domingo, 10 de enero de 2010

Acto segundo: Primera parte

Dramatis personæ

Adrián Martínez París – El autor de este blog. 
Kímaro – Mi acompañante imaginario (ya tendrá entrada propia).
Muchacho – Un tipo que aparece en el video.

(Luces apagadas. Una tenue luz gris se enciende lentamente desde la izquierda. Adrián en el centro del escenario, sentado; pantalón gris, correa negra, zapatos negros –calcetines grises, desde luego–, polo gris, bufanda negra y la chaqueta de la promoción 2007 del IPARM, talla L.)

Adrián. – No os distraiga el título de esta pieza. No significa que sea ésta la primera parte de una entrada doble. “Primera parte” es el título del acto segundo (es decir, la segunda parte) de una entrada múltiple, aún no sé qué tanto. La primera parte (es decir, el acto primero), es la llamada y remitida Rol: Red.

Ahora os presento a Kímaro… No, no podéis verle. De hecho, yo mismo no le veo muy a menudo. Pero hablo con él a diario… tal vez demasiado. Se mantiene dentro de mi mente y no en el mundo exterior. Os lo describiré luego. Y ahora me disculparéis, pero voy a hablar con él y me voy a dirigir a él. Podréis escuchar su voz, desde luego. Una voz ronca y elegante, no muy gruesa.

(A Kímaro.) Verás. Cualquier cosa que veas, que sientas, que percibas con tus sentidos… Ah, no tienes sentidos… Bueno, con mis sentidos, en algún momento no existía. También, y con mayor razón, todo aquello que concibes con tu pensamiento estuvo ausente alguna vez. Y, eventualmente, llegó a existir. Tuvo un comienzo. Tú, por ejemplo, comenzaste a existir cuando decidí competir contra mí mismo. Mejorar ciertas habilidades. Has de recordarlo, ¿no? Claro, tu memoria es la misma mía; a veces es incluso mejor. Además sabes que soy alguien comparable con Leonardo da Vinci como «hombre de principios»: casi todo lo dejo comenzado. Últimamente he estado mejorando en ese aspecto. Logré terminar, en tiempo récord, La Isla de Teorema, por poner un caso (bueno, sin contar que quedó sin ilustraciones y sin el apéndice que me había propuesto). Tal vez sea porque ahora emprendo menos acciones que antes, pero creo que no es eso lo que pasa. Creo que lo que pasa es que ahora me tomo más en serio mis responsabilidades. Al menos las de afuera de la universidad.

Kímaro. – ¿Como qué? ¿Este blog y la constante lectura?

Adrián. – Tal vez. Pero ésas son cosas de siempre. No resisto sin leer y sin hablar solo. Al fin y al cabo tener un blog es otra forma de hablar solo en público; como si no lo hiciera de todos modos. Me refiero sobre todo a enfocar mis lecturas y mis estudios en general hacia cosas más concretas, y sin embargo variadas. Como vivir en idioma italiano estas vacaciones o escribir artículos de temas concisos como el inmediatamente anterior a éste; artículos que exijan estudio.

Kímaro. – Y vaya que quedó largo el artículo anterior. Pero éste no exige estudio.

Adrián. – No. Ya iba para eso. Otra de las responsabilidades que me he estado tomando en serio es la de trabajar con la Personería. Para escribir sobre eso no necesito estudiar ahora, pero sí haber trabajado.

Kímaro. – Y la perorata sobre “el comienzo” es porque…

Adrián. – Exactamente. (Pone voz de narrador de cuento infantil.) Relataré la historia de cómo comenzó todo en aquel lugar. (Pone voz de narrador de documental. Al público. El tono de voz se va normalizando al compás de lo que se dice.) En ese tiempo el personero de Bogotá no era el señor Francisco Rojas Birry, que tiene hoja de vida pública e imagen de estampilla, sino un tal Herman Arias Gaviria, un desconocido al que nunca vi ni escuché y cuya imagen ni por la red he podido encontrar.  Sé quién era porque los permisos para el colegio llegaban con su nombre y su firma. En ese tiempo el proyecto de personeros estudiantiles no estaba adscrito a la Personería Delegada para Educación, Deporte y Cultura, donde encaja muy bien y donde el personero delegado, Luis Federico Duarte Beltrán, se deja ver e intervenir, sino a la Personería Delegada para los Derechos Humanos, donde tampoco queda mal y donde no conocí a la personera delegada, ni recuerdo su nombre. De la misma manera, en ese tiempo el proyecto no lo dirigía Yolanda Zapata, que estuvo este año y cuya reciente reasignación a otro lugar lamentamos, sino Juan Carlos Méndez, un hombre soez y autoritario –más bien mandón– que con ello impelía eficacia.

