domingo, 20 de diciembre de 2009

De gota en gota y no agota

En mi colegio hay una publicación semestral hecha por los docentes llamada Pedagogía en Escena, que trata los temas que enuncia su título. También existió –y se supone que aún existe, pero no he visto reportes– un concurso de literatura llamado Atrapaletras que saca, con los textos ganadores por cada categoría, una revista del mismo nombre. Los dos proyectos han sido impulsados principalmente por una profesora de español, Yolima Páez, que llegó al colegio creo que en el año 2005 o 2004. Cuando llegó, comenzó a implantar en los cursos décimo y undécimo una metodología basada en la elaboración de proyectos de investigación, que debían hacerse siguiendo unos formatos guías; la idea me gustó. Anuncio esto para rescatar a Yolima de lo que la voy a acusar enseguida. Las guías tercera y cuarta eran dos partes de un mismo formato que contenía literales hasta el I. Bibliografía. Me tomó un poco más de dos páginas responderlos. Pero me sentí obligado a agregar un literal J. Apéndice de errores en el texto guía. Ése me tomó cinco páginas. Cuando cuento esto me preguntan «¿Y qué dijo la profesora?» La cosa es que las guías me las aplicó otra profesora, Paola Rodríguez, ella sí buena escritora, que decidió seguir el método de Yolima. A ella entregué ese documento con el siguiente epílogo:
Y habiendo encontrado aproximadamente ciento treinta errores (¡en nueve páginas!), incluyendo todas las veces que aparece la palabra “problémica” y contando los de ambos encabezados y ambas introducciones por separado (que no fueron corregidos al reutilizar), termino con una respuesta que tengo que dar. Protestará la profesora: «Pero esto no lo hice yo, lo hizo Yolima.» Y responderé yo: «Tanto peor. Cuando se usa algo de alguien más se revisa para encontrar posibles errores, y este trabajo no fue revisado, ¿o sí? Personalmente, por tu reputación como investigadora y como lingüista, espero que no.»
El trabajo pedía una limitación grandísima del tema, para facilitar. Es decir, si se quería investigar sobre, pongamos por caso, maltrato infantil, había que llegar a algo como “el maltrato que sufren por parte de sus padres los niños de siete y ocho años en el barrio Cazuca de la localidad de Ciudad Bolívar (Bogotá)”. Casi que piden los nombres de los implicados. El primer tema de investigación que tomamos con Sergio fue “análisis de la obra El túnel de Ernesto Sábato”, pero en eso no hicimos mayor cosa y después, trabajando solo, elegí el tema que procederé a exponer después de los usuales párrafos de introducción (que aún no acaban).

La imagen que viene a continuación es una réplica hecha en computador de una obra de arte del pintor minimalista Ad Reinhart titulada Abstract Painting. En una época en la que me dio por escribir en MSN con letra amarilla “diseñé” este fondo para compartir de manera que mis mensajes instantáneos resultasen legibles; así, no se trata de una infracción a los derechos de autor de este talentoso señor estadounidense. Es sólo que un fondo negro tiene tantas utilidades que a cualquiera se le puede ocurrir emplearlo para algo distinto de cobrar por ponerlo en una sala de exposición (!). Es más, para ahorrar espacio aprovecho que da lo mismo ponerlo grande que ponerlo chiquito. Esta obra se encuadra en la corriente del minimalismo pictórico.

FondoDícese del minimalismo pictórico que busca disminuir al máximo la cantidad de objetos en la imagen, logrando que el conjunto de lo poco que quede produzca una armonía. En este caso, sin embargo, queda demasiado poco. Para ser estrictos, nada. Es una especie de sinfonía del silencio. También me recuerda la mención de un libro titulado La vida sexual de Kant. ¿Qué puede traer una cosa así? Imaginémoslo: portada; página de encabezamiento; página de derechos de autor con título original, nombre de la editorial, año de cesión del copyright y un aviso prohibiendo su reproducción total o parcial; contenido: «No tuvo.» –y eso fue una reproducción total–. Y para terminar, como por poner algo más, llevará un completísimo colofón. Sí, creo que es un libro más complejo que este cuadro. Al menos lleva el santo del día de impresión. Pero no pretendo difamar del minimalismo pictórico, que sí tiene cosas muy buenas, como éstas, pintadas por Frank Stella y Ellsworth Kelly respectivamente:

P-minimalismo 1 P-minimalismo 2
(Asomaos también a este enlace, con una tripla bastante armoniosa y algo reveladora de cuadros minimalistas; no es que muestre algo que nadie sepa, pero está muy bien lograda.) En realidad, mi intención no es, en absoluto, difamar (salvo por el cuadrado negro) de cosa alguna. Mi intención, de hecho, no es hablar de pintura minimalista, ni de escultura minimalista ni de arquitectura minimalista (¡pero buscad al respecto, que vale la pena!). El tema de investigación que elegí, así con toda la delimitación solicitada, fue “la música minimalista de Steve Reich”.

Por esa época yo andaba emocionado con la exploración de lo que un amigo de mi padre, amante de estas músicas extrañas, llama con sorna “ruiditos”. Él divide estas músicas en varios niveles, según qué tan difícil resulte al oído acostumbrarse a escucharlas, y, todavía más, llegar a disfrutarlas. Yo estoy ya en el nivel “ruiditos 4”, pero la música minimalista cae, diría yo, en “ruiditos 2”. Es como para comenzar con algo más suave. “Ruiditos 0” es la música clásica típica, impresionista, renacentista, barroca y clasicista. De “ruiditos 1” vienen siendo cosas como Pink Floyd o Keith Jarret, que tienen su trabajo musical profundo y a veces difícil de apreciar para quien no los ha escuchado. Sobre “ruiditos 3” (Daniel Godfrey o Witold Lutosławski) y “ruiditos 4” (Iannis Xenakis o Mario Davidovsky) hablaremos luego. No sé la verdad si habrá otro nivel después, así que, por ahora, me encuentro en la cumbre.

El siguiente texto entre comillas tipográficas es una explicación profunda del minimalismo:

«Minimalismo.»

Eso en cuanto al arte plástico, y definitivamente en cuanto a lo literario. Pero Steve Reich, en una entrevista que le hace William Duckworth y que es publicada en el libro Talking Music responde acerca de la definición de esta palabra en música lo que sigue (página 293, fragmento traducido del inglés por Adrián Martínez París):
“Minimalismo” no es una palabra que yo haya inventado. Creo que el primero en usarla fue Michael Nyman alrededor de 1971. Términos como “impresionismo” –un buen ejemplo, ya que fue tomado de la pintura para aplicarse en la música– son útiles porque denotan un grupo de compositores. Si dices “minimalismo”, sé que estás hablando de mí, de Phil Glass, de Terry Riley, de La Monte Young, y tal vez de John Adams. Pero como término descriptivo yo diría que se vuelve más bien peyorativo alrededor de 1973 con Music for Mallet Instruments, Voices and Organ. A medida que mis composiciones adquieren orquestación y armonía, el término se hace menos descriptivo, hasta que te encuentras con que obras como Tehillim o The Desert Music son llamadas minimalistas sólo porque yo las escribí. [1]
Gracias a obras como Music for 18 Musicians Reich obtuvo el título de “minimalista”. La obra original dura casi una hora. De mano de mi padre está la información siguiente sobre ella:
Rítmicamente, dos clases de tiempos diferentes se presentan simultáneamente en Music for 18 Musicians. El primero está constituido por una pulsación regular en los pianos e instrumentos para martillos que se mantiene durante toda la obra. el segundo está constituido por el ritmo del aliento humano en las voces y por los instrumentos de viento. Las medidas de tiempo están determinadas por la duración de la respiración de los ejecutantes.

La estructura de la obra se basa en un ciclo de once acordes tocados al comienzo y repetidos al final. El acorde siguiente se introduce gradualmente hasta completar los once para retornar al primero.

En cada sección intervienen los mismos elementos pero con diferente armonía e instrumentación. Por ejemplo, el rol de los pianos y de las marimbas en las secciones 1 y 2 pasa a las marimba y los xilófonos en la sección 3A y luego a los xilófonos y las maracas en las secciones 6 y 7. El piano de la sección 3A reaparece en la sección 6 acompañando diferente melodía interpretada por diferentes instrumentos. El proceso de construcción canónica entre dos xilófonos y dos pianos aparece inicialmente en la sección 2 y luego en la sección 9, pero construyendo otro patrón total en un contexto armónico diferente. La relación entre las diferentes secciones puede ser mejor comprendida si la asemejamos a la existente entre los miembros de una familia donde se dan ciertas propiedades comunes y otras absolutamente individuales. [3]
Y de YouTube he logrado conseguir el siguiente extracto inicial (en Tequia está completa, transcrita de elepé, para los interesados).
      


Reich exploró también con música de laboratorio: sonidos organizados electrónicamente en una cinta. E hizo mezclas entre música de laboratorio y música instrumental, como Violin Phase. Entrego una lista de más obras de Steve Reich por YouTube, y su ficha en epdlp.

Music for Pieces of Wood (excelente para aprender a escuchar) 
Tehillim (bellísima) 
Music for Mallet Instruments, Voices and Organ (trae reseña del autor) 
Violin Phase (ya mencionada)
Drumming (minimalismo puro)

Si bien el proyecto del colegio trataba explícitamente la música minimalista de Steve Reich, existe gente como la mencionada por él en la intervención que cité hace un rato que tiene importante repertorio de música minimalista. Y yo, aprovechando que ahora no tengo por qué limitarme y que estoy en la redacción del primero de mis artículos para cuya extensión no tengo en cuenta la fatiga del lector, me extenderé un poco hablando de ellos y de la música minimalista en general, que harta bibliografía al respecto sí hay en Tequia.

Cuenta mi padre que alrededor de sus veinticuatro años (hacia 1960) comenzó a preguntarse por la existencia de compositores modernos de música clásica; es decir, venían Wagner, Dvořák, Strauss, ¿y luego qué? Si algo sonaría Ígor Stravinski con sus primerísimos trabajos. Buscando, se topó con el compositor húngaro Béla Bartók y una obra suya con el extraño título Concierto para orquesta. Y es que se sabe de conciertos para piano, para violín, para clarinete, hasta para instrumentos de viento o para cuerdas, pero “para orquesta” es una frase perturbadora. Dice que intentó escucharlo varias veces y no fue capaz de superar los diez minutos. Y que un día, afectado por algún impulso circunstancial, se decidió a escucharla completa y lo logró con amplio gozo. A partir de entonces le emocionó el estudio de estas músicas y comenzó a estudiar, a comprar libros, a conseguir discos de acetato… ¡y vaya que logró buena colección! Resultó tan estudioso del tema que consiguió un espacio semanal que mantuvo durante quince años en la difunta emisora Musicar FM. Entre los libros de Tequia hay uno en el que están recopilados los primeros cincuenta programas (también se encuentran algunos programas en casete), y el décimo (3 de diciembre de 1981) y el cuadragésimo segundo (5 de agosto de 1982) están dedicados a Steve Reich; de allí extraje la información sobre Music for 18 Musicians. Gracias a esta recopilación y a la afición de mi padre, que yo en parte he heredado, seguiré publicando sobre música moderna.

