martes, 20 de agosto de 2019

Si tienes tu cabeza

[Un texto para hablar solo un poquito de un tema que me fascina y que es de lo más difícil: la traducción de poesía. Y es con un poema clásico, un poco cliché, pero es que es de lo mejor. Advierto, no por asustar, sino por promover el estudio: el texto es un poco técnico y para seguirlo con detalle es útil tener conocimiento teórico de poesía clásica: métrica, rima y armonía. Eventualmente publicaré algo instructivo sobre ello, que es una de esas cosas que me hacen cosquillas en la boca del estómago, como la lingüística, la teoría de categorías, bailar salsa y el Alpín de vainilla.]

Hay dos habitaciones a temperatura constante, diferente en cada una, separadas por un muro. Se abre un agujero en el muro. ¿Qué  sucede? Poco a poco se irá intercambiando el aire contenido en cada habitación, y al cabo de un tiempo, que será mayor cuanto más pequeño sea el orificio, las habitaciones compartirán la misma temperatura, el promedio de las temperaturas iniciales. Los propios dioses, de Isaac Asimov, una novela preciosa, parte de una premisa similar, pero en lugar de dos habitaciones se trata de dos universos, y su diferencia no está en la temperatura sino en el valor de la constante de Planck. El título, por otro lado, proviene de una frase de Schiller: «Contra la estupidez, los propios dioses luchan en vano.»

Hace unos días me senté a organizar el contenido de un par de bolsas que llevaban varios meses (más de doce, seguro) debajo de mi escritorio. Estaban llenas de papeles viejos de todo tipo: revistas, folletos, documentos impresos, apuntes, cuadernos, manuscritos y hasta recibos de caja. Entre todo lo que encontré había precisamente un recibo viejo, sucio, de un préstamo bibliotecario hecho en marzo de 2014: Los propios dioses. Pero no vengo a hablar de alienígenas blandos y duros, ni de intercambio de constantes universales, ni de la lucha contra la estupidez. En ese recibo, el peor lugar para almacenar una cosa así, encontré unas líneas manuscritas con una traducción mía de la primera estrofa de If..., un poema escrito por Rudyard Kipling que me fascina, y que, sí, es un poco cliché, pero es que es de lo mejor que hay por ahí para desgarrarse el espíritu y alimentarse de realidad. Va la versión original, para que os encantéis, y ya comentaré por qué me gusta tanto.

     If you can keep your head when all about you
     Are losing theirs and blaming it on you,
     If you can trust yourself when all men doubt you,
     But make allowance for their doubting too;
5    If you can wait and not be tired by waiting,
     Or being lied about, don’t deal in lies,
     Or being hated, don’t give way to hating,
     And yet don’t look too good, nor talk too wise:

     If you can dream—and not make dreams your master;
10  If you can think—and not make thoughts your aim;
      If you can meet with Triumph and Disaster
     And treat those two impostors just the same;
     If you can bear to hear the truth you’ve spoken
     Twisted by knaves to make a trap for fools,
15   Or watch the things you gave your life to, broken,
     And stoop and build ’em up with worn-out tools:

     If you can make one heap of all your winnings
     And risk it on one turn of pitch-and-toss,
     And lose, and start again at your beginnings
20   And never breathe a word about your loss;
     If you can force your heart and nerve and sinew
     To serve your turn long after they are gone,
     And so hold on when there is nothing in you
     Except the Will which says to them: ‘Hold on!’

25   If you can talk with crowds and keep your virtue,
     Or walk with Kings—nor lose the common touch,
     If neither foes nor loving friends can hurt you,
     If all men count with you, but none too much;
     If you can fill the unforgiving minute
30   With sixty seconds’ worth of distance run,
     Yours is the Earth and everything that’s in it,
     And—which is more—you’ll be a Man, my son!

Para comenzar, la métrica y la rima son perfectas: todos los versos son endecasílabos, y cada estrofa  respeta la forma ABABCDCD, así con mayúscula sostenida. Mirad cómo rima sinew con in you, o virtue con hurt you, o minute con in itcómo hace que los dos primeros versos, ambos acabados en youno rimen, y luego rimen perfectamente con sus parejas. La armonía, que mantiene tónicas las sílabas segunda, sexta y décima, solo tiene un tropiezo, en el verso 14; se pudo haber arreglado con un bisílabo agudo en el lugar de twisted ―¿tal vez corrupt, destroyed, debased?―, pero la palabra es twisted, la que dice lo que se debe decir, y decir las cosas como son a veces implica un sacrificio.

