También se encuentra publicado, casi igual, en el anuario del colegio IPARM correspondiente a mi año de graduación: 2007. En tal edición la letra es bastante pequeña y el fondo es un cuadro de Carlos Jacanamijoy (Jardín de noche, con sus respectivos créditos de pie de foto), lo que hace que resulte más cómodo aprovecharse de lo que ahora procedo a hacer. Esta vez no será necesario proemio alguno, pues tendréis enfrente, precisamente, el proemio de todo. Escrito por mí para los comienzos del mudo, os presento los primeros párrafos del Jen Aküan. El primer capítulo lleva por título El Mundo, primer sitio del Sistema.
Por evolución nacerían una a una todas las criaturas, y entre todas las criaturas la más perfecta sería el hombre.
La mitad del mundo estaba entonces cubierta de nubes blancas, grandes nubes blancas, y estas nubes se separaban y producían grietas, y estas grietas dejaban pasar delgados haces de luz hacia la tierra, y los haces lo iluminaban todo. Pero la otra mitad del mundo estaba cubierta de nubes grises, densas nubes grises, y estas nubes lanzaban rayos, y estos rayos producían intensas llamas sobre la tierra, y las llamas lo iluminaban todo. Era todo esto un espectáculo hermoso, pero en ese tiempo no había criaturas que así pudiesen considerarlo, pues los seres que sabían lo que veían y podían juzgarlo aún no existían; sólo existían los que no veían, y los que veían sólo para sobrevivir.
Entonces apareció el hombre. Pocos hombres en la mitad blanca, pocos hombres en la mitad gris, y entre estos hombres estaban los futuros creadores del Sistema. Y los hombres vieron esto y concibieron la belleza. Entonces los hombres descubrieron que podían comunicarse, y comenzaron a hacerlo, primero a través de su pensamiento; cada uno creaba una idea para cada cosa, y cada cosa se identificaría con una idea, que para todos sería igual. Pero no solo podían transmitir ideas, podían también cambiar las cosas, cambiar los pensamientos, cambiar las formas, crear nuevas cosas, eliminar las ya existentes, mover las cosas, todo esto, y más, con solo pensar, y muchos quisieron aprovecharse de ello. Muchos murieron, porque no sabían usar sus poderes, y modificaban sus cuerpos sin poder volver a ser como eran, porque nadie se conoce por completo, y menos aún su cuerpo. Pero había dos hombres que querían aprender a utilizar estos poderes, dos hombres que comenzaron a descubrir que nadie se interesaba por ellos, que nadie los veía como un don dado a esta especie única, que nadie se percataba de que había otras criaturas, y de que esas criaturas no poseían esos dones. Entonces cada uno se apartó por su lado, entrenó sus habilidades, y llegaron a tener mucho poder. También quisieron ser nombrados, y cada uno se hizo llamar de una forma distinta: el que provenía de la mitad blanca tomó el nombre de Déidos, y el que provenía de la mitad gris se nombró Démono.
Y con el tiempo, los dos climas iniciales del mundo chocaron, y el mundo rotó sobre su eje descubriendo otras partes a la luz, y sucedieron grandes alteraciones en los terrenos, y se generaron muy diversos paisajes, muchos temibles, muchos hermosos, pero todos juzgables de aspecto, porque el hombre poseía la facultad del juicio.