Entre estos primeros cincuenta programas no hay más dedicados la música minimalista. Vale la pena, de cualquier forma, mencionar a Phillip Glass, con muy buen inventario también en epdlp, y a Terry Riley, que ligo a su obra más importante, In C, pieza maestra del minimalismo (no dormí antenoche, en parte, por escucharla toda) e influencia de Reich. La estructura en general de la música minimalista es como la descrita en la cita que desglosa la construcción de Music for 18 Musicians, más arriba. También encontré una frase que dice una verdad muy concisa sobre el minimalismo musical: «… la simplificación del material al punto de conservar únicamente los esquemas elementales de tonalidad y modalidad» [2] (página 70, fragmento traducido del francés por Adrián Martínez París). De allí mismo: «… la sola noción de repetición se ha convertido en sistema de composición» (página 155, traduzco).

Habed disfrutado de esto, y si no, ya os acostumbraréis. Al fin y al cabo pretendo seguir hablando de estas cosas. El catálogo se mantendrá aquí disponible para quien no haya oído todo y quiera conocer más después, o para quien no lo haya disfrutado y quiera intentarlo luego. Así hemos llegado al final de nuestro programa, que no ha sido, precisamente, minimalista. Estuvieron con vosotros Adrián Martínez París en los comentarios y en la selección, y como dadores de información estuvieron principalmente los autores cuyas obras se refieren a continuación en la bibliografía, más aquellas personas que administran o modifican las páginas virtuales de donde han sido tomadas las piezas. Hasta pronto.


Bibliografía (todo en Tequia)
  1. DUCKWORTH, William. Talking Music. Schrimer Books. Nueva York, 1995. Original en inglés.

  2. BOSSEUR, Dominique y Jean-Yves. Révolutions Musicales. Le Sycomore. París, 1979. Original en francés.

  3. MARTÍNEZ GARCÍA, Héctor. Música del siglo XX. Programa radial de Musicar FM (emisora colombiana desaparecida). Programa número 10. Original en español.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Entrada parcial

[El paro de la universidad terminó pronto. Y era de esperarse, no tenía cara de durar. Se lograron un par de acuerdos sumamente parciales consistentes en dineros que llegan a través del ICETEX y de Colciencias. No hubo más asambleas, ya estamos en clase normal y el semestre se alargó hasta el dieciocho de diciembre; a cantar villancicos en clase otra vez. Sin embargo, revisando el correo electrónico de la universidad me topo con que se han propuesto al respecto unas reuniones en el FEM (edificios 404 y 405, Departamentos de Física, Estadística y Matemáticas) para todos los lunes de once a trece (es rara una clase un lunes en el FEM). Ya frente al bajo presupuesto contra el que se peleaba hace unas semanas poco o nada se puede hacer, pero sí se pueden ir armando planes, desde ahora mismo para octubre del próximo año, cuando se aprobará el nuevo presupuesto, entre los estudiantes y profesores. Es decir, la tarea a la que me comprometí en la entrada anterior será ligeramente modificada y tendrá un plazo más largo. Y esto fue el epílogo de Caminando con los dedos. Seguimos con la entrada oficial.]
Los primeros siete a diez días después de una publicación aquí normalmente estoy tranquilo, no me preocupo por publicar de nuevo y sólo en el undécimo o duodécimo día me percato de que ya es hora de publicar y me dispongo a la escritura. Eso si no tengo más trabajo. Y esta vez, cosa extraña para mí, estuve toda una semana ocupado con asuntos de la universidad. Más exactamente, con un asunto en especial, gracias al cual he roto una marca personal. Doce cuentos en cinco días. Es decir, el hecho de que lleve más de un mes sin publicar no significa un abandono de la escritura, sino por el contrario una dedicación apasionada a ella. Además, estoy en las últimas dos semanas de estudio, sólo tengo una materia más por terminar y por ello estoy dedicado fervientemente a los anillos algebraicos. Y bueno, me distraje inevitablemente viendo Death Note. Mientras termino semestre y para no dejar más tiempo esto solo, expongo una pequeña entrada, que no por su título ha de estar incompleta.
En mi registro civil, y en todos mis documentos oficiales, aparece mi nombre completo. Tengo un segundo nombre que, a pesar de ser un nombre normal y decente, no me gusta. Por eso, y por el capricho de generar un misterio inocente a mi alrededor, no lo publico. (Cualquier comentario que lo revele será inmediatamente eliminado, por bonito, laudatorio y cariñoso que me resulte.) Es decir, en lo informal no hay lío, no hay riesgo de confusión (mi segundo apellido ayuda en ello bastante), no hay ilegalidad y no hay falta de presentación estética. Una vez en una clase de cálculo integral el profesor nos pidió a los estudiantes mostrar que conocíamos cierta ecuación muy común, solicitándola dicha en voz alta; ya no recuerdo cuál era, pero supongamos, para completar el ejemplo, que era la ecuación de la cardioide: r = a(1 + cosθ). Yo fui quien se ofreció a decirla, y comencé «A factor de uno más…» «No.» No era correcto, la ecuación estaba incompleta. El profesor me preguntó mi nombre.
–Adrián.
–¿Y qué tal si yo le digo “án”?
El ejemplo me pareció poco creativo y hasta feo, pero muy preciso. Me disculpé y enuncié lo correcto: «Erre igual a a factor de uno más coseno de zeta.» (“zeta” según la RAE, lo juro). El semestre siguiente, el profesor de análisis matemático regañó a un estudiante que habló de “los interiores de A”. Existen los conceptos de punto interior de A y de interior de A, y seguramente él se refería a lo primero, pero “los interiores de A” resultan ser, en su mejor interpretación semántica, unos calzoncillos.
Y el semestre anterior el profesor de geometría euclidiana mostraba lo que yo voy a enfatizar a continuación. Volviendo al lenguaje informal y la charla cotidiana, en la que me puedo permitir ocultar mi segundo nombre, llega a ser aceptable que un joven universitario le diga a un compañero que está «estudiando para un parcial». Incluso, con dolor, me permitiría dejar de corregir a un profesor que incite a los estudiantes a «prepararse para el parcial del miércoles». Pero sea imperdonable un encabezado como éste:
Parcial
Me habría dolido tener que escribirlo. Por fortuna sólo tuve que escanearlo de un verdadero examen de teoría de grupos. Por desgracia apareció en un verdadero examen de teoría de grupos. Ahora un ejemplo más revelador, más doloroso.
Final
¡Esa cosa no tiene presencia! Se ve horrible (aun sin contar el doble espacio atravesado). Los puntos del examen eran preciosos, eso sí, como la petición de demostrar que la clausura de un conjunto convexo es un conjunto convexo. Ambas imágenes están alteradas electrónicamente, lo que significa que pasé borrador sobre los rayones que hice en la hoja y que alcanzaban a verse, entre los que se incluye una posición manuscrita de la palabra “Examen” en su lugar adecuado. Generalmente, por decencia, doy créditos a las imágenes que pongo, pero esta vez resulta más decente no hacerlo.
Estas hojas por lo general son más o menos informales –las he recibido incluso manuscritas– pero son documentos oficiales, han de servir como prueba en caso de necesitarse para ello. Y si en un alegato se habla de “un parcial”, existe el enorme hueco legal de que “parcial” es un adjetivo que no está calificando cosa alguna. Así, si hay una demanda por un “parcial” mal formulado, el profesor puede decir: «Pero es que no se trata de un examen parcial sino de un ensayo parcial del examen, falta terminar de diseñarlo.» Y tendrá tanta razón como quien se queja. Claro, es un caso exagerado y hasta ridículo. La cosa es que, sea como sea, un documento oficial no es una charla coloquial en la que “parcial” equivale a “examen, prueba, evaluación”. En un comunicado de rectoría, pongamos por caso, se vería terrible que fuese escrito algo como: «Debido a las quejas que han surgido por el video de los parciales…» Viene siendo lo mismo. Un “primer parcial” puede ser un examen como puede ser un árbitro de fútbol.
Suficiente. Un regalo para hispanohablantes y terminamos. Yo tengo muchos caprichos lingüísticos, como decir “emparedado, armario, casillero, conjunto unitario” para evitar los anglicismos “sándwich, clóset, lóquer, síngleton”; evitar el uso del pronombre “uno” porque me parece que suena feo y el uso de las dobles negaciones conservando la naturalidad; decir “lentes” porque me parece que “gafas” suena horrible; llamarle “teléfono” a cualquier teléfono, incluso a los teléfonos celulares, por ser “celular” un adjetivo suelto (como “parcial”); utilizar el pronombre “vosotros” en los textos, a pesar de vivir en Colombia; aplicar obstinadamente la ultracorrección consistente en pronunciar labiodental la letra <v>, sobre todo para facilitar el cambio de idioma porque los demás idiomas de escritura latina sí hacen diferencia fonética allí… Tengo más, pero en este momento no los recuerdo o quiero dejarlos para entradas en las que competan armoniosamente. También es cierto que en programas de mensajería instantánea, y en general trátese de lo que se trate, escribo todo en correcto español; pero eso no es un capricho, es lo que considero natural.
Un último capricho por ahora, que me ha traído una enseñanza sorprendente: no antepongo “que” en los imperativos; es decir, no digo «Que tengas un buen día.» sino «Ten un buen día.», o en vez de «Que te parta un rayo.» digo «Pártate un rayo.» Suena mucho mejor, ¿verdad? Una vez, escribiéndole un mensaje de cumpleaños a una amiga, no tuvo sentido decir «Pasa un bonito día.», porque el día ya estaba por terminar. En cambio, quedaba mejor algo como «Que hayas tenido un bonito día.», pero no es mi estilo. Así que busqué en los dos libritos de Tequia dedicados a la conjugación de los verbos en español la forma imperativa en segunda persona singular de “haber”, y resultó ser, casi no lo creo, “he”. «He tenido un bonito día.» fue lo que escribí, con la aclaración necesaria de que se trataba de un deseo emotivo conjugado en imperativo y no de un alarde mío, que ya ni recuerdo lo que hice ese cinco de julio. He disfrutado el regalo, querido lector, y aprovéchalo… (Suena muy raro…)

martes, 20 de octubre de 2009

Caminando con los dedos


Salvo, por supuesto, si se trata de cosas como volverse vegetariano u homosexual –o como el chillón calzado naranja de los cuarentones en el centro de la cuidad–, considero que seguir la moda está bien. En muchas ocasiones, incluso, es necesario: por ejemplo, por muy “su estilo” que le resulte a alguien vestirse a lo Mozart, sólo se verá normal el último día de octubre, y sólo si tiene menos de doce años, o si se encuentra dentro de la Universidad Nacional de Colombia. Ya casi es la fecha del Aquelarre, fiesta báquica que se celebra el viernes más cercano a la víspera de los santos; ese día cualquier pinta es normal; y bueno, dentro de la Universidad Nacional cualquier día casi cualquier pinta es normal. Pero ahora hablo de otra moda, y mejor paso al tema importante antes de que piensen que estoy evadiendo, o persuadiendo de evadir, el asunto primordial de movimiento en el campus por estos días.  La moda a la que me pego es la de habar sobre el paro. Hay paro. La culpa la desglosaré más tarde. El polvo primordial, base de esta masa de estudiantes sin clase, es –además de una historia de cese frecuente de actividades académicas– un problema grande que atañe económicamente, y en consecuencia también en cuanto a calidad, a toda universidad colombiana sostenida por el Estado.