En segundo lugar, a pesar de que a primera vista parece tener aires de superación personal, el poema es en realidad todo lo contrario: habla de superar los obstáculos, sí, y de no dejarse acongojar, pero también de reconocer que todos los hombres, comenzando por nosotros mismos, somos una mierda. (Por si acaso, yo siempre uso la palabra hombre para referirme al homo sapiens en general, y varón para los de sexo masculino en particular.)

Me pareció que la traducción que anoté en el recibo no está mal. Respeta tanto la métrica como la armonía, y sigue la estructura de las rimas, todo lo cual es muy difícil de lograr sin arriesgar grandemente el contenido; porque en traducción de poesía, decir las cosas como son a veces es el sacrificio. Sobre todo cuando se traduce de inglés, un idioma cargado de monosílabos, a español, un idioma lleno de palabras largas. Transcribo aquí delante el texto del recibo; el verso que aparece de último era una segunda opción, en lugar del anterior.

Si tienes tu cabeza cuando el resto
la pierden y la culpa en ti aluden;
si en ti puedes confiar y así das puesto
a permitir que otros de ti duden;
si aguardas sin cansarte de la espera,
y logras no mentir entre mentiras,
u odiado no devuelves rabia fiera
y siempre con prudencia hablas y miras;
     y nunca demasiada prez inspiras;

La intención del usar inspiras en lugar de miras tiene que ver con que el original dice look too good, o sea, verte demasiado bueno, que no es lo mismo que mirar con prudencia (ni lo mismo, claro, que ser muy sexi). Decidí solucionarlo por otro lado, y sobre todo terminar la tarea. Lo que viene es la versión actual de la traducción, que permanecerá en revisión indefinidamente.

     Si la razón conservas cuando el resto
     La pierden y la culpa en ti aluden;
     Si en ti puedes confiar y aun das puesto
     A permitir que otros de ti duden;
5     Si aguardas sin cansarte de la espera,
     Y siendo calumniado, tú no mientes;
     Si odiado no devuelves rabia fiera,
     Y son tu voz y aspecto muy prudentes;

     Si sueñas, mas los sueños no dominan;
10    Si piensas, mas tus metas son mayores;
     Desastre y Triunfo junto a ti caminan,
     Y a ambos igual tratas de impostores;
     Si la verdad que has dicho ves torcida
     Por pérfidos para engañar profanos;
15    Si roto aquello por que das la vida,
     Te inclinas y lo rehaces con las manos.

     Si tu ganancia entera ves juntada
     Para arriesgarla en un lanzar de dado,
     Y pierdes y reinicias de la nada
20    Y no te muestras nunca derrotado.
     Si puedes todo nervio que te enreda
     Forzar para que sirva tras partir
     Y resistir cuando tan solo queda
     La Voluntad que insiste: «¡Resistir!»

25    Si hablando con la plebe eres un noble
     Y andando con los Reyes, un común;
     Si no hay rival ni amigo que te doble;
     Si en ti confían, con reserva aún;
     Si llenas el minuto imperdonable
30    Con actos que valieran el trajín,
     La Tierra es tuya y todo lo abarcable,
     Y, lo que es más, ¡serás un hombre al fin!

Observaciones
Las frases grises son aquellas con las que me siento menos cómodo, pero que por ahora están ahí a falta de algo que me contente. Y en particular:

