jueves, 30 de julio de 2020

Poetas del presente


[Aunque el inicio pareciera indicarlo, este artículo no es sobre el esperanto ni sobre lenguas artificiales, y tampoco sobre poesía, ni poetas; sí es, en parte, sobre los académicos de las organizaciones que regulan las lenguas, solo para compadecerlos. Pero es sobre todo acerca de los verdaderos creadores de las lenguas naturales: la gente. Como es mi costumbre, va una introducción de balbuceos, y va también un poco de poesía. Los impacientes pueden saltar a la sección Armiños, incluso desde el asterisco.]

ROSAS
Rose et Cyrille
Cuando me preguntan por qué aprendí esperanto, no doy respuestas soñadoras sobre la posibilidad de una lengua universal que unirá a los hombres en una hermandad paradisíaca con respeto por la diferencia y pegasos blancos para todos. No. Doy tres razones.

La primera es práctica: los hablantes de esperanto nos damos hospedaje gratuito en todo el mundo a través de una plataforma llamada Pasporta Servo; por ejemplo, en agosto del año pasado se quedó en casa una pareja de franceses que recorren el mundo en bicicleta y nos lo cuentan. Él es Cirilo y ella es Rosa.

La segunda es jactanciosa: he estudiado por encima gramáticas de decenas de lenguas para tener alguna idea de cómo funcionan, y a veces con ello decido si explorar otro tanto; si el esperanto hubiera supuesto un gran esfuerzo, si hubiera notado que era una lengua muy compleja y difícil que implicaría meses de estudio, no le habría visto objeto a aprenderla; pero una revisión rápida de la gramática con ejercicios me dejó hablando fluidamente y leyendo de corrido en cuatro días. Ya en esas, ¿por qué no explorarla un poco más?

La tercera, la principal, es estética:

Ho, kara mia,
jen povra testamento,
jen mia kredo,
espero kaj tormento:
mi kredas pri la
bonvolo de l’ homaro,
ke iam pasos
kruelo kaj amaro,
ke iam venos
la regno de l’ racio;
sed multaj larmoj
necesos antaŭ tio.

Una lengua capaz de producir esta belleza definitivamente vale la pena. Va la traducción, de mi mano:

Este es, cariño,
mi pobre testamento,
que es mi esperanza,
mi credo y mi tormento:
creo que en los hombres
hay buenas voluntades;
que la amargura
se irá con las crueldades;
que la razón
será la reina, pero
un mar de lágrimas
se ha de verter primero.

Se trata de un fragmento de la parte final de La infana raso, un poema largo escrito por William Auld, un poeta maravilloso que sería muy conocido si el esperanto lo fuera. (El primer capítulo lo tengo traducido, y tengo casi listo un artículo sobre ello). También escribió este otro poema tan lindo sobre la poesía, llegado a mí a través de Elisa Etévez, a quien debéis seguir:

     Poetoj de l' paseo, kiuj la lingvon kreis,
     ripozu: via ama laboro ne pereis;
     kvankam la karajn paĝojn jardekoj igas flavaj,
     anokraŭ freŝe floras la versorozoj ravaj.

     Poetoj de la nuno, kiuj la lingvon gardas,
     en kies brustoj ĝia eterna flamo ardas,
     jen via tradicio. Jen la animofratoj,
     kiuj antaŭe paŝis sur viaj karaj padoj.

     Poetoj de l' futuro, feliĉaj heredontoj,
     de hela versrivero jen estas viaj fontoj.
     Kiam adoro venos al via kor' jubili,
     memoru ĉi praulojn. Adoris ankaŭ ili.

Va la traducción, también mía:

     Creadores de la lengua, poetas del pasado,
     reposo: vuestro amado trabajo no ha expirado;
     aunque los años ajen las hojas sin esfuerzos,
     aún florecen frescas las rosas de los versos.

     Guardianes de la lengua, poetas del presente,
     en cuyos pechos vive su eterna llama ardiente,
     la tradición es esta: hermanos en el alma
     que antes anduvieron vuestro sendero en calma.

     Felices herederos, poetas del futuro,
     son vuestras estas fuentes de río claro y puro.
     Cuando el amor alegre los corazones bellos,
     pensad en estos viejos. Amaron también ellos.