A rasgos generales, y como por no extenderme en lo que quienes con más probabilidad lean esto ya saben, se trata de una ley reciente que postula que las universidades públicas colombianas recibirán menos dinero del Estado del que reciben ahora, que no es suficiente, y gran parte de sus gastos tendrá que pagárselos solita (esto sin contar el no pequeño déficit que ya se tiene). ¿Cómo? Cobrando matrículas altas, recortando carreras “inútiles” (como Matemáticas, ¡oh! desgracia, o Cine, según me cuentan), menguando en investigación,… y, finalmente, vendiendo de a poquitos la universidad. Con ese cuento de la privatización, y lo sé porque mi padre, de setenta y cuatro años, entró allí a los dieciocho y fue miembro de la Juventud Comunista, los estudiantes han justificado movilizaciones (y más que todo inmovilizaciones) durante las décadas de las décadas amén. Eso hace que me preocupe yo un poco menos, pero sin embargo la cosa se ve bien seria en esta ocasión. Otrosí, la Universidad Nacional acaba de alterar sus estatutos académicos de una forma que, de golpe, ha dejado a muchos estudiantes sin cupo. Personalmente estos estatutos me parecen bien armados, pero dejan en desventaja a los estudiantes recientes, tratándoles como antiguos, y, por otro lado, tienen una acción retroactiva que cambia la situación de muchos estudiantes antiguos. Esto a pesar de los nuevos cursos de nivelación y el programa de adaptación (que al fin y al cabo se discutió harto). Tampoco es excusa el decir que en los primeros semestres siempre se ha ido más gente; ahora es más; y el mal menor no justifica el grande, en especial si son disyuntos.

Yo todavía tengo clase. Hoy, martes, mi día pesado, tuve seis de las once horas que tengo usualmente. Y, claro, fueron precisamente seis de las siete horas que no corresponden a los contenidos de mi carrera. En la mañana debía tener cuatro: dos de Teoría de Grupos y dos de Análisis Matemático; incluso, las dos de Análisis suponíanse de examen. Ahora, mirando el Facebook, encuentro un video en el que quien preside una asamblea triestamentaria en el Auditorio León de Greiff dice literalmente: «… Y lo más importante: ¡ratificar que la Universidad Nacional se encuentra en paro…!» Más no pude escuchar bien porque los asistentes comenzaron a gritar como si de la resurrección de Michael Jackson se tratase. Y no es que me moleste del todo que la universidad esté en paro. Lo fastidioso es que se diga con aceptación que eso es lo más importante. El paro es un medio para tener tiempo, pero no tiempo para salir a caminar; hoy, por ejemplo, había una marcha contra la estigmatización, impelida por un suceso del viernes pasado al que remito en el blog de un amigo: “¡vamos a bloquear las calles para que después no digan que somos unos revoltosos que andan bloqueando las calles!”; no para caminar, decía, sino para proponer, discutir y redactar. (Pablo Torres, otro publicador frecuente, tiene enlaces a algunos videos al respecto.)

Esto se lo he comentado a algunos amigos, y, desde luego, me dicen que se han redactado pliegos de peticiones: listas de laŭstudentaj farendaĵoj (“cosas que, a criterio de los estudiantes, deben ser hechas”; el esperanto es más preciso para estas cosas, y para casi todo) que se pasan a las directivas para que las miren. Bien, eso está bien, pero es una lista: no hay retórica, no hay oratoria, y eso hasta pasa; lo peor es que no hay dialéctica, no aparecen en el texto los argumentos que se han utilizado para construirlo. Claro, no es lo que debe aparecer en una lista. Y es que lo que debe aparecer no es una lista. Es un proyecto. Una propuesta, por lo menos, de contrarreforma. Para reparar tu reloj no le das machetazos: o vas a donde el relojero, o aprendes relojería. Es decir, o buscas a quien está en el sistema, o te adaptas al sistema. Nosotros, estudiantes, conocedores del problema y de la historia del problema, conocemos asimismo el sistema; pero nos estamos rehusando a adaptarnos a él. Sabemos que no contamos con el relojero (quien elabora las leyes), sabemos de relojería (las leyes concernientes a este lío), ¡pero le damos machetazos al reloj! Por pura terquedad.

Me comprometo a esto: Cargaré con una libreta todo el tiempo; asistiré a algunas asambleas de facultad (que de las triestamentarias los apuntes serían arengas, y ya bastante tengo memorizando poesía); participaré en ellas, claro; anotaré propuestas de los compañeros; organizaré un poco las ideas; redactaré algo corto con ello, y lo presentaré con su inevitable subjetividad a algunos líderes estudiantiles oficiales acompañado de una nota introductoria, ojalá de uno o dos párrafos nomás. No sé qué tanto tiempo tenga para hacerlo, así que actuaré desde mañana mismo si es que encuentro reuniones además de bloqueos en la mañana. Mientras unos marchan, yo escribo; mi caminata es con los dedos, como cuando subo escaleras con baranda.

Y yo no debería ser el único con esta clase de tarea. Las marchas de algo sirven: mostrar cantidad de opositores. Las camisetas monocromas y las pancartas llaman la atención del curioso (i.e., del que no sabe lo que pasa). Los pliegos son listas de objetivos: bases de proyecto. Los paros permiten las reuniones. Pero todos son, dentro de lo suyo, símbolos. Los símbolos invitan, y si son masivos más; pero yo invito a participar también de una manera menos simbólica. El reloj de manecillas no tiene gnomon.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Mortinta virin’ al mi donis mian gravecon

Estoy pensando en esperanto, ¡carajo! Y bueno, es que pasé todo el fin de semana entre gente que habla esperanto. Debo permitirme, eso sí, el alarde de decir que se asombraron tremendamente de mi habilidad, especialmente porque lo he aprendido del todo por mi cuenta. El sábado me aplaudieron mi fluidez, mi fonética, mi dedicación, y mi cumpleaños. Incluso alguien cantó la parte que se sabía de las mañanitas en esperanto (“Jen la belaj matenetoj, kiujn kantis la reĝ’ David’…”), y cantamos La virbovo kaj la luno, una bonita traducción de la canción popular española El toro y la luna. El presidente de la Kolombia Esperanto-Ligo (Liga Colombiana de Esperanto), Luis Jorge Santos Morales, dictó una agradable conferencia acerca del entrenamiento del aparato fonador para aprender idiomas, confirmando que hablar solo tanto como yo lo hago es muy bueno para alcanzar el poliglotismo; así es, no estoy loco, loco el que no hable solo y tonto por no entrenarse.

Esta vez no quiero llenar mis usuales dos o tres párrafos largos de introducción, ni quiero hacer muy largo el artículo. Poco interesará, de hecho, a cualquiera; estoy publicando esto por capricho de escribir acerca de mi cumpleaños. Advierto de que no habrá mucho humor, ni figuras retóricas ingeniosas. En serio es un artículo aburrido; ya pronto vendrá algo de mejor importancia. Por ahora, os cuento que hubo un par de meses en el año 2006 durante los cuales llevé juiciosamente un diario, principalmente por desarrollar estilo. Casualmente fue aquél un tiempo interesante, con uno que otro suceso digno de ser recordado, como la invención de Lucio Esguerra (personaje de una serie de historias que estoy escribiendo), o las conversaciones con Sastre (un gran amigo mío sobre quien, por cierto, también estoy escribiendo una historia). Al año siguiente, cuando llegó el día veintisiete de septiembre, que fue el día en que en 2006 comencé el diario, decidí dedicar otro tiempo a lo mismo, y me mantuve, precisamente, hasta el diez de octubre. De ambos diarios voy a tomar parte de lo consignado para el día diez de octubre; por puro capricho.

Diario 2006

Bogotá, M 10 X 2006 COM

Umortébi fem tribíd-mi memágna

 

Lista de regalos:

Comprendí lo que es la metafísica.

Un separador hecho con cariño.

Chocolates del Desocupado Menor.

Juan Manuel Rocha cumplió sinceramente con lo que había dicho.

Una cerveza en efectivo.

Los viejos amigos están ahí.

Más láminas virtuales.

Mi bufanda quedará lavada.

Un Sudoku para expertos.

Pastelitos.

Iñigo escribe para mí.

Sastre hace chocolate para mí.

El Último Regalo: Una mujer muerta me obsequió mi importancia.

 

El Diario de hoy va a ser algo sentimental (no sentimentalista). El acontecimiento del día y el afecto demostrado por todas partes lo ameritan.

Apenas llegado al colegio, Camaría me dijo «Feliz cumpleaños.», y comenzó a esparcirse la noticia. Pedí que no me cantaran al primer bloque, era física y ese profesor no está entre los que quisiera que supieran la fecha de mi cumpleaños. Comenzando la clase, Camaría me dio un regalo que ella había hecho: un separador con hojas prensadas, por el que cambié inmediatamente la carta de juego que estaba usando en el libro. No tuvimos educación física, y en cambio nos hablaron un poco de capoeira y hubo algo de práctica, pero yo no participé por pereza de cambiarme la ropa. Sebastián Amézquita, un muchachillo de séptimo a quien llamo “desocupado menor”, me entregó un regalo marcado de esa forma: “De: Sebas “El Desocupado Menor”. Para: Adrián Martínez “El Desocupadote”.”, una caja de buenos chocolates que había salido a comprar el día anterior, habiéndose enterado del acontecimiento del siguiente. En el primer recreo alguien me tocó el hombro para hacerme voltear: Juan Manuel para darme el abrazo que me había prometido la noche del sábado –en realidad, la madrugada del domingo– y lo sentí amistoso y sincero. Cuando me crucé con Mafe, y me preguntó cómo iba, le respondí que de cumpleaños y también me dio un buen abrazo, prometiéndome además que me daría, más tarde si llegaban, un Gansito de los que vende (al final no llegaron, pero quedó de dármelo mañana). Alonso dijo que me invitaba a cerveza, y no lo hizo por falta de dinero; la cerveza la terminó pagando David, me dio el dinero y yo aproveché el encuentro que tenía fijado con Sastre para comprarla. No sabía si Lorena sabía de la fecha, terminé notando que no, entonces se formó la pequeña charla:

–Adivina quién cumple años hoy.