Verso 1: el título del artículo se debe a una versión anterior del primer verso, la que se ve en el manuscrito; luego, en la ducha, se me ocurrió esta otra versión, que me dejó contento; era cosa de perder la cabeza y entrar en razón.
Verso 2: no me gustan dos cosas: la dialefa que se forma en ti aluden (aunque creo que también me gusta), y sobre todo la forma en que resulta ubicado el verbo aludir.
Verso 8: como puede verse en el manuscrito, este verso y el sexto eran diferentes; el cambio, hecho el 11 de noviembre de 2020, deja una versión que me parece más adecuada tanto en términos estéticos como de fidelidad semántica, pero no me convence llenar la sílaba flotante con la palabra muy.
Verso 11: en parte, siento que junto a ti caminan suena demasiado íntimo, en contraste con el impostores con que se remata la idea; por otro lado, me gustaría que el verso comenzara con si. Se me ocurren dos versos alternativos que me dejan igual de descontento, pero no menos: Si Triunfo y Caos/Fallo junto a ti caminan y Si el Triunfo y el Desastre se avecinan (esta la dejé en el manuscrito adjunto).
Verso 16: no me molesta con las manos, pero el original habla de worn out tools, herramientas maltrechas, y tal vez se logren incluir. Como puede verse en la versión anterior en el manuscrito, cambié el inicio de este verso por uno que mejorara la traducción de stoop, y que, incidentalmente, también quitó una elisión (si eso tiene sentido) e hizo la oración más gramatical.
Verso 18: la rima en asonante que queda entre manos y dado se me hace un poquito cacofónica, al igual que la aliteración entre juntada y dado.
Verso 21: creo que este es el verso con el que más he peleado, y no logro dominarlo; no me gusta ese enreda, saca de contexto, y quiero mencionar más que los nervios, que ahí van tendones y corazón también, pero el verso 23 me restringe.
Verso 23: tampoco puedo cambiar queda por resta, porque se agranda demasiado la aliteración, ni poner solo de última, porque me restringe más.
Verso 27: estoy seguro de que doblar no sustituye claramente a herir o lastimar, e incluso puede dar a entender otras cosas.
Verso 30: no estoy seguro de si trajín me gusta (puede incluso que me guste mucho), pero sí estoy convencido de que queda mejor que cualquier construcción que rime al cambiar al fin por hijo en el último verso.

Como digo, el texto estará en constante revisión, lo cual incluye tener en cuenta comentarios, sugerencias y críticas de quien quiera darlas. Con este artículo abro un orificio a otras perspectivas, a otros universos, para que se intercambien poco a poco sus contenidos y se construya un equilibrio. Al fin y al cabo, de eso se trata el conocimiento y de eso se trata la cultura.

Una crítica no acepto: «Ay, es que si te pones con eso de preservar la métrica y la armonía y la rima se pierde contenido.» Ya sé. Yo mismo lo dije, y ya hay suficiente gente traduciendo de forma literal sin preservar los detalles estructurales; yo quiero fijarme en esos detalles. Además, soy matemático; las estructuras son lo mío. Hacer estas traducciones así es un reto personal.

Aunque me encontrare en calzoncillos, aunque sucediere en la ducha, correré a editar este artículo cada vez que surja algo que parezca mejorar la traducción. Cuando queráis mejorar algo, id a la ducha; es infalible. Dormid rico, y soñad con el Triunfo y el Desastre.
Sleep well, and dream, but don't make dreams your master.

Referencias
El poema de Kipling se encuentra en todas partes y es de uso libre. Las dos imágenes son tomadas por mí, de manuscritos hechos por mí, de una traducción hecha por mí. Soy su amo y señor, como dicen.

jueves, 8 de agosto de 2019

Me acuerdo de tantas cosas

[Decidí retomar mi blog. Hace algunos años ―no importa cuántos exactamente―, con poco o nada de quehaceres obligatorios y nada en particular que me interesara en la red, decidí leer completo, casi de un tirón, un blog que encontré casualmente, llamado Lector Constante (en el que también aparecen referencias a Moby Dick en algún lado). Más que decidir leerlo, necesité leerlo; me pareció maravilloso, y me inspiró para llevar el mío con más rigor. Lo llevé durante un par de años y luego me distraje con otras cosas. En varios momentos quise volver a leer aquel blog, pero el enlace por el que lo había encontrado la primera vez ya no correspondía; hace unos días lo encontré de nuevo, y fui feliz, y me volví a inspirar. Ya veremos cuánto me dura el ánimo esta vez.]

Tengo en mente muchos textos, incluso algunos que podrían tener formato de video, sobre temas diversos de lenguas, lingüística y literatura. Sin embargo, para retomar este espacio con cierta contundencia, quiero hablar de otra cosa. Pero continuaré con mi modus operandi de siempre: vendrán primero unos párrafos introductorios, al parecer fuera de foco, que conducirán paso a paso al tema principal. Quien quiera ir al grano puede saltar hasta el asterisco.

Hace un par de años trabajo por mi cuenta, aprovechando cualquiera de las cosas que sé hacer. He tenido la suerte de que nunca, en toda mi vida, he tenido que buscar empleo; simplemente resulta; a veces tanto que tengo que rechazar. Salen clases de matemáticas y lenguaje, locuciones, caligrafías, traducciones, correcciones de estilo, y otras cuantas cosas. Salen proyectos de educación. Uno de ellos me hará visitar la Guajira unas cuatro veces en esta segunda mitad de 2019; es con JADA, una fundación educativa que está haciendo muy buenas cosas en varias partes del país. Diseñando un cuestionario para ese proyecto, leí una columna de Moisés Wasserman titulada La palabra nos hace humanos, en la que relata varios esfuerzos investigativos por encontrar el origen del lenguaje, pues, según muchas personas muy serias, eso es lo que nos distingue de los demás animales.