En ese tiempo tampoco era yo el personero de mi colegio, y nunca lo fui. La personera era una amiga mía. Resultó elegida en la localidad de Teusaquillo, junto con otros personajes que ya han sido presentados aquí –Andrés Suárez y Laura Jiménez– (una imagen de cada uno es proyectada por un momento) y otros que no –David Atehortúa y Laura Duarte–, para trabajar en la Mesa Distrital de Personeros Estudiantiles (todo el cuento de cómo se organiza esto está en el primer acto). Y yo me colé sin autorización a la primera reunión y de entonces en adelante a casi todas, ya autorizado. La Red de ese año se dividió en cinco Ejes Temáticos, a saber, Convivencia familiar, Escenarios para la paz y la convivencia, Política Pública de Juventud, Plan Decenal de Educación y Derecho a la diferencia. Yo, con una hermosa carrera de docencia como sueño, opté por supuesto por el Plan Decenal de Educación, y la localidad entera quedó allí incluida en compañía de Mártires, Candelaria y Bosa (y a la vez casi sola porque la única persona de fuera de Teusaquillo que trabajó activamente fue una chica de Mártires, María Fernanda López).

Kímaro. – ¿En serio piensas que trabajó tanto como vosotros?

Adrián.(A Kímaro.) No fue eso lo que dije. Además, ella por lo menos asistió a la Asamblea Nacional. Pero eso va más tarde, déjame ir en orden. (Al público.) Yo no sé a qué nos dedicamos durante todo el año. Nos reuníamos más o menos cada dos semanas y nos separábamos por ejes temáticos para trabajar. No sé qué hacían los demás pero mi grupo se dedicaba a explicar a los nuevos qué es el Plan Decenal de Educación; todas las veces, o casi. Al final cada grupo pasaba y decía lo que había hecho. Nosotros por lo general pasábamos a explicar el Plan decenal de Educación. Veamos, ¿quién de los presentes sabe lo que es el Plan Decenal de Educación?

Kímaro. (Emocionado.) ¡Yo, yo sé, yo sé!

Adrián.(A Kímaro.) Tú no cuentas. Pero como sólo oigo esa vocecilla interior que replica emotivamente «¡Yo, yo!», supongo que tendré que hacerle caso. Yo sé lo que es. Pero voy a dejar que tú lo expliques. Adelante.

Kímaro. – Primero, hago una aclaración: si él lo sabe, yo lo sé. Es la ley natural de los acompañantes imaginarios. (Pone voz de presentador de El boletín del consumidor. Le es fácil careciendo de cuerdas vocales reales.) El Gobierno Nacional, en concordancia con el artículo 72 de la Ley General de Educación (Ley 115) está obligado a concurrir cada diez años en la realización colectiva de un plan de mejoramiento educativo en la que todo ciudadano tiene derecho a participar, y además debe incentivar la participación ciudadana. El documento que surge como producto de esta construcción es llamado Plan Decenal de Educación. En una encuesta realizada por personeros estudiantiles en el año 2007, aunque la mayoría de los abordados coincidieron en no saber de qué se trataba, un joven estudiante logró definirlo en palabras sencillas:

Muchacho.(Voz en off. Su fotografía aparece en el fondo del escenario.) El plan es algo que se hace cada diez años para estudiar cómo se está educando a los jóvenes en Colombia y mejorarlo.

Kímaro. – En esta ocasión el Plan fue dividido en diez ejes principales, listados en un artículo anterior (hacia el final, en letra cursiva). Tenemos con nosotros al autor de ese escrito, quien nos hablará sobre lo que en él se menciona acerca del Plan Decenal. Señor Martínez, adelante.

Adrián. – Gracias, Kímaro. (Al público.) Pues la verdad lo que se dice allí del Plan es muy poco; lo que menciono es el hecho de que alguna vez hicimos un video al respecto, como trabajo de la Red, para mostrar en el IX Congreso Distrital de Personeros Estudiantiles. Incluso podemos mostrarlo, que para eso acabo de cargarlo a YouTube, pero quiero antes hacer unas anotaciones. Ahí dice que yo era personero estudiantil, pero ahora sabéis que no es cierto. También quiero disculparme por la gripa de mis intervenciones en off. Y por el exceso de barba y el pelo partido a la mitad; son dos cosas que ahora no soporto. (Se apagan las luces. Baja un manto blanco y liso sobre el que se proyecta el video que viene a continuación.)