–¿Quién?

–Harold Pinter... que cumple años el mismo día que yo.

–Ah, ¿tú estás de cumpleaños? Feliz cumpleaños. Yo no tenía idea; hay que anotarlo, ¿qué fecha es hoy?

A Ingrid también me tocó recordárselo, y también me dio un buen abrazo. Gabriela, la novia de Manuel, que por un tiempo fue gran amiga mía, antes de estar con mi hermano, me recibió también con un buen abrazo. Todo el día estuve recibiendo felicitaciones de gente que me conoce (que son casi todos), con buenos apretones de mano y tal vez otro par de abrazos. En el tercer bloque, filosofía, una intervención mía (a dedazo) sobre la metafísica platónica, y un comentario de la profesora, me hicieron pensar un momento sobre el tema y ¡comprendí lo que es la metafísica! Al salir yo de inglés, la gente ya estaba cruzándose en el pasillo, y frente a mí apareció Daniel Páez –el más viejo de mis amigos en el colegio– con un «Feliz cumpleaños, Drian.» y un abrazo; y le siguió Sergio, el amigo que más duró como el más cercano. A la salida, Antonio apareció, trabado, y me entregó un buen paquete de paquetes de chocolatina Jet (yo colecciono el álbum virtual que se llena con los códigos que aparecen en los paquetes); también estaba Sastre, él me dio un Choco Brake y, por petición mía, no me abrazó ni me felicitó aún. Como había disturbios, no salí por la entrada de siempre, que se tapona en esos casos, lo hice por una cercana y acompañado de Medina, a quien le presté mi bufanda para que se cubriera del frío (no tiene chaqueta) y quien quedó de llevármela mañana lavada. Iñigo me prometió desde ayer que escribiría unas historias para mí.

Vine para la casa, almorcé, hice el crucigrama y un par de Sudokus; el segundo estaba bastante difícil y me tomó un buen tiempo hacerlo. Cogí el computador, cedido por Laurita. Estuve charlando, con Sastre, con Camaría, con Juniana (quien, a propósito, quedó de venir... ya hoy), con Alonso, con Daniel Amézquita. Hice un trabajo de teatro y comencé uno de química –el primer informe de laboratorio en casi dos años–. Cuando Gloria llegó de trabajar, casi a las ocho, me dio por regalo (aparte del chocolate blanco, mi favorito, que me había dejado en el cuarto desde por la mañana y del que ya me quedaban, y aún me quedan, cuatro pedazos, con uno prometido a Camaría) un par de tortas con aspecto de grandes pero en tamaño pequeño, que no he abierto; están con plan de compartir en la tarde del miércoles, con quien venga a mi casa (al parecer Juniana y Alonso). Me despedí, tenía que salir a recoger El Último Regalo: Sastre dijo que provenía de una mujer cercana a él, que él me lo entregaría; me despedí anunciando que iría a recoger El Último Regalo: «Dicen las brujas que se trata de una vida.»

Nos encontramos, me dio el abrazo y la felicitación, y el regalo: un dije. Dijo del dije que provenía de Karina –una vieja amiga suya, muerta hace meses–, quien le había dicho que se lo cediera a alguien “cuya memoria no fuera a ser borrada de este mundo”: Una mujer muerta me obsequió mi importancia.

De parte de Sastre venía un chocolate preparado por él mismo, que aún no me entrega por cosas de acondicionamiento climático del producto. Compré la cerveza que me regaló David, y estuvimos andando y charlando. Hablamos un poco de Karina, un poco del chocolate que me preparó él, un poco de mi cumpleaños, y un poco de lo que había pasado con la decisión que tomó de regresar al control de la organización: gente libre. Además me contó que lo habían pasado a estudiar en una institución de la organización, bastante duro.

Me acompañó hasta la puerta del conjunto, ahí nos despedimos como siempre, agarrando los antebrazos en apretón, y subí a comer algo y escribir el Diario. Me habría gustado ver a Laura Cantor en la lista inicial de alguna forma.

Magne Es necesario hacer aclaraciones, desde luego, y disculparéis si abandono un poco el estilo del resto del blog, he estado releyendo estas anotaciones y pasa como cuando se leen varios libros seguidos de un escritor: se queda pensando en ese estilo (ya con Saramago y Kundera me ha pasado). Iñigo efectivamente escribió para mí; fue una sola historia, pero lo hizo, y me gustó lo que escribió. El viernes siguiente Sastre me lanzó el chocolate sorpresivamente y se fue poco después. Saludos a la memoria de Harold Pinter. No voy a ponerme a presentar a los personajes, claro. Hice unos muy pocos arreglos de estilo y de contenido, extrayendo cosas que no se entienden sueltas, y otras que no tenían mayor relevancia (el desayuno, verbigracia). La frase inicial, que da título al día, es la versión en el idioma inventado por mí (versión actualizada) del título del presente artículo; ese título se encuentra en esperanto y traduce al español “Una mujer muerta me obsequió mi importancia.” Me gusta como suena. Continuemos:

Diario 2007

GRABACIÓN

Bogotá, C 10 X 2007 CG

 

Valiente forma de comenzar el cumpleaños: salí casi sin desayunar… pero el cumpleaños comenzó antes, y la primera en felicitarme fue Tathy, apenas comenzó el día. Faltando quince minutos para las siete de la mañana –la hora a la que normalmente salgo– sonó el citófono, y era Camaría; mandé decir que me esperara, que yo ya salía, y cuando salí no le vi; me saltó encima desde un escondite en la fotocopiadora con un abrazo y un “Feliz cumpleaños”. Alcanzamos a llegar a tiempo al colegio, junto con Pilar, que se nos unió en la veintiséis. En clase de comunicación Matiz nos repartió unos libros pequeños para leerlos, y como sólo me falta una parte para acabar el que tomé, lo hice rápido y me fui a la emisora a trabajar, ya no recuerdo en qué. La evaluación de química la terminé en cuarenta minutos, con un puntaje de ochenta y cuatro sobre cien, lo que me dejó el resto del bloque libre, que pasé de nuevo en la emisora. Al recreo salí y fui a preguntar de nuevo a la celadora si ya habían llegado mis compañeros; pues lo habían hecho hacía un rato; los busqué poco tiempo, antes de encontrarlos frente a la coordinación de primaria; Laura estaba frente a la cámara grabando una intervención y en cuanto terminó fue a saludarme con un abrazo de cumpleaños. Recorrimos todo el colegio haciendo tomas –no asistí a matemáticas por estar en eso– y al segundo descanso salimos (yo escapado) a la Plaza Che a hacer dos últimas tomas conmigo antes de que ellos se fueran a terminar el video con Fernando Rincón y en la Plaza de Bolívar. Los diez temas del Plan Decenal los pusimos a ser dichos por distintas personas, y quedaron así:

Tema I. Ciencia y tecnología articuladas al sistema educativo. Laurita en el laboratorio de química, con una bata que le prestó Manuel Guevara, sosteniendo un frasco de laboratorio frente al estante de frascos.

Tema II. Renovación pedagógica desde y uso de las TIC en la educación: Daniel Rosas en la sala de informática dos, frente a un computador.

Tema III. Formación, profesionalización y dignificación de docentes: la profesora Amparo Viveros en su salón.

Tema IV. Más y mejor inversión en educación: Camila (muy asustada) en el patio interno.

Tema V. Educación en y para la paz, la convivencia y la ciudadanía: la celadora Berta frente a la puerta del colegio.

Tema VI. Equidad: acceso, permanencia y calidad: Maritza en la oficina de dirección.

Tema VII. Otros actores en y más allá del sistema educativo: Laura sentada en el césped en una toma en picado.

Tema VIII. Desarrollo infantil y educación inicial: unas niñas de primaria en coro en la cancha pequeña de baloncesto.

Tema IX. Liderazgo, gestión, transparencia y rendición de cuentas en el sistema educativo: yo en la Plaza Che, con la Biblioteca Central de fondo.

Tema X. Fines y calidad de la educación en el siglo xxi (autonomía y globalización): Andrés en la Plaza Che, con el auditorio León de Greiff de fondo.

Y hubo varias tomas que me gustaron, como una de Andrés sentado en un rodadero pequeño en el parque de primaria.

Cuando salíamos para la Plaza los que fueron a la obra de inglés estaban regresando, y cuando volvíamos Protozarco me esperaba frente al colegio, hablamos un momento en francés y como no podíamos pasar la tarde juntos porque yo tenía consejo directivo, se fue. Laura me dio una chocolatina de cumpleaños.

Al último bloque tuve inglés. Mónica me dio un abrazo de cumpleaños. Sandra me sacó de clase para acomodar parte de un evento. Estaban haciendo unas carteleras, cuadramos qué diría cada quien en el evento y tuve el resto del bloque libre. Almorcé con Camaría (y del almuerzo de ella, más un emparedado y una avena que me gastó Sandra de cumpleaños) y a las dos y media consejo directivo.

Era el primer consejo directivo con el nuevo director. Preside bien, según mi concepto.

Hasta ahí llegué. Fue lo último que consigné ese año. También este texto tiene unos pocos ajustes. Laurita y Laura son dos personas distintas; la primera es mi hermana, la segunda es una amiga de la Personería; y debo permitirme confesar que, actualmente, ellas dos son las mujeres que más quiero. El Protozarco de acá y el Antonio de antes sí son la misma persona. Del cumpleaños del año pasado no hay mucho que decir: recuerdo que ese día vestía con camisa rosada y que mi familia se fue de viaje (sonará triste para algunos, pero en mi familia eso no tiene lío; de hecho, me enteré de que sonaba triste porque alguien me lo dijo), tomé cerveza con unos amigos, asistí a La Perola. Nada para darle párrafo.