Discrepo. Estoy convencido de que lo que nos hace diferentes es otra cosa, algo que muchas personas muy serias tal vez rechazarían, pero que tiene mucha, muchísima seriedad: la imaginación. Todo acto eminentemente humano es producto de la imaginación: la literatura, el arte, la tecnología, la ciencia, los juegos, el lenguaje, todo. Lo que no proviene de la imaginación (comer, dormir, excretar, fornicar en posición de misionero) es común a todo animal. Mi convicción es tan grande que llevo la idea al extremo. Diseño dispositivos imaginarios (personajes, objetos, espacios, historias) para todo: para interpretar el mundo, para controlar mis emociones, para alterar mi percepción, para organizar mis ideas, para no perderme en los centros comerciales. Para memorizar.

Desde el año pasado tengo una fuerte afición por los sistemas mnemotécnicos. Esto va más allá de trucos simples para memorizar datos particulares, como el famoso pájaros volando igual a número de ratones trotando para la fórmula de los gases ideales, o SohCahToa para las razones trigonométricas. Se trata de técnicas complejas que permiten memorizar conjuntos enormes de datos interrelacionados. La palabra complejo, como siempre, solo indica que están compuestas de muchos elementos; son en realidad armazones muy fáciles de aprender y aplicar. Solo se necesitan dos cosas: práctica y, sobre todo, imaginación.

Ya antes había diseñado algunos trucos de memorización simples que explicaré en un momento, pero el año pasado me topé por casualidad con varias fuentes sobre el tema que me ampliaron las posibilidades: unos videos de Ramón Campayo (solo sobre memoria, que yo a la superación personal no le voy); un artículo en esperanto en una revista, y una biografía de Giordano Bruno, quien resultó ser un viejo experto en el tema; y este año me topé además con un artículo de Martin Gardner que tocaba el asunto. (¿No os pasa que estáis leyendo o haciendo cosas diversas y resultan, inesperadamente, compartir todas un tema que parece perseguiros? Me pasó con la epistemología de la ciencia, con la teología cristiana, con esto...)

* Va un ejemplo simple: para memorizar listas cortas, relacionas sus elementos con los elementos de una lista conocida, como los libros de Harry Potter, los colores de las bolas de pool o los quince tíos por parte de mamá, si los tienes y sabes en qué orden van. Luego creas imágenes que relacionen las listas según su orden. Yo utilizo, entre otras, una versión alterada y extendida de los colores de las regletas de Cuisenaire, esas piezas de madera para enseñar aritmética a los niños. La correspondencia está en la tabla que sigue.

Con este sistema memoricé las comisiones del Senado colombiano: la quinta, por ejemplo, es la de medio ambiente, y me basta imaginar un paisaje frondoso de plantas amarillas en una sala del Capitolio. De vez en cuando lo uso para listas rápidas; lo utilizo también para un dígito adicional de las poblaciones del mundo. Podría decirse que tiene la dificultad de incluir colores muy similares, pero se sabe que llamar a las cosas por su nombre permite distinguirlas mejor, así que otra cosa que me preocupo por memorizar muy bien son los nombres de los colores. Este código también forma parte del sistema que armé para memorizar la clasificación decimal Dewey, en el que asigno además un animal y un espacio a cada dígito.

Sin ser músico, memoricé con facilidad los modos musicales clásicos con un sistema que inventé para el caso. Por un lado, cada modo es una sucesión de tonos (T) y semitonos (S); por otro, las vocales se clasifican como abiertas (a, e, o) y cerradas (i, u). La correspondencia es tal cual: tono con vocal abierta, semitono con vocal cerrada, y luego es cosa de hacer palabras y con ellas imágenes. Ante todo, entro a un espacio: una sala de música, con varios instrumentos y una hilera de puertas a la derecha; tras cada puerta hay un peligro, y las palabras clave asociadas al peligro y a la manera de sortearlo mientras suena música de suspenso revelan la sucesión. Por ejemplo, la puerta para el modo frigio me lleva a un congelador industrial (obviamente) infestado de cucarachas, a las que mato con una pistola antes de salir. Me deshago de las consonantes y queda uaaaioa, o sea, STTTSTT. La lista completa de las imágenes aparece en mi cuenta de Instagram (con un pequeño error en la decodificación del modo jónico).

