martes, 4 de mayo de 2010

Petición de principio



Cada mañana, de lunes a viernes, frente a cada una de las dos entradas principales de la Universidad Nacional de Colombia —y en muchos otros puntos concurridos de Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla— se reparte gratuitamente un periódico llamado ADN. Yo no acostumbro recogerlo, por dos razones principales: la primera es que, como vivo a cinco cuadras de la universidad, siempre voy tarde para clase y siento que pasar a tomar un ejemplar me quita tiempo; la segunda es que este semestre, de martes a viernes, tengo clase con unos compañeros que sí suelen recogerlo, y como el lema del diario es “Léelo y pásalo”, lo obtengo, resuelvo el crucigrama, a veces el sudoku, leo un “pocu”, y lo dejo por ahí. Tengo cierta fama entre estos compañeros por siempre dejar los crucigramas, si no llenos, con uno o dos cuadros en blanco nomás. Pero esto no se debe a alguna especie de amplia cultura que posea yo de forma natural, sino a que los crucigramas de ese periódico son diseñados por Alejandro Rivas.

Alejandro Rivas diseñaba los crucigramas del periódico HOY, que en un tiempo fue bueno y luego se volvió tan amarillista como Extra, y a veces tanto como El Espacio —incluso puede que los siga diseñando él, pero me he alejado prudentemente de ese tiraje—. Tal periódico llegaba a diario a mi casa, por inscripción, y el crucigrama estaba completamente reservado para mí. Eso hace varios años. Por un tiempo, incluso, lo llevé al colegio. Al principio, yo hacía mis intentos y luego el juego pasaba a mi padre, quien lo completaba rápidamente; y así era la rutina. Necesité como año y medio o dos años para terminar mi primer crucigrama de Rivas, y de entonces en adelante los terminaba con frecuencia, y luego los terminaba prácticamente todos. Entonces, el hecho de que resuelva con sorprendente habilidad los crucigramas de Alejandro Rivas no se debe a la sabiduría sino a la experiencia: más de siete años enfrentándome a sus preguntas me han acostumbrado a sus trucos, a sus formas recurrentes y a escribir con la mano izquierda.

A partir de cierto momento, y antes de convertirse en un desastre, el periódico HOY sacaba los fines de semana, también de mano de Alejandro Rivas, una sarta grande de juegos como sopas de letras, sudokus, adivinanzas, diferencias, y siempre, siempre un crucigrama de medio pliego. Una vez salió entre esos pasatiempos una sopa de letras en la que se solicitaba buscar nombres de idiomas del mundo. Mi pasión por los idiomas me facilitó la tarea, y también gracias a la lista de versiones multilingües que aparece a la izquierda en Wikipedia logré identificar cosas como urdu, zulú, yoruba o esperanto. Sólo al último me había asomado alguna vez, por mirar y porque en algún lado había creído escuchar que se trataba de un intento de lengua universal (tal vez lo leí ahí mismo en Wikipedia). Me dio entonces por asomarme un poco más, y puedo asegurar que cuatro días después lo hablaba con una fluidez bastante respetable. Un mes después lo hablaba muy bien. Dos o tres meses más tarde lo hablaba ya de maravilla.

Comencé a buscar textos, radio, videos, comunidades, gente. Lo más inmediato era, desde luego, un grupo en Facebook llamado Esperanto. Hay allí varios temas de discusión, unos pocos enlaces a páginas interesantes y, mayoritariamente, mensajes de neófitos que, emocionados por el descubrimiento, escriben su primera frase: «Mi estas komencanto.» [Soy principiante.]; o mensajes de pre-neófitos que, casi emocionados por el próximo descubrimiento, escriben sus primeras peticiones de principio: «How can I learn Esperanto? Could someone teach me or suggest me a page?»; se sigue, por lo general, un único comentario, hecho por cualquiera: «Try lernu.net.» (casi todo hablante de esperanto habla inglés). Personalmente ésa no es mi página preferida para el aprendizaje del esperanto, pero es la que más se usa.