Tengo enfrente de mí, abierto en la página mil ciento treinta y dos, donde buscaba la palabra “treni”, el Diccionario completo e ilustrado de esperanto, (el famoso PIV, Plena Ilustrita Vortaro). Estaba sobre una mesa de exhibición el domingo del congreso de esperanto; Luis Jorge Santos lo tomó cuando yo andaba cerca, lo extendió y me preguntó sonriente «Ĉu vi akceptus tion ĉi kiel naskiĝtagan donacon?»… ¡Casi grito! Es un libro gordo, costoso, importante. La frase traduce “¿Aceptarías esto como regalo de cumpleaños?” Le agradecí emotivamente (en esperanto), y él dijo (en esperanto) que estaba seguro de que en mis manos estaría mucho mejor que en otro lado. Va acertando.

domingo, 27 de septiembre de 2009

De trucos con la lengua

Serie Gritos y susurros
Parte 1 

[Cumpliendo con lo prometido a cierta chica desentendida en ciertos asuntos, publico este artículo.]

ADVERTENCIA: El texto que viene a continuación ha de ser leído en voz alta. Quien adolezca de timidez por favor absténgase de leer esto en público; quien, por otro lado, considere normal exhalar sonidos desesperadamente, continúe con total tranquilidad. La información que procedo a facilitar es de altísima importancia para quien esté interesado en desarrollar habilidades con la lengua más allá de las usuales. Se sugiere calentar un poco lengua y labios como a criterio del lector más convenga. Asimismo, advertir a quienes se encuentren cerca del computador de que no se trata de algo indecente ni zafado. También es bueno servirse un vaso de agua.

Comenzaré con una pequeña narración:

El profesor se ha quedado solo con su estudiante y ha aprovechado la ocasión para dar una lección que obligará a la muchacha a emitir sonidos que con poca probabilidad se atrevería a emitir frente a sus padres. A gritar cosas que sólo los entendidos entienden. A disfrutar con él de lo que pueden hacer juntos, y que cada vez será más completo, variado y placentero. Le dice: «¡Vamos, grita, grita fuerte, que yo sepa que lo sientes en los labios, en la lengua, en la garganta! ¡Vamos, abre grande, mueve los músculos y deja que salga lo que deba salir!» Y es que el profesor es un hombre muy profesional, que se toma sus asuntos en serio y quiere que sus estudiantes se sientan satisfechos, quiere enseñarles las cosas como deben ser para que después puedan valerse por sí mismos. Además, la lección de fonética francesa es una de sus favoritas.

El profesor de francés y la estudiante, una chica un poco tímida pero muy entusiasta, son dos son personajes que acabo de inventar para llamar un poco más vuestra atención. Ahora sí, a lo que vine esta vez. Cuando publiqué el artículo Ĉu Vi komprenas?, en el resumen que puse en Facebook una amiga comentó: «Pues estuvo bien divertido, yo le hubiera agregado un poco más de humor negro. Eso sí, maravillosos los fonemas, pero mejor aún sería saber decirlos, me encontré frente a la triste realidad de no poder pronunciar nada…» Entonces le prometí que publicaría el truco. (Está a punto de comenzar la parte que os hará sonar ridículos. Advertid a los cercanos, por favor, de que no estáis intentando aprender el idioma de los monos.) El truco consiste en dos conocimientos fundamentales.

1. Aparato Fonador. Hay que saber cómo se pueden acomodar los músculos y huesos de la boca, y cómo se puede dejar salir el aire; principalmente, saber cerrar los labios y saber dónde se puede poner la lengua dentro de la boca (por fuera ya es asunto ajeno a lo que no sea introducción llamativa). Conocer los puntos de articulación y los modos de articulación. Antes debo definir fono: así por encima, cada uno de los sonidos mínimos que podemos emitir, como cada vocal o cada consonante. Y ahora comenzamos por partes.

Gorila lenguaPrimero una pregunta: ¿cómo es más fácil recordar los personajes de una historia cuando son hartos? ¿Cuando salen todos de una vez o cuando salen uno por uno? La respuesta es obvia, y por eso generalmente prefiero presentar cada personaje en su turno y mostrar unas cuantas de sus hazañas de manera que quede una imagen de él que será mantenida, y gradualmente modificada, claro, hasta el final de la historia. Esta forma de presentación me ha traído problemas para introducir a los personajes de este artículo, hasta que he sido iluminado con una decisión: así como el artículo sobre heráldica quedó partido en dos –y posiblemente en más para el futuro–, el presente texto será el primer capítulo de la serie Gritos y susurros. Comenzaremos con gritos; con vocales, por aquello del idioma de los monos.

¿Qué es una vocal? Muy bien, Pepito, es lo que no es consonante, ¡pero no me sirve! Una vocal es un sonido que se emite dejando pasar el aire libremente a través de la boca. Internacionalmente se define como un núcleo silábico; es decir, como el fono (sonido) que determina la existencia de una sílaba. ¿Y cuántas vocales hay? Muy bien, Pepito, cinco… en español. En total son por lo menos veintiocho. La diferencia depende de tres factores: altura, fondo y redondez; los dos primeros están asociados a la lengua, y el último, a los labios, y son bastante más fáciles de entender de lo que parece. La altura es la cantidad de espacio que hay entre la lengua y el paladar: más alto, más cerca (y no es el emblema de los juegos olímpicos); ahora debéis comenzar a hablar gorila: bajad y subid la lengua, acompañada de los labios, dejando escapar el aire, ¡y que suene! ¡Hay que imitar al monito!

El fondo es la cantidad de espacio entre la lengua y el labio inferior: más al fondo es más lejos; ahora jugad con el fondo, y cuando se vuelva monótona la cosa mezclad fondo y altura. Por último, la redondez es una cualidad bivalente: redondeado o no redondeado. Por ejemplo, la o española es redondeada, y la i no lo es. Jugad con la redondez (sólo hay dos opciones si la lengua permanece quieta), y luego mezcladlo todo hasta que los presentes hagan cara de estar viendo al eslabón perdido. Estáis listos para la parte de memoria.

2. Alfabeto Fonético Internacional. Hay que saberse de memoria los símbolos que representan los sonidos, o disponer de una tabla que los muestre. Esta que viene es la de las vocales, y se entiende fácilmente viéndola con la cara apuntando hacia la izquierda: una vez hecho eso, las posiciones de la lengua corresponden a las posiciones de los símbolos: lengua alta, media alta, media baja y baja; lengua al frente, en el centro, atrás. Los símbolos que aparecen por parejitas se articulan con la misma posición de la lengua, pero el fono representado por el símbolo de la derecha es redondeado; el otro, no.
Vocales

Debo mencionar otros cuantos símbolos, y como ejemplo usaré una palabra en español plagada de vocales, “caería”. La Asociación Fonética Internacional asignó los paréntesis angulares para lo escrito, como <caería>; las barras para lo pronunciado en el idioma determinado, como /ka.e’ɾi.a/; los paréntesis cuadrados, o corchetes, para lo pronunciado exactamente, como [ka.e’ɾi.a] (en rigor, debería haber una punta que une por debajo la [a] y la [e], indicando que el hablante las comprime en la misma sílaba; entre otras cosas…). El punto indica separación de sílabas, aunque por lo general resulta innecesario. El apóstrofo se ubica antes de la sílaba tónica para indicarla, y cumple a la vez la función del punto; como cuando un párrafo termina con pregunta y el punto del signo de interrogación se usa de una vez como punto a parte. ¿No os fastidia, como a mí, cuando alguien pone punto luego de interrogación?

Así, las vocales que usamos en español son /a/, /e/, /i/, /o/ y /u/, y si las metiésemos en paréntesis cuadrados tendríamos que hacer unas modificaciones pequeñas con signos diacríticos (esos que van arriba, abajo o pegados a las letras, como la tilde española), porque no son exactamente ésas. Pero el casi es chiquitito. En francés, por ejemplo, se usan además la [y], la [ɛ], y otras varias, entre ellas las nasales, que son lo mismo que éstas pero sacando aire también por la nariz, y se representan con una tilde (así se llama), como [ã]. Los idiomas urálicos, como el finés, el turco o el húngaro, tienen unas reglas muy interesantes respecto al uso de sus ocho vocales, que consisten en separarlas en tres grupos de manera que hay dos de ellos que no pueden tener representantes en la misma palabra. Para el siguiente chisme vocálico: una raíz es un conjunto de fonemas (clases de fonos equivalentes en un mismo idioma, como [a] y [ɑ] en español) que obtienen significado en un idioma determinado, pero no tienen por lo general función en la oración, como “cas” para “casa”, “casas”, “caserío”,… El chisme: en árabe las raíces suelen ser tríos de consonantes, y la función de una palabra en la oración depende de las vocales que tenga, en el orden en que las tenga, atravesadas entre las consonantes; a diferencia del español, por ejemplo, que determina la función de una palabra mediante su terminación.

Ah, y respecto a trucos con la lengua, lo siento, pertenezco al selecto grupo de personas que por genética no podemos ni doblarla en rollito. Pero puedo hablar francés, chicas, y eso implica un buen entrenamiento.

domingo, 30 de agosto de 2009

Cláusula de la verdad

El suscrito, Adrián Martínez París, en uso de su libertad como usuario de la red de computadores para publicar sus creaciones, y considerando que se divierte de lo lindo haciéndolo, procede a presentar su nueva entrada:

A la moda de la época

 
La Universidad Nacional de Colombia es famosa porque se dice que es la mejor universidad del país; lo es también porque es la más grande del país; porque es la primera universidad de Colombia en investigación; porque es la principal universidad pública del país; porque muchas de las otras universidades se llenan con los que no pasaron el examen de admisión de ésta (ups); porque yo estudio ahí (está bien, eso no);… También es famosa porque las revueltas estudiantiles son frecuentes en ella. (Siendo consecuente con el tema principal de este artículo –al que convergeré, como siempre, después de varios párrafos introductorios– aclaro que lo que digo a continuación son cosas que me han dicho y no puedo corroborar, pero que me inclino a creer.) La mayor parte de esas revueltas son organizadas por miembros de grupos ilegales, armados, como las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) o el ELN (Ejército de Liberación Nacional), que se infiltran a la Universidad como estudiantes y se encargan de reclutar gente y, precisamente, de armar revueltas, no sé ya para qué: ahora hacen una especie de ritual religioso en la plaza central con coreografía y máscaras de tela, gritando arengas, y hacen estallar unas cosas que suenan duro y estorban en clase pero ya a nadie le importa y todos seguimos como si de la caída de un bolígrafo se hubiese tratado. Eso ahora. Antes, cuando el espacio y las rejas lo permitían, iban a las entradas principales y lanzaban piedras (rocas, por si algún geólogo leyere) hacia afuera, lo que, según me explicaron alguna vez, es un gesto de protesta sin intenciones de golpear a alguien; esa inocencia se pierde cuando llega la policía. Yo me gradué del colegio de la Universidad Nacional, y claro, no por ello ha de estar lleno de estudiantes maravillosos; hay quienes se meten de curiosos –de sapos, qué carajo– a tirar piedras, y algunos son gente del colegio tan idiota que se encapucha con el saco del uniforme.

