con cascabeles por dentro, y el truco con ellas consiste en cogerlas ambas con una mano y hacerlas cambiar de sitio una y otra vez usando sólo esa mano y sin que se caigan ni se toquen, así:
(El video fue tomado un día normal en mi apartemento con la cámara de un amigo que ahora se encuentra en Dinamarca. El sonido de fondo es la música que están escuchando en el computador y las voces de mi hermano y dos amigos, y se pueden oír también los cascabeles. Ese fondo blanco es la hamaca que hay ahora en Tequia. Si os fijáis, me veo reflejado en las bolas con mi suéter naranja, sentado en la hamaca y sosteniendo la cámara con la mano derecha, con la que se supone que soy un poco más hábil, pero un par de días antes me hice una pequeña herida que me duele al jugar con las bolas, y que no se vería bien en el video. Disculpad por el choque en el último pase.)

Hay quienes dicen que se me facilita por el tamaño de mi mano, pero no sólo aprendí teniendo la mano mucho más pequeña, sino que ahora puedo con manzanas y con bolas de tenis.

Los terceros son un par de libros ante los que me sentaba a que me miraran raro fijando la vista en un dibujo extraño sobre el que pasaba los dedos. Y es ahora cuando los dos primeros párrafos se enlazan: las imágenes impresas en estos libros se llaman estereogramas, y las caracteriza el hecho de que se componen de imágenes repetidas con pequeñas variaciones, una después de la otra en barrido horizontal, de manera que si se enfoca la visión en un punto lejano detrás de la hoja, llega un momento en el que las imágenes repetidas se superponen y las pequeñas variaciones producen un efecto de tridimensionalidad. Ahora podéis hacer la primera variación del ejercicio inicial: en vez de usar un dedo, usad dos, y notaréis que al enfocar la vista en el fondo en algún momento veréis tres dedos, el del medio formado por la superposición de dos imágenes, una por cada uno de los dedos reales, una por cada ojo. (También funciona hacer bizcos, como podrá entenderse, pero la imagen se ve invertida.) La primera imagen de muestra que traigo lleva dos puntos en la parte superior, que sirven de guía (como los dedos) para quien comienza a aprender a visionar, que es el término correcto para esto; es una imagen sencilla, un corazón, en la que se nota el diseño repetido. La que sigue es un poco más complicada de diseñar, no de visionar: una amazona montando su caballo, y como dice Juan Luis Guerra: no sé si está desnuda o tiene un solo vestido.
Corazón Jinete

Ninguna de estas dos imágenes proviene de los libros; son de dominio público obtenidas en la red.

Anteayer, miércoles veintinueve de septiembre de 2009 según el calendario gregoriano, varios días después de comenzar a redactar este artículo, aprendí a visionar. Creí que ya lo sabía, pero descubrí que siempre lo había hecho mal, y después de un buen rato de intentarlo, aprendí a hacerlo correctamente. Más arriba menciono que si se cruza la mirada la imagen se verá invertida; pues bien, descubrí que es eso lo que yo hacía, y por eso a veces me extrañaba cuando decían que algo estaba más arriba cuando yo lo veía más abajo. Sé que debería darme vergüenza, y sí, me da. Pero ya está solucionado, y ahora sí tengo criterio para seguir escribiendo. Por cierto, el descubrimiento lo hice precisamente leyendo uno de los libros a los que vengo a hacerles propaganda; se titula Dimensiones ocultas, lo elabora Dan Dyckman –lo escribió y no sólo diseñó las imágenes por computador, sino también el software para hacerlas–, lo traduce Gloria Méndez Seijido y es editado por Blume. Dice que está prohibida su reproducción total o parcial sin permiso del editor, pero como no hago esto con ánimo de lucro haré un par de reproducciones que retiraré si me molestan por ello. El párrafo revelador fue éste: «Si te ocurre justo lo contrario, es decir, observas una imagen que se forma fuera en lugar de dentro de la pagina, estás poniendo en marcha lo que se llama el método inverso. Tu mirada no está relajada sino cruzada.» Y es que el truco es relajar la mirada y fijar la vista tras la imagen, como si ésta fuera un vidrio y del otro lado estuviera la escena principal. ¡De lo que me estaba perdiendo por creer que lo tenía todo!

El otro libro no se encuentra ahora en Tequia, pero sus referencias se encuentran en la red (las del primero no, las busqué incluso en la página de Blume para solicitar permiso de reproducción): se llama Estereograma. El secreto de las 3-D, también editado por Blume, con prólogo de Howard Rheingold, en el que se explica detalladamente cómo se construyen los estereogramas. Esa información se encuentra en la red, de todos modos, y el principio, que ya expliqué en el tercer párrafo, es muy sencillo: una imagen por cada ojo. Las portadas de los libro son las que siguen; en la primera hay una cuerda cerrada que debe ser desenredada mentalmente para determinar si hay o no nudo, y no diré que hay la segunda:

Dimensiones Ocultas 3D


Tengo una pequeña galería en mi SkyDrive que cargué para este artículo. He logrado hacer algunos estereogramas con el programa 3D Miracle, que es muy fácil de manejar y se puede descargar con su compañero 3D Monster, que sirve para diseñar las figuras (aún no aprendo a usarlo, hay que tener conocimientos de modelado en 3D con otros programas). Remito además a una excelente galería. Para llamar la atención termino con una mujer desnuda, vista por delante y por detrás —está ahí, detrás de la pantalla—. Y por fin acabé. Llevo ya dos madrugadas soñando con que me ponen a prueba en mundos tridimensionales que aparecen detrás de hojas planas.
Desnuda

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