Luego vinieron un par de grupos más en Facebook: Spreading Esperanto to the World, una página de la que me hice administrador (la he dejado descuidada del todo), y cuyo nombre cambié por el nombre en esperanto que debe corresponderle: Diskonigante Esperanton tra la mondo. Hay un grupo realmente bueno al que recurriré eventualmente para escribir sobre literatura en esperanto, que buena, abundante y bonita sí hay, llamado, precisamente, Literaturo en Esperanto; y es que considero que si se va a hablar de algo respecto del esperanto, no debería ser del esperanto mismo; el esperanto es un metalenguaje: es inmediato, tras búsqueda de un minuto, darse cuenta de que el tema de mayor cobertura en esperanto es el idioma mismo. O sea, hay un esbozo de petición de principio (esta vez en el sentido tradicional del término). Pero, por esta vez, estoy cumpliendo con otra petición de principio (en términos coloquiales):

Hay un grupo más en el que estoy, llamado Esperanto Kolombio, el de los hablantes de esperanto en Colombia. Gracias al Congreso Colombiano de Esperanto del año pasado, adquirí cierta fama en el medio, y se me pidió en el grupo contar sobre cómo aprendí, por qué me interesó y toda la cosa. Lo hago en español, para no traicionar mi crítica. La cosa comenzó como lo indican los primeros párrafos y continuó como lo indican los que siguen.

Yo no encierro las palabras de las sopas de letras en óvalos, ni en rectángulos; yo les paso una raya por encima, porque a veces el diseñador del juego usa las letras sobrantes para escribir una frase (en el caso de la sopa mencionada, un fragmento de una canción), y si tacho lo que estorba es más fácil leerla. Así, en cuanto taché la palabra “esperanto” me dirigí inmediatamente al computador (uno o dos pasos a la derecha) y abrí el artículo de la Wikipedia en español relativo a mi hallazgo. Leí una parte, me interesó, y entonces fui hasta el fondo de la página y pulsé “Wikilibros alberga un libro o manual sobre Esperanto”; no recuerdo si fue eso o si fui a la página principal de Wikilibros y busqué por categorías. El caso es que llegué a este manual. Las dos primeras tardes leí toda la parte formal de gramática (unas diez páginas, en suma), y los primeros Ejercicios de Zamenhof; Ludwik Zamenhof es el creador del idioma; sus Ejercicios son tan buenos que afirmo que cosas similares deberían existir en otros idiomas; o si existen, deberían alcanzar bastante fama. Las siguientes dos tardes las dediqué a los siguientes Ejercicios, en los que se presentan muy cómodamente los afijos básicos y bastante vocabulario. Terminando ese estudio, estaba yo sorprendido de la cantidad de afijos básicos, y de su amplia utilidad; por ejemplo, reboté estupefacto cuando vi el sufijo para “objeto en el que se inserta temporalmente un <variable>”, que es mucho más útil de lo que parece; explicito: se le aplica a “kandelo” [vela] y queda “kandelingo” [candelabro]; de “glavo” [espada] se obtiene “glavingo” , que suena mucho más elegante que “vaina”.

Luego la vaina era practicar. Busqué lecturas, poesía, música, radio —hay harto y bueno—. Y ése fue el principio pedido. Me he desactivado y reactivado en el ámbito, como hago con todo para no aburrirme ni abandonar mis conocimientos. Llevaba un tiempo desactivado, pero ahora mismo, gracias a este texto, me he reactivado y recordé lo bonito que es este idioma. También gracias a este texto me he reactivado en el blog, pero no es cosa de descuido. En realidad este artículo iba a ser publicado después de otro, pero ese otro no lo he logrado terminar. Cada vez creí que lo acababa, y salió otra cosa, o me trabé en un pedazo… y así voy todavía, y todavía creo que ya casi lo tengo. Sólo que esta vez sí desistí de conservar el orden planeado, y como no hay continuidad necesaria en los textos que aquí podéis ver, preferí refrescar mi espacio con este pedido. Sí, es un artículo corto y poco multimedia, pero cumple y revive; y ya revivido, escucharé un episodio más de Radio Verda luego de colgar el resumen de Facebook y antes de acostarme a dormir, que hay clase de topología a las nueve y esa materia está bellísima.

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