Por culpa de estudiantes como ésos, que se encargan de armar líos, y no de estudiantes como yo, que llevamos sanamente cerca de quince años ahí metidos, la reforma académica hecha el año pasado en la Universidad Nacional de Colombia tiene entre sus objetivos el de dificultar que un estudiante se mantenga por mucho tiempo en la Universidad. Yo me leí por completo los documentos principales de la reforma, pero ahorita no recuerdo mucho, sólo lo que ya dije y que tengo un PAPA como para pintarle carita feliz a una bolsa de papel; sí, no soy de los mejores estudiantes, pero me mantengo y eso está una delicia. (Para los que no manejan la cuestión, con la aprobación de la reforma académica se introdujo el concepto de Promedio Aritmético Ponderado Acumulado, que es exactamente lo que dice salvo que no sé qué carajo significa “ponderado”; ya mismo abro Moliner.)

Terrasaurio BorradorLos dibujitos son míos, viejitos, en cuaderno. Cuando estaba de moda Pokémon, hace como ocho años cuando yo tenía diez u once, me puse a inventar mis  propios monstruitos, mis propios escenarios y mi propia historia: el protagonista era Tak, un muchacho con un peinado de lado muy curioso, el antagonista era Prácer, casi calvo, y, por ejemplo, el primer poquemón (me permitiré usar el españolismo) de Tak fue Ozáru, personaje que ahora adapté a mis historias fantásticas como uno de los cofundadores de una ciudadela en el Paraíso; el primer poquemón que Tak atrapó fue Zamária, adaptado de la misma manera que Ozáru, y hasta inventé una película que dibujé por cuadros en un rollo largo y delgado de papel periódico. Salió la revista Pokémon y me puse a hacer mi propia revista; inventé elementos (barro, luz, vapor, magia,…); hice rompecabezas con escenas de mi historia; inventé cosas como el poquedisco o la transbola, que son poquebolas especiales,… Así hice con varias cosas: saqué Los Fuego, mi copia de los Power Rangers; Miko, mi copia de Crash Bandicoot; Rayo Eléctrico, un súper héroe que inventé a partir de un muñeco de Robin; Battle Mosters, cuando salió Digimon para no quedarme sin mis monstruitos distintos;… Ésos y otros los he estado metiendo ingeniosamente en mis historias fantásticas: los Battle Monsters, por ejemplo, entran con el Conjuro de los Antropomorfos; los héroes, que no son pocos (Mazo, Cobra, Bala Naranja, Gigante,…) entran como almas especiales. Y ya me cansé de poner puntos suspensivos. Ah, e inventé Magister Fascinatii, un juego de cartas muy bueno, impulsado, por supuesto, por Magic y Yu-Gi-Oh!; aún tengo por acá el documento con las reglas, sólo no hay cartas.

Ahora, cuando en la universidad estuvo de moda la mencionada reforma, a mí me dio por ponerme de jurista aficionado y oficialicé para mí unas normas que ya tenía puestas en mi vida. La primera que redacté fue la Cláusula de la verdad, para la cual fue hecha esta entrada. Lo citado en ella es cierto. La muestro especialmente porque escribiendo otro artículo para el blog necesité mencionarla y me pareció prudente y divertido hacerla pública antes para poder enlazar, y así no citarla completa en el otro texto, recargándolo. Para darle cierto aire de validez internacional, la resolución está escrita en esperanto; la voy a citar en esperanto y justo después viene la traducción al español. Entendidos en Alfabeto Fonético Internacional serán capaces de pronunciar la versión original siguiendo el enlace de la palabra “esperanto” arriba, aunque no entiendan eĉ terpomo [ni papa].
 

Klaŭzo de la vero

Li, Adrián Martínez París, portanta de la landa cedulo de civitaneco numero XXXXX de Kolombio, laŭ uzo de sia aŭtoritato kiel pensanta homo por atribui al si mem siajn proprajn regulojn, kaj
KONSIDERANTE,
  1. Ke Li difinas “diri mensogon” kiel prononci voĉe oracion referantan al okazaĵo neniam pasinta nek pasanta, sen klarigi, esprimite aŭ ne, pri tio;
  2. Ke Li vivadas, ĝis nun, trankvilan kaj senzorgan vivon;
  3. Ke Li vivas kun ateista familio, kapabla akcepti siajn proprajn erarojn;
  4. Ke Li vidis la problemojn, kiujn aliuloj obtenas per diri mensogojn;
  5. Ke, pro tio anoncita en la unuaj kvar konsiderantoj, Li konkluis, ke diri mensogojn estas nebezonenda por sia vivo, kaj, aliflanke, ne fari ĝin estas favorebla;
  6. Ke la bonfarteco de homo estas pli grava ol tio, kion tiu ĉi dokumento referas;
  7. Ke ignori estas neevitebla;
  8. Ke ŝerci estas parto de la socia vivo;
    REZOLUCIAS

    Artikolo 1. Ne diri mensogojn krom laŭ la sekvaj tri kazoj:
    • a. Kiam Li volus savi iun el malbonaĵo, kies grandeco, laŭ Li, estas multa, kaj la sola formo fari ĝin estas diri mensogon.
    • b. Kiam ĝi rezultus el la ignoreco pri la situacio aŭ la temo.
    • c. Kiam Li ĝin farus por ŝerci kaj la ŝercaĵo ne kaŭzus grandan malbonaĵon, laŭ Li, aŭ la malbonaĵon, kiun ĝi povus kaŭzi, estos bontempe evitita.
    Paragrafo. Kiam la vera informo kontraŭanta malveran informon diritan de Li laŭ la kazo referita en la litero b de tiu ĉi artikolo estos konata de Li, Li devus, dum eblus, korekti tiun informon.
    Artikolo 2. Ankaŭ ne skribi mensogon dum verkado, krom laŭ la samaj kazoj de la Artikolo 1, kiam klarigo pri tio, esprimite aŭ ne, ne estus farita.
    Artikolo 3. Laŭ kazo, kiun Li dirus mensogon for el tiuj, kiujn la escepcioj de la unua artikolo specifas, Li devos sin trudi kaj fari punaĵon, kiun Li konsiderus konvena.
    Artikolo 4. Ĉi tiu rezolucio ricevas la nomon “Klaŭzo de la Vero”, kiel indikiĝas en la titolo.
    Artikolo 5. Ĉi tiu rezolucio derogas ĉiun alian kaj antaŭan kaj postan determinon krom tiun nomigitan “Leĝo Nulo” kaj tiujn, kiuj derogos tiun ĉi venontece, kaj regas ekde la tago unua de la monato januara de la jaro mil-naŭ-cent-naŭ-dek-naŭa post Kristo laŭ la gregoria kalendaro.
    KUMPLIĜU
    Eldonita ĉe Bogoto, Kolombio, je la tago dek-sepa de la monato septembra de la jaro du-mil-oka post Kristo laŭ la gregoria kalendaro.

    Viene mi firma y listo. Ahora en español:
     

    Cláusula de la verdad

    El suscrito, Adrián Martínez París, portador de la cédula nacional de ciudadanía número XXXXX de Colombia, en uso de su autoridad como hombre pensante para atribuirse sus propias reglas, y

    CONSIDERANDO
    1. Que define “decir una mentira” como enunciar en voz alta una oración que refiera un suceso que no sucedió ni está sucediendo, sin hacer aclaración, tácita o no, al respecto;
    2. Que vive, hasta ahora, una vida tranquila con pocas preocupaciones;
    3. Que vive con una familia atea, capaz de aceptar sus propios errores;
    4. Que ha visto los problemas que obtienen los demás por decir mentiras;
    5. Que por lo anunciado en los primeros cuatro considerandos, ha concluido que decir mentiras es innecesario en su vida, y, por otro lado, no hacerlo es favorable;
    6. Que la salud de un ser humano es más importante que lo referido en este documento;
    7. Que ignorar es algo inevitable;
    8. Que bromear forma parte de la vida social;
    RESUELVE
    Artículo 1. No decir mentiras salvo en los siguientes tres casos:
    • a. Cuando quiera salvar a alguien de un perjuicio cuya gravedad, según criterio del suscrito, es alta, y la única forma de hacerlo es decir una mentira.
    • b. Cuando resulte de la ignorancia respecto de la situación o el tema.
    • c. Cuando lo haga para bromear y la broma no cause grave perjuicio, según criterio del suscrito, o el perjuicio que ésta pudiere causar sea evitado a tiempo.
    Parágrafo. Cuando la información verdadera que contrarreste una información falsa dicha por el suscrito en el caso referido en el literal b de este artículo sea conocida por el suscrito, éste deberá, en lo posible, corregir dicha información.
    Artículo 2. Asimismo no escribir mentiras en texto alguno, salvo en los mismos casos del Artículo 1, cuando no haya aclaración, tácita o no, al respecto.
    Artículo 3. En caso de que el suscrito diga una mentira que no esté salvaguardada por las excepciones del Artículo 1, deberá imponerse y realizar un castigo que considere conveniente.
    Artículo 4. Esta resolución recibe el nombre de “Cláusula de la Verdad”, como se indica en su encabezado.
    Artículo 5. Esta resolución deroga toda otra determinación, anterior o posterior, salvo la denominada “Ley Cero”, y las que la deroguen en el futuro, y rige desde el primer día del mes de enero del año mil novecientos noventa y nueve después de Cristo según el calendario gregoriano.
     
    CÚMPLASE

    Dado en Bogotá, Colombia, a los diecisiete días del mes de septiembre de dos mil ocho después de Cristo según el calendario gregoriano.
     

    Papas

     
    El hecho de mencionar “después de Cristo” no es una señal de conversión, sino por el contrario una forma de dejar explícito el año al que me refiero con la cronología que sé manejar, impuesta por el Papa Gregorio XIII en  el año 1582 después de Cristo, según... Es decir, no lo uso por creencia sino porque no me sé otra forma conocida de ordenar el tiempo, y al fin y al cabo es ésta la más común por acá. Seguramente cuando me ponga a leer sobre cronologías orientales o precolombinas haré una entrada al respecto. Ya he leído algo, sobre reformas propuestas para una cronología internacional, como el Calendario Fijo Internacional, que desde mi posición de ateo resulta de maravilla.

    No intento dejar una lección con esto, ya avisé de que es preámbulo para remitir desde otra entrada. Y no soy un tipo extremista, simplemente me tomo en serio mis decisiones, tomé ésa, la formalicé, y me salva la Ley Cero, que presentaré en alguna ocasión y de la que diré por ahora que es algo así como “rompa las reglas que quiera que eso de limitarse no vale la pena”. Un último comentario: así como los Papas Benedicto son reconocidos por conservadores, los Papas Gregorio lo son por reformadores, y por eso cuando me iba a lanzar a la personería de mi colegio quise llamar a mi propuesta Gregorio XVII, que diera la idea de reforma; no me lancé, preferí el consejo estudiantil, pero sí me colé a la Personería a trabajar desde entonces.

