martes, 2 de junio de 2009

Variedades

Prometo que la próxima entrada será sobre el hipotiroidismo. Es la razón por la cual, si me levanto tarde, no puedo permitirme alistarme en diez minutos y llegar a clase a tiempo. Sí, llegué tarde esta mañana. Media hora tarde. Pero por ahora el juego que había dicho.

La entrada de esta ocasión (no digo “de hoy” por cuestiones de posible falta de constancia en un futuro cercano) está dedicada a un juego que inventamos mis hermanos y yo hace ya varios años, y que logramos popularizar en el conjunto residencial que habitamos. Tiene el estilo de cogidas, escondidas, policías y ladrones,… ese tipo de juegos “de patio” que quien no haya jugado merece la deshonra. Sólo que este nuestro es un poco más complejo; y aclaro que “complejo” jamás significa “difícil”; complejo es algo que tiene varias partes. En este caso las “partes” son las reglas. No son demasiadas, pero son más que las usadas en los otros juegos mencionados. Pongámosle un poco de seriedad a esto, que no es que la requiera pero resulta más organizado y me divierto un poco.

Reseña Histórica

Todo comenzó hace muchos años (como nueve o diez) un día en que mis dos hermanos menores y yo nos encontrábamos en el apartamento y queríamos divertirnos de alguna manera como cualquier niño menor de once años. De algún lado salió la propuesta de que Manuel (mi hermano) y Adrián (yo) le dijéramos a Laurita (mi hermana, que se llama Laura, pero me acostumbré al diminutivo), cada uno, un animal. Ella elegía a alguno arbitrariamente y el correspondiente hermano perseguía a los otros dos a través de un recorrido que debía ser completado a salvo (entiéndase, sin ser cogido), y quien lo completara primero era el siguiente en decidir quién perseguía. Elemental. El juego recibía entonces el nombre “Animales”. Después la cosa se puso más interesante: el animal era dicho en secreto, lo que, inicialmente, con sólo tres jugadores, resultaba estúpido, pero con más gente genera la incertidumbre de no saber desde el principio quién persigue. Fuimos desarrollándolo hasta salir de los animales y abarcar cualquier categoría. Fue entonces, tal vez un poco más tarde, cuando el juego pasó a llamarse “Variedades”. Las reglas “modernas” son las que siguen.

Desarrollo

Una persona llamada juez, elegida por cualquier medio al estilo “piedra, papel o tijera” o el que sea, se sienta en un lugar denominado silla. El juez elige una categoría (plantas, ciudades, compositores,…) y un criterio de selección acorde con la categoría (la más duradera, la más lejana a París, el que más obras haya compuesto,…), y enuncia a los demás jugadores en voz alta únicamente la categoría. Cada jugador le dice en secreto un elemento de la categoría, y una vez todos los jugadores lo hayan hecho, el juez se levanta, todos se preparan para correr, y el juez enuncia el criterio de selección y el elemento elegido según éste. La persona que haya mencionado tal elemento debe intentar atrapar a todos los demás. Los otros deben completar un recorrido previamente determinado sin ser atrapados, y el primero que se siente por completo en la silla es el siguiente juez. Una persona que haya completado el recorrido y no se siente en la silla directamente (bien porque ya estaba ocupada, bien porque lo olvidó, bien porque la maniobra de evasión contra el perseguidor le obligó a hacerlo) ya no puede ser atrapada, pero no será el siguiente juez. Si nadie se sienta en la silla una vez todos hayan ora completado el recorrido, ora sido atrapados, el siguiente juez es quien perseguía. Y se repite la dinámica, como en cualquier “juego de patio”.

Observaciones

El juego es evidentemente más divertido en tanto más personas lo jueguen, en especial por las reglas respecto a la posible repetición de elementos. Si los jugadores son pocos (digamos menos de diez) y alguno dice al juez un elemento que ya haya sido dicho, el juez deberá pedirle que lo cambie hasta que diga uno nuevo. Si son bastantes, se puede permitir en cierta medida la repetición (eso será ya criterio de los jugadores) y saldrán a coger todos los que tengan que hacerlo. Obviamente, si se da el caso de que quien perseguía es el siguiente juez, algo hay que hacer para decidir quién queda.
Existe la figura del asisonto (alguien le puso ese nombre, creo que David Polanco, y así se quedó). Es una persona que se sienta detrás del juez y a quien éste le dice el criterio de selección que ha decidido usar. El asistonto tiene ciertas ventajas: no participa para coger, desde luego, y garantiza un poco más la imparcialidad del juez. La utilización de esta figura es opcional y su elección puede darse de cualquier forma.

Medallas

Alguna vez Daniel Páez (que jugaba bastante, y bastante bien) propuso algo llamado medallas, que aceptamos de entonces en adelante. Hay tres tipos de medallas, obviamente oro, plata y bronce. La medalla de bronce se consigue siendo juez tres veces seguidas. La medalla de plata se obtiene siendo juez cinco veces seguidas. Y la medalla de oro se adquiere… adivinad cómo… no, no son diez veces, eso es dos medallas de plata; se adquiere por la proeza de lograr ser juez por haber atrapado a todos los perseguidos.

Recomendaciones

Jugarlo, para comenzar. Alguna vez logramos reunir a unas cuarenta o más personas y jugamos entre todos. El juego tuvo bastante acogida en esa ocasión. Además, aprovechando que sois vosotros quienes os enteráis más directamente, os doy unos consejos más o menos obvios que sirven como estrategias de juego: elegid elementos promedio dentro de las categorías si queréis evitar salir a coger; o pedíos al asistonto, que no es puesto denigrante y también se evita quedar persiguiendo. Pueden hacerse juegos entre especialistas; por ejemplo, entre médicos pueden tomar la categoría “huesillos de la mano” o “glándulas”; entre biólogos “partes de la planta” u “órganos de los lepidópteros”; entre matemáticos yo propondría algo como “teoremas famosos” bajo el criterio “el de demostración más larga” o “contribuyentes al desarrollo del análisis” bajo el criterio “el más desocupado”. Cosas así. Divertíos mucho con esto, que yo ya lo he hecho harto y aún tengo ganas de más.

Para la próxima, enfermedades: «Lo elegí por la que recuerdo todas las mañanas, y sale a coger… ¡hipotiroidismo!»

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