El poema tiene mucho más de lo que la traducción indica, por supuesto. Por ejemplo, la palabra adori significa amar, sí, y hacerlo en gran medida, pero es de hecho adorar, alabar como a una divinidad. Jubili no es solo alegrarse, sino alegrarse tanto que se deba manifestar en brincos y alaridos. Y ¿qué son la versorozojlas rosas de los versos? Pues aquellos versos de entre todos que destacan y se hacen memorables. Hay más cosas. Auld se permite allí una licencia literaria que no es cierta ni para el español ibérico de los veintes del siglo XVII: dice que los creadores de la lengua son los poetas.

En otro momento hablaré de lenguas artificiales, las que son creadas por personas específicas para distintos fines: servir como lengua internacional, ambientar un mundo de ficción, pasarse mensajes secretos, estudiar aspectos formales o psicológicos de las lenguas… Eso es para otro día. Hoy las mencionaré solo para dejar clara la diferencia entre estas y las lenguas naturales, y por qué debemos compadecer a los pobres miembros de número de las academias de lengua.

ARMIÑOS
Armiño
Hay animales que están por ahí en el mundo y la gente no conoce, como el armiño, el okapi o la zarigüeya (cómo será que el autocorrector no reconoce al okapi). Ve tú a saber qué los hace menos famosos que el león o el murciégalo, si tampoco es que anden escondiéndose, pero así es. Tomemos uno de esos animales, digamos el armiño, y supongamos que queremos hacer todo un documento acerca de él, pero no disponemos de biólogos especializados, sino de un montón de gente que convive permanentemente con este animal. ¿Qué podemos hacer? No podemos inventarnos cómo debería ser el armiño. Podemos preguntar por él a los que comparten su espacio; podemos observarlo para estudiar cómo se comporta, qué come, cómo reacciona a las amenazas… Podemos (si la sociedad nos lo permite) tomar uno de ellos y desarmarlo (volverlo un desarmiño) para ver de qué tamaño es su estómago, dónde tiene el corazón, qué tan gruesas son sus venas… Y pues ya. Como el armiño es un producto de la naturaleza, no podemos hacer más que observarlo y describir lo que vemos.

Supongamos, por otro lado, que queremos hacer un armiño robótico para que nos ayude a deshacernos de una plaga de ratones que nos asedia. Podemos programar a nuestro robot para que haga justo lo que necesitamos que haga; es un animal artificial. Estudiar a los armiños reales nos ayuda a darle estructura al nuestro.

* Esta es la misma diferencia que hay entre una lengua natural y una lengua artificial. Sabiendo cómo funcionan las lenguas, es posible inventar una con algún propósito, ajustándola según nuestra conveniencia. Pero un individuo, incluso una institución, no puede decidir cómo funciona una lengua natural. Porque es natural, está ahí, para ser observada y descrita.

Eso tiene dos caras: Por un lado, si mucha gente está usando la palabra selfi o inventando conjugaciones de abolir, la Academia tiene que declarar que selfi es una nueva palabra o que abolir ya no es un verbo defectivo. Por otro lado, si queremos que se instaure alguna forma nueva en el idioma, como sustituir la q por k en todos los casos, introducir el término cosiolo o usar la forma todes para abarcar ambos géneros, no podemos pedirle directamente a la Academia que lo haga oficial; tenemos que hacer que la gente lo use hasta que sea tan amplio que la Academia deba oficializarlo. Es decir, todo lo ampliamente usado, aunque nos duela, será oficial, y todo lo que no se use ampliamente, aunque a algunes les duela, no puede ser oficial.

Ahora, ¿quién determina cuándo algo es ampliamente usado? ¿Cuando lo usan quiénes? ¿Cuando lo usan dónde? Un criterio muy clásico y bastante pedante dice que una forma del idioma es aceptada cuando se usa ampliamente entre los hablantes "cultos". Suavicemos un poco la pedantería: esto quiere decir las personas que estudiaron el idioma a fondo y lo usan como herramienta fundamental de su trabajo: escritores, traductores, lingüistas, filólogos...

Esto es bastante complicado: la gente que no ha estudiado la lengua para usarla como herramienta fundamental de su profesión, la que maneja finanzas, la que atiende en el supermercado, la que compone música, es gente muy importante que necesita y usa la lengua tanto como los académicos, o más. Así que también tienen derecho a tomar decisiones sobre cómo funciona. Y con ojos de pedantería, la cosa se vuelve paradójica: ¿cómo vamos a basar la lengua en como la usa la mayoría de la gente, que no la ha estudiado? ¿Y cómo vamos a exigirle a la mayoría que hable como unos pocos que sí la han estudiado?