    Demasiada información para una entrada de transición, me parece a mí. No recargo más y me voy, por ahora, lamentando mi PAPA, entendiendo más que papa y contando el tiempo como el Papa.
    COMÉNTESE

    Dado en Bogotá, Colombia, a los treinta días del mes de agosto de dos mil nueve después de Cristo según el calendario gregoriano.

    (Firma y sello pendientes, o imaginarios.)

    sábado, 15 de agosto de 2009

    Puertas, ¡abríos!

    Explicar lo que es un imperativo es fácil: “cállate, muere, corred, no habléis, salgamos”. Ya no tan fácil es explicar lo que es un imperativo en tercera persona. ¿Cómo se le ordena a alguien que haga algo tratándole como a un “él” y no como a un “tú”? ¿O a varios que hagan algo tratándoles como “ellos” y no como “vosotros”? Los que nos dedicamos a la matemática lo hacemos todo el tiempo: «Sea f una función de B en los reales tal que…»; no pedimos permiso, sólo «¡Hágase la luz!», and there was light. En inglés sí se pide permiso: «Let f be a function…» (literalmente, «Dejad a f ser una función…») o «Let there be light!» (literalmente, «¡Dejad que haya luz!»); ¿a quién le pide Dios permiso para que haya luz? Obviamente a un ser (o a unos seres) superior a él. Conclusión: en inglés hay por lo menos un ser superior a Dios. (Y yo me salvo del pecado de blasfemia por ser ateo.) Claro, estoy comparando una entidad lingüística con una entidad teológica: es como decir que la felicidad es más inteligente que un jabalí; o cerrándonos a las entidades mencionadas, como decir que un lexema le da órdenes a Visnú. Porque, aclaro, esa figura de «let be» es efectivamente un imperativo en inglés, como «Let us go!» para decir «¡Vamos!»

    SúcuboÍncuboEn esperanto –por poner alguna otra cosa pedagógica al respecto– los imperativos  se forman con la terminación “~u”; usando el mismo ejemplo inicial: “silentu, mortu, kuru, ne parolu, ni eliru”. Cuando comencé a aprender esperanto descubrí que existe una película llamada Incubus (distinta de la Incubus de Jesús Franco, 2002) que se rodó en blanco y negro y en esperanto, con William Shatner (el capitán Kirk de Star Trek) como protagonista, y su temática era del tipo mágico, así que me puse a jugar a que el idioma servía para crear conjuros, y usando imperativos las cosas y las personas hacían caso de lo que se les ordenaba. Voy a dar de paso dos definiciones importantes en la magia: las de íncubo y conjuro, que muchas veces no se conocen. Un íncubo es la excusa perfecta para coartar un embarazo accidental; se trata de un demonio varón que tiene por actividad primordial violar mujeres en las noches y es común que de sus actuaciones resulten embarazos; y para que no digan que sólo los varones poseemos tal lujuria, existe también el súcubo, que es lo mismo pero mujer a varones, succionándoles su energía; claro, los afectados no suelen resultar embarazados, pero sí condenados a una muerte pronta y a la insatisfacción sexual por parte de cualquier otra mujer. La imagen de la izquierda muestra un íncubo, se llama Incubus y es un cuadro de Warren Criswell; la imagen de la derecha muestra un súcubo, y me perdonará el autor pero no sé quién es y asumiré que su obra es de dominio público; lástima porque le quedó bien buena, y la imagen en su totalidad también. Un conjuro es un hechizo que va acompañado de un enunciado, y sólo funciona si se coordinan adecuadamente la ejecución y la pronunciación, según lo especificado para cada caso; es decir, conjuro es la tripla ordenada (H,E,C) con H el hechizo, E el enunciado y C una norma de coordinación entre H y E, que resulta ser a su vez un hechizo sobre ellos; pero valiéndose de una sinécdoque se le puede llamar también conjuro al enunciado solo. Obsérvese que el enunciado puede no estar relacionado en su contenido con el contenido del hechizo y puede incluso no tener sentido, ser una sarta de sonidos ininteligibles. Y por extensión también se le llama conjuro a un hechizo que funciona sólo si va acompañado bien de un canto, o de unos movimientos con el cuerpo, o del trazado de un dibujo, o de una coreografía,…

    Continuando con mis conjuros en esperanto, por ejemplo si decía «Mi flugu laŭ mia volo!» [«¡Vuele yo como yo quiera!»] al ejecutar el hechizo, efectivamente volaba a mi antojo; o si decía «Haltu!» [«¡Detente!»] a alguien, la persona se detenía. Lo usaba sobre todo con imperativos de tercera persona, del tipo «¡Venga a mi mano el marcador!» o «¡Ábrase la puerta!» En esperanto es posible incluso usar imperativos en primera persona, cosa sintácticamente inconcebible en español; el primer ejemplo de este párrafo es una excelente muestra: para decirlo en español es necesario considerarse a sí mismo como una tercera persona y usar ese imperativo. Y de todo esto me voy a quedar con dos cosas: con la «equidad de género» que se genera con el íncubo y el súcubo, que de todas formas tendré que extender con “la íncuba” y “la súcuba”, y especialmente con lo de las puertas: «Malfermiĝu la pordo!»

    Lo que sigue es un texto escrito por Santiago Sepúlveda, un amigo de la universidad que estudia Cine y Televisión y gusta de escribir relatos fantásticos en marcos inicialmente realistas: cosas como una ciudad común y corriente que comienza a hundirse toda en el agua (o en algo que lo parece) y lo que se hunde desaparece para siempre. Hace poco me mostró una de sus creaciones recientes, un texto titulado Se abren las puertas que él calificó de cuento y yo no sé de qué calificar; no voy a decir más sobre él, salvo que hay un momento en el que introduce el juego de la equidad de género y de golpe parece atravesado, pero luego parece regular; es un efecto curioso. El texto me gustó bastante, y en cuanto lo leí pensé en que podría publicarlo aquí; no me dispuse a hacerlo, ni consulté a Santiago, pero al día siguiente él mismo me preguntó si lo publicaría, entonces quedamos de acuerdo en que yo le haría un artículo a su escrito y lo pondría en KREVERK después de dejárselo ver. Así que con su aprobación vino todo lo demás, y ante todos vosotros:

    Se abren las puertas

    Hay que fijarse, a veces, porque por la puerta puede cruzar una calle
    por la calle puede cruzar una puerta, a veces, y hay que fijarse.
    Tristes cerraduras giran sus llaves en cualquier esquina;
    esto les genera un sentimiento de humilde cosquilleo, apenas ríen.
    Juegan a no dejar pasar aves, que presurosas deben torcer su vuelo cuando encuentran que les cierran la puerta en las narices. Juegan a desviar a un caminante distraído, sea cerrándose o abriéndose hacia otro lugar, juguetonas, románticas, atrevidas.
    Se abren las puertas al cielo, al metro, al bosque, al parque donde usted y ella se besaron por primera vez, al bar en que nunca pasó algo que nadie vio ni nadie supo porque usted así lo quiso.
    Desde las ventanas más altas las puertas se ven como rayitas pequeñas, tiernas ellas jugando a la vida, jugando a ser diosas, dioses, las puertas y los puertos si respetamos su feminismo, señorita de Brigard, señorita Schlenker, señorita Lozano.
    Las puertas dicen haber tenido las aventuras más ataviadas y narran al más mínimo mosquito con una grandilocuencia inigualable. Cualquiera diría que hacen carrera de política.
    Señorita de Brigard, siga usted si se atreve por esa puerta, tenga cuidado.
    Las puertas juegan con todo. Señorita Schlenker, sepa usted lo anterior, y téngalo muy en cuenta.
    Señorita Lozano. Usted y yo conocemos la gran dificultad que se presenta al encontrarse con una puerta. Las hay de todo tipo, ¿le molestaría discutirlo por un momento?
    Puertas pequeñas, dignas de Alicia y el conejo.
    Puertas medianas.
    Puertas grandes, las menos serias e interesantes.
    Iglesias, casas, museos. Las puertas saben que lo controlan todo. Así que se dan el lujo de bromear, ya sea con usted o con una paloma descuidada, o con los hombres de las altas ventanas que creen controlarlo todo, pero no, y usted lo sabe, y usted también, y usted. Incluso a veces creo que yo lo sé. Pero las puertas son bromistas y se abren, últimamente lo hemos visto camino a la oficina, a un café o a un lugar de mutuo parloteo coherente, ciertamente incoherente, donde discutimos acerca de a quién abrimos las puertas de nuestros corazones. Qué cinismo. Puertas de humor negro desgraciadas.
    Puertas sinvergüenzas. ¡Me encantaría arrancarles sin piedad el Hale, el Empuje! Disfrutaría morbosamente diseccionar sus cerraduras para que no rían más a costa nuestra.
    Creo que lo he logrado un poco, gracias a usted. A usted también, y a usted... sobre todo a usted.
    Santiago José Sepúlveda Montenegro, puerto.
    El artículo, hasta el final del texto de Santiago, estaba completo hace un par de días, pero como necesitaba el consentimiento del susodicho y no lo había localizado, no había publicado todavía. Ahora está hecha esa última tarea, así que publico dejando dos puertas abiertas: la de los comentarios, siempre bienvenidos y a veces fervorosamente solicitados, y la de Tequia, donde hay textos de éstos, y de esos otros, y de aquéllos… Sí, de esos también.

