miércoles, 2 de diciembre de 2009

Entrada parcial

[El paro de la universidad terminó pronto. Y era de esperarse, no tenía cara de durar. Se lograron un par de acuerdos sumamente parciales consistentes en dineros que llegan a través del ICETEX y de Colciencias. No hubo más asambleas, ya estamos en clase normal y el semestre se alargó hasta el dieciocho de diciembre; a cantar villancicos en clase otra vez. Sin embargo, revisando el correo electrónico de la universidad me topo con que se han propuesto al respecto unas reuniones en el FEM (edificios 404 y 405, Departamentos de Física, Estadística y Matemáticas) para todos los lunes de once a trece (es rara una clase un lunes en el FEM). Ya frente al bajo presupuesto contra el que se peleaba hace unas semanas poco o nada se puede hacer, pero sí se pueden ir armando planes, desde ahora mismo para octubre del próximo año, cuando se aprobará el nuevo presupuesto, entre los estudiantes y profesores. Es decir, la tarea a la que me comprometí en la entrada anterior será ligeramente modificada y tendrá un plazo más largo. Y esto fue el epílogo de Caminando con los dedos. Seguimos con la entrada oficial.]
Los primeros siete a diez días después de una publicación aquí normalmente estoy tranquilo, no me preocupo por publicar de nuevo y sólo en el undécimo o duodécimo día me percato de que ya es hora de publicar y me dispongo a la escritura. Eso si no tengo más trabajo. Y esta vez, cosa extraña para mí, estuve toda una semana ocupado con asuntos de la universidad. Más exactamente, con un asunto en especial, gracias al cual he roto una marca personal. Doce cuentos en cinco días. Es decir, el hecho de que lleve más de un mes sin publicar no significa un abandono de la escritura, sino por el contrario una dedicación apasionada a ella. Además, estoy en las últimas dos semanas de estudio, sólo tengo una materia más por terminar y por ello estoy dedicado fervientemente a los anillos algebraicos. Y bueno, me distraje inevitablemente viendo Death Note. Mientras termino semestre y para no dejar más tiempo esto solo, expongo una pequeña entrada, que no por su título ha de estar incompleta.
En mi registro civil, y en todos mis documentos oficiales, aparece mi nombre completo. Tengo un segundo nombre que, a pesar de ser un nombre normal y decente, no me gusta. Por eso, y por el capricho de generar un misterio inocente a mi alrededor, no lo publico. (Cualquier comentario que lo revele será inmediatamente eliminado, por bonito, laudatorio y cariñoso que me resulte.) Es decir, en lo informal no hay lío, no hay riesgo de confusión (mi segundo apellido ayuda en ello bastante), no hay ilegalidad y no hay falta de presentación estética. Una vez en una clase de cálculo integral el profesor nos pidió a los estudiantes mostrar que conocíamos cierta ecuación muy común, solicitándola dicha en voz alta; ya no recuerdo cuál era, pero supongamos, para completar el ejemplo, que era la ecuación de la cardioide: r = a(1 + cosθ). Yo fui quien se ofreció a decirla, y comencé «A factor de uno más…» «No.» No era correcto, la ecuación estaba incompleta. El profesor me preguntó mi nombre.
–Adrián.
–¿Y qué tal si yo le digo “án”?
El ejemplo me pareció poco creativo y hasta feo, pero muy preciso. Me disculpé y enuncié lo correcto: «Erre igual a a factor de uno más coseno de zeta.» (“zeta” según la RAE, lo juro). El semestre siguiente, el profesor de análisis matemático regañó a un estudiante que habló de “los interiores de A”. Existen los conceptos de punto interior de A y de interior de A, y seguramente él se refería a lo primero, pero “los interiores de A” resultan ser, en su mejor interpretación semántica, unos calzoncillos.
Y el semestre anterior el profesor de geometría euclidiana mostraba lo que yo voy a enfatizar a continuación. Volviendo al lenguaje informal y la charla cotidiana, en la que me puedo permitir ocultar mi segundo nombre, llega a ser aceptable que un joven universitario le diga a un compañero que está «estudiando para un parcial». Incluso, con dolor, me permitiría dejar de corregir a un profesor que incite a los estudiantes a «prepararse para el parcial del miércoles». Pero sea imperdonable un encabezado como éste:
Parcial
Me habría dolido tener que escribirlo. Por fortuna sólo tuve que escanearlo de un verdadero examen de teoría de grupos. Por desgracia apareció en un verdadero examen de teoría de grupos. Ahora un ejemplo más revelador, más doloroso.
Final
¡Esa cosa no tiene presencia! Se ve horrible (aun sin contar el doble espacio atravesado). Los puntos del examen eran preciosos, eso sí, como la petición de demostrar que la clausura de un conjunto convexo es un conjunto convexo. Ambas imágenes están alteradas electrónicamente, lo que significa que pasé borrador sobre los rayones que hice en la hoja y que alcanzaban a verse, entre los que se incluye una posición manuscrita de la palabra “Examen” en su lugar adecuado. Generalmente, por decencia, doy créditos a las imágenes que pongo, pero esta vez resulta más decente no hacerlo.
Estas hojas por lo general son más o menos informales –las he recibido incluso manuscritas– pero son documentos oficiales, han de servir como prueba en caso de necesitarse para ello. Y si en un alegato se habla de “un parcial”, existe el enorme hueco legal de que “parcial” es un adjetivo que no está calificando cosa alguna. Así, si hay una demanda por un “parcial” mal formulado, el profesor puede decir: «Pero es que no se trata de un examen parcial sino de un ensayo parcial del examen, falta terminar de diseñarlo.» Y tendrá tanta razón como quien se queja. Claro, es un caso exagerado y hasta ridículo. La cosa es que, sea como sea, un documento oficial no es una charla coloquial en la que “parcial” equivale a “examen, prueba, evaluación”. En un comunicado de rectoría, pongamos por caso, se vería terrible que fuese escrito algo como: «Debido a las quejas que han surgido por el video de los parciales…» Viene siendo lo mismo. Un “primer parcial” puede ser un examen como puede ser un árbitro de fútbol.
Suficiente. Un regalo para hispanohablantes y terminamos. Yo tengo muchos caprichos lingüísticos, como decir “emparedado, armario, casillero, conjunto unitario” para evitar los anglicismos “sándwich, clóset, lóquer, síngleton”; evitar el uso del pronombre “uno” porque me parece que suena feo y el uso de las dobles negaciones conservando la naturalidad; decir “lentes” porque me parece que “gafas” suena horrible; llamarle “teléfono” a cualquier teléfono, incluso a los teléfonos celulares, por ser “celular” un adjetivo suelto (como “parcial”); utilizar el pronombre “vosotros” en los textos, a pesar de vivir en Colombia; aplicar obstinadamente la ultracorrección consistente en pronunciar labiodental la letra <v>, sobre todo para facilitar el cambio de idioma porque los demás idiomas de escritura latina sí hacen diferencia fonética allí… Tengo más, pero en este momento no los recuerdo o quiero dejarlos para entradas en las que competan armoniosamente. También es cierto que en programas de mensajería instantánea, y en general trátese de lo que se trate, escribo todo en correcto español; pero eso no es un capricho, es lo que considero natural.
Un último capricho por ahora, que me ha traído una enseñanza sorprendente: no antepongo “que” en los imperativos; es decir, no digo «Que tengas un buen día.» sino «Ten un buen día.», o en vez de «Que te parta un rayo.» digo «Pártate un rayo.» Suena mucho mejor, ¿verdad? Una vez, escribiéndole un mensaje de cumpleaños a una amiga, no tuvo sentido decir «Pasa un bonito día.», porque el día ya estaba por terminar. En cambio, quedaba mejor algo como «Que hayas tenido un bonito día.», pero no es mi estilo. Así que busqué en los dos libritos de Tequia dedicados a la conjugación de los verbos en español la forma imperativa en segunda persona singular de “haber”, y resultó ser, casi no lo creo, “he”. «He tenido un bonito día.» fue lo que escribí, con la aclaración necesaria de que se trataba de un deseo emotivo conjugado en imperativo y no de un alarde mío, que ya ni recuerdo lo que hice ese cinco de julio. He disfrutado el regalo, querido lector, y aprovéchalo… (Suena muy raro…)

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