Recordemos al armiño: él no sabe cómo funciona su organismo, solo vive con lo que tiene. Alguien puede implantarle cuernos, o entrenarlo para que cace ciertas plagas, o incluso alterarlo genéticamente más o menos según su voluntad, pero eso no va a hacer que todos cambien, ni mucho menos la descendencia de la especie. Así mismo funcionan las lenguas naturales: que a mí me dé por usar vosotros en Colombia, o decir lapicero en Bogotá, no va a cambiar el ustedes ni el esfero de mis vecinos; lo que una persona haga no va a cambiar cómo funciona toda la lengua, sea o no experta en su funcionamiento.

MURCIÉGALOS
Hay una anécdota muy reciente y muy bonita sobre el nacimiento de una lengua. En Nicaragua, en 1980, se fundó una escuela pública para niños sordos; inicialmente no tenían forma de comunicarse, y a nadie ―afortunadamente― se le ocurrió inventar una lengua para ellos. En cambio, a medida que se vieron obligados a interactuar entre sí y con los profesores, desarrollaron en vivo su propia lengua de señas. Imaginad el escenario: ver cómo se forman por sí solas las poses semánticas, los bailes morfológicos, las coreografías sintácticas (Ay, ya vengo, voy por un pañuelo; esto es hermoso) En 2009, sin que ningún académico, oyente o sordo, declarara ninguna norma, sino que se limitara a expresar las que se habían formado por sí solas, el idioma fue reconocido como oficial. El texto dice que el Consejo Nacional de Lenguaje de Señas Nicaragüense es una «instancia de definición, promoción, investigación y divulgación del lenguaje de señas Nicaragüense» (Ley 675 de 2009 de la Asamblea Nacional de Nicaragua, artículo 8). ¿Veis que en ningún lado dice construcción o transformación?

El alemán, dicen, lo creó un religioso contestatario traduciendo la Biblia. Ese libro que dice que todas las lenguas fueron creadas al mismo tiempo en un acto de cólera divina contra la ambición de los hombres por alcanzar el cielo. Lutero, claro, no decidió cómo debía ser el alemán; su trabajo y su logro fue plasmar y sistematizar la forma en que usaba el idioma la gente del común.

Eso es lo que hacen las academias de lenguas. Sus miembros de número, los lingüistas, los filólogos, no pueden hacer más que el biólogo de los armiños: investigar la lengua, definir qué es lo básico de su uso, y formular teorías y modelos que describan cómo funciona; puede, claro, propender por que esas teorías se respeten, a través de la educación. Y tienen que estar pendientes de qué barbaridades salen de la gente, de toda la gente, “culta” o no, para volverlas oficiales… Son dignos de compasión.

La RAE no decide cómo se habla. Sí decide, en cierta medida, cómo se escribe, en busca de que nos entendamos sistemáticamente, para facilitar el aprendizaje y la comprensión del idioma. Me disponía a dar cierto ejemplo particular en este párrafo pero me estaba extendiendo tanto en ello que hice un artículo aparte.

Así que la próxima vez que alguien se queje de la palabra murciégalo (que de hecho es etimológicamente más correcta que murciélago), dile que la gente la usa, y la RAE no tiene otra opción. Y si alguien se queja de que no se instaura el tal lenguaje inclusivo, dile que es que no hay suficiente gente que hable como idiota, y la RAE no tiene otra opción.

Su objetivo es dejar claro cómo se usa la lengua, y no solo para archivo histórico, sino con el fin de que mantenga cierta estabilidad, de modo que podamos entendernos entre nosotros ahora, y por los siglos de los siglos amén. Esa labor es también nuestra; aprender bien el idioma y usarlo correctamente en contexto es un acto de responsabilidad social e histórica. Eso no significa, claro, que no podamos tener nuestro propio estilo con la lengua o hacerla nuestra con alteraciones; sino que, como pasa con todo, con la música y la cocina tanto como con la lengua y la política, para modificar las reglas a nuestro criterio hay que conocerlas muy bien. Dormid rico, y soñad con murciégalos filólogos.

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