    viernes, 7 de agosto de 2009

    Os invito a crear

    Mi hermano Manuel se graduó de bachiller el año pasado, y el discurso de grado, escrito y pronunciado por una compañera suya, no estuvo mal. Pero un poco antes, o un poco después, la coordinadora de bienestar pronunció un discursucho de despedida a los graduandos que bien pudo haber sido compuesto de la siguiente manera:
    Maritza Berdugo se encuentra de pie ante un espacio en el que cuelgan más o menos unas sesenta fotografías de estudiantes con birrete. Con ellos como destinatarios, toma de cualquier parte un lugar común, y lo apoya frente a ella; coge otro, y hace lo propio; el siguiente lo pone allí, y el otro acá,… y así sigue, hasta finalmente tener entre treinta y cuarenta lugares comunes distribuidos arbitrariamente en un plano euclidiano (que podría ser el lugar matemático más común). Ahora toma la pita raída y sucia de un trompo que ya no gira (porque los trompos cuando son bien lanzados giran y cuando no sí ruedan), y comienza a atar a ella cada lugar común con un nudo que de marinero tiene lo que la pita de nueva, y sin darle mayor importancia al orden del proceso. Finalmente, tensa un poco la pita, produciendo un aparente orden lineal de los lugares comunes. Eso fue el discurso. Incluso pudo haber sido algo como coger todos esos lugares comunes, amontonarlos dentro de una bolsa negra y sacarlos uno por uno mientras se habla… En fin, una cosa terrible.
    Y es que es posible hacer buenas cosas con lugares comunes, o con pitas raídas… Es cuestión de pensar en lo que se quiere decir; en lo que se le quiere dejar a la gente como mensaje, y un simple “Que os vaya bien en el futuro.” desde hace mucho tiempo ya no sirve. Un “Os recordaremos por siempre.” no sólo es hueco sino falso. Hay que usar cuerdas finas, o disponer las ideas estéticamente en un espacio adaptado para ellas,… Maritza Berdugo, lo aclaro, me agrada mucho, y guárdela el Registrador Nacional en buenas fichas, que gracias a ella yo estoy documentado en este momento. Mi diatriba es sólo contra la suya de aquella ocasión.
    Dos años antes me debí graduar yo, pero me relajé demasiado en décimo grado y tuve que repetirlo, lo cual de cualquier forma no me molestó. El discurso de ese año, pronunciado por Camilo Molano, también estuvo bien, aunque no le faltaron sus lugares comunes (y es casi imposible que falten del todo). Decidí entonces que yo pronunciaría el discurso de mi graduación. Me puse a pensar en el enfoque que le daría y a eso de febrero del siguiente año comencé a redactarlo, y como tenía tiempo lo escribía espaciadamente. Lo tuve listo para comienzos de diciembre,… un par de semanas después de que pasara la selección. Sí, fallé. No pude pronunciar yo el discurso, pero con la redacción y la prosodia de Paula Pabón me sentí bien. Sin embargo, aprovechando mi cargo como representante estudiantil al consejo directivo, logré obtener un espacio ya no en la ceremonia de graduación, sino en la ceremonia de clausura, para dirigir unas palabras a la “comunidad educativa”. Adapté el mismo discurso para la ocasión; lo leí, me gané un muy buen aplauso, e incluso unas tres personas me pidieron al final que les pasara el texto. Sé que no son ideas nuevas las que expuse, pero sí fue algo que escribí a partir de lo que yo había pensado por mi cuenta, así que me pasó como a Aureliano Buendía con la redondez de la Tierra: ya se sabía, pero él la descubrió.
    Como esto pasa en Colombia y aquí se usa se usa el pronombre “ustedes”, el discurso original lo lleva, pero ya os habréis percatado de que prefiero el uso de “vosotros” y sus correspondencias, que es entonces lo que aparece aquí, y que sólo afectó la última frase. Tal como lo publico ahora no fue como lo pronuncié; a mi modo de ver, lo he mejorado, por lo menos en lo que a la sintaxis refiere. Hay que tener en cuenta con esto de la sintaxis el hecho de que no es un texto para ser leído sino para ser escuchado. No sé si pronto, pero sí en algún momento agregaré un archivo de sonido con la lectura hecha por mí. Le he dejado el título de entonces, a pesar de que ahora me parece que aunque sea apropiado no es lo suficientemente estético.

    Sólo se logra pensando

    Todo hombre que se encuentre en capacidad de pensar pensará indefinidamente hasta su muerte. Toda interrupción de ese pensamiento continuo será insignificante (con la excusa del estado de coma, sobre la que no tengo experiencia) o será perdonable –como el exquisito estado del sueño profundo.
    Todo hombre que no se encuentre en capacidad de pensar no podrá ser considerado hombre.
    Y es porque el hombre no es hombre si no socializa. El hombre no es hombre si no comparte. No lo es si no discute. No lo es si no se hace a sí mismo desde los demás. Es un ser naturalmente social. Y para todo lo dicho se necesita pensar y haber pensado. Y como conclusión de lo dicho hay pensamiento desarrollado. O no se ha socializado correctamente.
    Entonces, el hombre no es hombre si no enseña y no aprende, y sólo lo es si enseña y aprende. Evidentemente: es imposible enseñar sin haber aprendido y aprender sin llegar a enseñar. Aquel que aprende y no enseña ha abandonado su sociabilidad y se ha limitado a escuchar. No es hombre.
    Preocupa que no sea muy difícil encontrar a un hombre biológico que no sea hombre pensante. Así que hay que construirlos. ¿Para qué construirlos? Hay tres razones:
    1. La evolución. Evolucionar es continuar algo desde el punto en el que iba, mejore o no, eso depende de criterios individuales. Pero los que saben cómo están las cosas mueren, son hombres. Por tanto, deben dejar sus conocimientos con otros que, según las leyes naturales, morirán luego. Pero sólo saber no basta, hay que continuar. Y eso sólo se logra pensando.
    2. La solución. Entre más se sepa, más posibilidades se tienen de resolver problemas, más criterios para evaluarlos, más vías para evitarlos. Pero sólo saber no basta, hay que actuar. Y eso sólo se logra pensando.
    3. La armonía. Un hombre que sabe lo que es molesto para otros y para sí mismo puede evitar caer en errores. No en los errores, es imposible no equivocarse; pero aceptar y asumir las equivocaciones no es un error. Intentar disminuirlas al máximo, tampoco. Pero solo saber no basta, hay que vivir. Y eso sólo se logra pensando.
    Se supone que llevamos tantos años de estudio precisamente para eso, y se supone que para eso mismo los continuamos. En este momento es cuando cambiamos la forma, y tenemos que volvernos a adaptar. Porque para que las cosas se adapten a ti, debes primero adaptarte a ellas. Para cambiar algo debes conocerlo. Pongamos un ejemplo que improvisé una vez hablando solo:
    Imaginemos a un arqueólogo al que, en una excavación, por el polvo, por el calor, por las piedras,… por cualquier razón se le daña el reloj. Este hombre de relojes sabe que dan la hora,… de pronto un poco de historia. Puede intentar repararlo él mismo, pero seguramente lo dañará más, o lo dejará completamente inservible. Puede dejar así, y liberarse de estar pendiente de la hora, pero ¿y si lo necesita? Por último, puede llevarlo con un relojero, que lo conoce, que está adaptado al sistema, y que simplemente lo coge, lo abre, lo mira, lo repara, lo cierra, lo entrega, y cobra… Así funciona el mundo. Podría verse éste como otro fin de la educación. Pasar la adolescencia lo más fácilmente posible. ¿Qué es la adolescencia?
    Tomaremos estas dos relaciones posibles entre hombre y mundo: o el mundo está adaptado al hombre, o el hombre está adaptado al mundo. Lo segundo trae consigo la posibilidad de cambiar la forma. Cualquier otra relación es sólo transitoria. La niñez es la época en la que el mundo está adaptado al hombre. La adultez es la época en la que el hombre está adaptado al mundo. La vejez es una nueva niñez pero con la experiencia de todo lo anterior: la misma niñez, la adultez, y la adolescencia. La adolescencia es la época de transición en la que lo difícil no es llegar a adaptarse al mundo, es darse cuenta de que toca hacerlo. Una vez habiéndose percatado, adaptarse es relativamente sencillo. Y estas dos cosas sólo se logran pensando.
    Viéndolo de este modo, lo que se hace con la vida es construirla. Adaptarse a lo que nos rodea para poder ponerlo a nuestro favor: Conocer a alguien es necesario para que nos caiga bien, y para sugerirle cambios, o para odiarlo. Eso sí, en el caso de las relaciones sociales existe un parágrafo: Cuando se trata de personas, la adaptación tiene que ser mutua y simultánea.
    Viendo con esto que el hombre cambia todo el tiempo, que no sólo no es igual a los demás sino que sólo en el mismo instante es igual a sí mismo (creo que es algo que todos sabemos, y que intentamos), tenemos al hombre como la mejor creación del hombre. Dicen los griegos que arte es todo oficio que genere una creación.
    Entonces sólo pensar no basta, hay que hacer arte. Y eso sólo se logra creando. Os invito a crear.
    Auditorio El Auditorio León de Greiff, donde pronuncié el discurso, en la fotografía seguramente durante algún ensayo de la Orquesta Filarmónica de Bogotá. Se extiende bastante más hacia atrás, pero no encontré mejor imagen. Este martes tengo clase ahí, así que tal vez si consigo cámara tome una fotografía más amplia y de mejor calidad y hago el cambio. Ésta es de dominio público. Y respecto a León de Greiff como persona y no como auditorio, también a él le dedicaré una entrada en algún momento, que me parece un poeta del carajo. El vínculo lleva a una página del portal El poder de la palabra, cuyo contenido recomiendo excesivamente.
    Complemento con un par de comentarios. Hace pocos días una amiga se encontraba en una discusión vía mensajes de Facebook con un muchacho y yo la leí toda porque el mensaje inicial era un chiste que envió ella a varias personas, yo incluido, y porque no tenía más que hacer. Cansado de que se insultaran bajo los temas de «participación política» y «aprovechamiento del tiempo libre», escribí:
    Buenas... ¿Podrían dejar de pelearse, por favor? Me han estado llenando de reclamos mi bandeja de entrada y lo molesto no es sólo que estén mal escritos ni que se usen en ellos frases demasiado comunes (lo que también los convierte en mal escritos, y no lo tomen como una ofensa), sino que se están peleando como radicalistas del mismo bando: esos que defienden ideas similares y por diferencias pendejas intentan hacer que el otro se sienta mal. No significa que tengan ustedes ideas similares, eso no lo sé, hablo sólo del estilo de la pelea, que se me hace algo falto de pilares. ¿Qué tal si todos seguimos en nuestro cómodo desocupe, cada quien con lo que entiende por cómodo? ¿Vale? Gracias. Y un beso para Ana. (Favor responder el mensaje sólo si se tiene algo que decir.)
    La respuesta de él, Emmanuel Devia, fue la que sigue, salvo los arreglos gramaticales que yo le hago para no sentirme mal: «Primero: ¡buena esa! Segundo: ¡con todo respeto, no sea sapo! Pero relax, hágame más bien un favor, dígale a Ana María que entienda que hay diferentes modos de pensar y no todos pueden pensar como ella, ¿ok? Y gracias.» Me gustó la respuesta, le pedí a Ana María que dejara de seguir la cuerda; como ella decía que estaba defendiendo sus ideas, le dije también que estuviera tranquila con eso, que todos cambiamos de ideas todo el tiempo: nos mantenemos pensando y pensar es precisamente manipular las ideas… ¡Así que quien no cambie es imbécil!
    Por último, repito el título: tampoco hay que quedarse en pensar – cambiar. De nuevo: Os invito a crear.