        
En una oficina bien decorada y bien organizada de Chapinero, un tipo muy buena gente, contratado por la Personería y que había estado viajando con todos los grupos para hacer los cinco videos (luego cargo el resto), estuvo con nosotros toda una noche realizando la edición de éste; grabamos las voces en off, organizamos las escenas, metimos la música, comimos empanada, vimos revistas (sobre todo la edición de SoHo en la que aparece Liliana González), charlamos, no dormimos, y nos distrajimos más bien poco del objetivo. Terminamos a eso de la una de la mañana del día en que el resultado de mi admisión a la Universidad Nacional de Colombia sería develado. Llamé a mi casa a informar de mi situación y mi mamá aceptó muy acomedidamente pasar a recogerme; me extrañó que accediera a hacerlo a esa hora: y es que yo había sido admitido a la Universidad, y ellos se enteraron antes; claro, no me contaron y esperaron a que yo mismo revisara.

Como dice Laura en el video, participamos en la Asamblea Distrital y en la Asamblea Nacional por la educación. A la Asamblea Distrital llegué tarde y apenas pude escuchar unas pocas intervenciones y encontrarme casualmente con la entonces directora de mi colegio. Luego, Andrés consiguió cuatro cupos para nosotros en la Asamblea Nacional para el Plan Decenal de Educación. La Asamblea duró cuatro días; nos dividíamos en mesas de trabajo según los diez ejes del Plan. Yo quedé en la mesa 41, que trataba el eje número once. Es decir, llenando el hueco que faltaba en cuanto a la presentación del Plan: misión, visión y propósitos. Mi participación fue mediana, algo baja, pero logré hacer un par de contribuciones al texto. Las cito subrayadas para sentirme importante.
  1. «Visión […] La educación es un proceso de formación integral, pertinente y articulado con los contextos local, regional, nacional e internacional que desde la cultura, los saberes, la investigación, la ciencia, la tecnología y la producción, contribuye al justo desarrollo humano, sostenible y solidario,…» Insistí para que esta palabra fuera incluida; desde luego, no me refiero sólo a la producción como entidad capitalista, sino también, y sobre todo, a la producción artística, a la producción intelectual, y a todo lo que pueda entenderse por “producción” en el sentido de mejoramiento de un país.

  2. «Propósitos […] 2. La educación en su función social, reconoce a los estudiantes como seres humanos y sujetos activos de derechos y atiende a las particularidades de los contextos local, regional, nacional e internacional, debe contribuir a la transformación de la realidad social, política y económica del país,…» Alguien había dicho que se descartara aquello de “internacional” pero un poco de insistencia logró que quedara. Digo, Colombia es un solo país, por diverso en fauna y terreno que sea, y hay más de doscientos países. No podemos suponernos Corea del Norte. Y bueno, soy partidario del anacionalismo: ¿qué sentido tiene tener que pedir permiso para ir a otra parte del mismo planeta? I’m a damned prisoner of my own country!
El texto completo está en esta cartilla. Y sí, el estilo de redacción de todo el plan es ése: enlistar categorías, para que nadie se sienta excluido. Por ejemplo, el décimo propósito dice: «10. El sistema educativo debe garantizar a niñas, niños, jóvenes y adultos, el respeto a la diversidad de su etnia, género, opción sexual, discapacidad, excepcionalidad, edad, credo, desplazamiento, reclusión, reinserción o desvinculación social y generar condiciones de atención especial a las poblaciones que lo requieran.» Digo yo que podrían poner esto: «10. El sistema educativo debe garantizar a todos el respeto a la diversidad de cualquier clase y generar condiciones de atención especial a las poblaciones que lo requieran.» Así, de verdad, nadie queda excluido. Pero, claro, eso no se podía pelear en la asamblea, y además se perdería la posibilidad de dar énfasis en ciertas cosas. Así que, siguiendo con la lista de categorías, pensaba yo en aquel entonces, estando de moda el vegetarianismo, que habría que incluir “diversidad de régimen alimenticio”, porque en serio me fastidiaba cuando alguien decía en un refrigerio entre reuniones, al recibir un buen pastel de pollo, «No, gracias, soy vegetariana.» –y pasaba con frecuencia, sobre todo entre niñas. Habiéndose menguado esa moda con el tiempo, ya nada allí me fastidia, así que me quedé con el trabajo de la Red. Y todavía sigo, pasándola bueno.

Kímaro. – ¡Yo también!

(El manto blanco y liso baja de nuevo, y sobre él aparece la palabra “Comienzo”.)

Fin

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