Este ejemplo ayuda a entender en qué consiste cualquier sistema mnemotécnico complejo. Para memorizar una lista de datos crudos, como números, intervalos musicales, puntos y rayas o alguna de esas contraseñas superseguras hechas con caracteres aleatorios, primero hay que codificarlos de algún modo que permita transformarlos en algo imaginable. Un aspecto fundamental en estas técnicas, que parece contradictorio, es que cuanto más detallada sea una imagen, más fácil es memorizarla. Si hay todo un trasfondo narrativo, habrá más información que memorizar, pero se quedará impresa con más fuerza. En serio.

Como una forma de mantener la atención y el interés de mis estudiantes en mis clases (y tengo estudiantes nuevos casi cada semana, así que esto nunca caduca), les muestro algunas cosas que almaceno en mi memoria. A veces son los números atómicos de los elementos químicos, que aprendí en un par de días, pero lo que más les sorprende son dos cosas: muchos dígitos de la expansión decimal de algunos números irracionales y los prefijos telefónicos de todos los países del mundo. También me sé las capitales, banderas, escudos y unidades monetarias, casi todos a fuerza bruta. Y con el mismo sistema que uso para los prefijos telefónicos memorizo poblaciones, superficies y alturas máximas sobre el nivel del mar. Con una pequeña variación planeo almacenar los prefijos de códigos GS1, que me permitirán saber por su código de barras de qué país viene cualquier producto.

Aquí va. La estrategia que usan muchos memorizadores para almacenar números, y que yo adapté de la que usa Ramón Campayo, consiste de nuevo en convertir la información cruda en palabras y luego estas en imágenes e historias. Así como en el sistema para los modos musicales las consonantes eran de relleno, en este caso el relleno son las vocales. Cada dígito se corresponde con algunos fonemas consonánticos, según como se muestra a continuación.

Nota técnica: cada fonema, representado por su símbolo en el Alfabeto Fonético Internacional y neutralizado para el idioma español, viene acompañado por una palabra de ejemplo que lo incluye como única consonante pura; se tiene en cuenta ceceo y se asume yeísmo.

0: /ɾ/ (oro), /r/ (hierro)
1: /t/ (té), /d/ (odio)
2: /n/ (no), /ɲ/ (uña)
3: /m/ (humo)
4: /k/ (eco), /x/ (ojo)
5: /l/ (ala)
6: /s/ (hueso), /θ/ (hoz)
7: /p/ (hipo), /f/ (fe)
8: /tʃ/ (hecho), /ɡ/ (higo), /ɟ/ (olla, hoyo)
9: /b/ (huevo)

Como ejemplo, van unos prefijos telefónicos, tomados al azar con un generador aleatorio de países. Como conozco a fuerza bruta la ubicación de cada país en el globo, lo primero que hago es imaginar el mapa, y en el lugar correspondiente se desarrolla la imagen. De todos modos, cada imagen trae alguna cosa asociada al país.
  • Etiopía: +251. Un niño etíope está triste porque le acaban de anunciar que su examen fue anulado.
  • Luxemburgo: +352. Un león se pasea muy contento luciendo su melena recién teñida con los colores de la bandera de Luxemburgo. Para mayor facilidad, resulta que el escudo de armas de Luxemburgo tiene tres leones, dos de soporte y uno en el campo.
  • Irán: +98. Las figuras hacia el centro de la bandera de Irán resultan ser un montón de bichos caminando en todas direcciones.
  • Dinamarca: +45. La gente va a ver la estatua de la sirenita, que es una mujer con cola de pez.
Gracias a esto retengo de inmediato números de teléfono, de cuenta, de envío, de reserva, de identificación (mostrarle a alguien que te sabes de memoria sus datos personales es muy divertido), y estoy lleno de datos científicos como valores de constantes universales y medidas astronómicas. Una que resultó cómoda es «el diámetro de la Tierra es tan pequeño»: 12 742 km.