Recorrieron el mundo, y entonces se encontraron y se sensaron, y descubrieron que ambos tenían los mismos propósitos. Entonces se juntaron, y uno de ellos, el que provenía de la mitad blanca del mundo, dijo: “Debemos hacer que todo hombre pierda sus poderes, y que sólo aquellos que realmente lo merezcan, como nosotros, lo obtengan como premio. Para ello debemos recorrer el mundo, eliminando poco a poco los poderes, creando seres que hagan el trabajo por nosotros, pues nosotros somos los únicos con la habilidad para hacerlo. Pero debemos también cuidar de que nuestros cuerpos continúen existentes y sanos por mucho tiempo, ya has visto cómo quienes no cambian de cuerpo son afectados por enfermedades; salvemos, pues, nuestros cuerpos y diseñemos también diminutas criaturas cuyo oficio sea el de limpiarlos y evitar así que los males del cuerpo terminen con nuestra existencia. Ahora emprendamos la marcha, y que todos los hombres queden despojados de la hechicería.” Pero el pensamiento de aquel de la mitad gris, aunque en gran parte acorde con el de Déidos, abarcaba una idea más: el equilibrio, y de la siguiente forma se expresó: “Acepto tu propuesta, Déidos, compañero de pensamiento, pues me ha parecido sensata tu idea; mas tengo yo un pensamiento que hará que los hombres tengan más posibilidad de obtener poder. Durante mi aislamiento de los hombres, en el que dediqué mucho tiempo a pensar en el uso de la hechicería, también pensé en aquello que me había permitido razonar sobre esto, y me di cuenta de que era el equilibrio, la bondad y la maldad que albergaba entre mi conocimiento y pensamiento, el daño que propongo hacer a los hombres cuando quiero, y al mismo tiempo el bienestar que les quiero producir. Tanto en uno como en otro concepto pensé también, y al descubrir que los poseía ambos, en medidas similares, respondí mi propia pregunta, y así supe que el equilibrio es lo que permite a los hombres reflexionar sobre las cosas que poseen y que no, y sobre las cosas que les rodean. Quiero, Déidos, que produzcamos ese equilibrio en los hombres, en todos los hombres. Quiero que cada vez que sensemos en algún hombre mucha intención de hacer daño a los demás, o a sí mismo, afectemos su vida para que reconsidere y se aprecie, y aprecie a sus semejantes. Y que cada vez que sensemos en algún hombre mucha intención de hacer bien a los demás, o a sí mismo, hagamos que piense y recoja en su mente algo de maldad. Quiero que todos los hombres estén equilibrados. Y para ello debemos recorrer el mundo, tú ya lo has propuesto.”
Y comenzaron. Implantaron en sus cuerpos criaturillas minúsculas, y así quedaron protegidos contra los males del cuerpo. Se repartieron el mundo para cumplir con su acuerdo. Como ayudantes para eliminar la hechicería crearon a los trasgos, unas criaturas con el único poder de quitar poderes, y a quienes dieron una mínima inteligencia; los trasgos fueron creados a partir de hombres, deteriorando sus cuerpos y sus cerebros hasta finalmente poderlos controlar. Pero la creación de los trasgos estaba acabando con más hombres, así que se decidieron a observar cómo hacían las demás criaturas para reproducirse, ya que no poseían la capacidad de crear nuevas criaturas. Además, las criaturas que los hombres creaban nacían en extremo imperfectas, pues no sabían hacer cuerpos. Descubrieron el sexo, y enseñaron a los pocos hombres con cuerpo a reproducirse. Les despojaron de todos los poderes, para dejarlos únicamente con aquello que la naturaleza daba a todas las demás criaturas: un cuerpo, y con aquello único de su especie que les permitía entender y en un futuro lograr el pensamiento necesario para recuperar su naturaleza: la razón.
Entonces los hombres se vieron obligados a comunicarse de otra forma, porque ahora no tenían la comunicación mental, de la que la mayoría de las demás criaturas carecen. Pero poseían una lengua, y la capacidad de articular sonidos, entonces Déidos y Démono inventaron para ellos un lenguaje con el cual nombrar las cosas y los pensamientos. Y todos los hombres, ya despojados de la hechicería, pudieron sobrevivir y procrearse, hasta que la hechicería fue olvidada casi por completo…
Habrase notado el intento por imitar el estilo bíblico, también utilizado en El Silmarillion, y en otros tantos libros de creación. Hago de una vez anuncio de la próxima entrada: no será un texto, sino un juego. Un viejo juego que inventamos con mis hermanos y que terminó gustándome mucho. Ahora mismo quisiera jugarlo, pero necesito por lo menos unas cuatro personas más para ponerlo interesante. Además es tarde, y tengo clase de análisis matemático a las siete de la mañana.
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