Un último sistema que mostraré por ahora es el que uso para ampliar mi vocabulario en alemán. Llevo ya un buen tiempo aprendiendo esta lengua y en gramática parece que estoy mejor de lo que yo mismo creo, pero me faltan muchas palabras. Lo que hago es memorizar sustantivos, con su género. El espacio es una cueva (el prefijo telefónico de Alemania es +49); los sustantivos masculinos van asociados con tierra, los neutros con agua y los femeninos con fuego. Por ejemplo, para recordar que cuchillo es Messer y de género neutro, imagino un cuchillo dentro de la cueva cortando una mesa hecha de agua.

Conozco algunos otros sistemas clásicos, como el famoso palacio de la memoria, y existen muchísimos otros que desconozco. Pero más importantes que los que ya existen son los que están por inventarse; lo ideal, creo yo, es que cada quien cree sus propios códigos y con ellos sus propias imágenes; al fin y al cabo, cada quien tiene conocimientos diferentes a partir de los cuales codificar, y experiencias (o fetiches) diferentes a partir de las cuales imaginar. Para muchas personas, como médicos, archivadores o actores, resulta supremamente útil. Por otro lado, el ejercicio mental siempre es bueno para combatir enfermedades (¿en serio estoy tan viejo que hablo de esto?). Además, es muy divertido. No dejéis de intentarlo con alguna cosa.

Pronto hablaré de otros trucos, algunos sorprendentemente sencillos, y los traeré con ejercicios de calentamiento y todo. Por ahora, dormid bien, y soñad con leones peliteñidos.


REFERENCIAS

  • WHITE, Michael. Giordano Bruno: el hereje impenitente. Javier Vergara Editor. Barcelona, 2002. Traducción del inglés por Albert Solé.
  • Los videos de Ramón ya no están disponibles; eran una oferta gratuita limitada como promoción de un curso que ofrecía la plataforma Lectura Ágil.
  • No sería fácil encontrar el artículo en esperanto; lo abrí al azar de una de varias revistas El Popola Ĉinio que tengo en casa. Si lo llego a encontrar pondré la referencia.
  • GARDNER, Martin. "Los trucos de los calculistas ultrarrápidos", en Carnaval matemático. Alianza Editorial, S. A. Madrid, 1983. Traducción del inglés por Andrés Muñoz Machado.
  • Otros tantos videos y lecturas sueltos por la red.
  • Las únicas dos imágenes que aparecen acá son hechas por mí, una en PowerPoint y otra dibujada a partir de una fotografía de un león que encontré en la red. La fotografía tiene derechos de autor, pero el león no, así que puedo dibujarlo.

miércoles, 28 de agosto de 2013

De la influencia ejercida por los Lidenbrock

Hace un par de horas irrumpí en la estación Museo Nacional, que aún no se inaugura. En términos más coloquiales, me colé. Pero la historia empieza un poco más atrás. Los impacientes pueden saltar al párrafo estrellado y luego leer los preámbulos.

Tal vez fue en séptimo u octavo grado cuando comencé a leer Viaje al centro de la Tierra. Cuando Axel se perdió, desesperanzado, en las galerías subterráneas previas al encuentro del mar interno, también se perdió, durante una clase de educación física, mi ejemplar de la novela. No la retomé hasta hace unos días; ya me quedan tres capítulos para terminar, y ha sido fascinante. He creído que lo que quiero contar merece que pause por un rato.

La universidad ha estado cerrada ayer y hoy; a falta de clase y porque me levanté temprano a desayunar con Daniel y Santiago (dos grandes amigos míos que se quedaron en casa anoche), decidí hacer lo que llamo un día biblioteca: No toco ningún aparato electrónico; tomo un libro, y eventualmente la lectura me llevara a consultar otro; cada lectura me lleva a una nueva, y sigo la cadena hasta que el sueño me venza o llegue otro compromiso, interrumpiéndome solo para ir al baño y comer. La última vez que lo hice pasé de Canetti a Broch, luego —inevitablemente— a Virgilio, y no recuerdo a qué más cosas. Huelga decir que vivo en una biblioteca.

Antes de levantarme tuve un sueño evidentemente creado bajo el influjo de Verne: me convertía en un aventurero que recorría el mundo en busca de las maravillas que aparecen en los libros, pero no como turista, sino como explorador. Me regocijaba al contemplar unas ruinas mongolas cubiertas de flores rojizas que no sé si existen pero que se veían tal y como las había visto en un libro que jamás he consultado. Todo el día estuve pensando en mi rechazo al turismo, que arruina la aventura; ¿para qué un guía que cuente la historia en su sitio, si existen los libros? Los sitios son para vivirlos.

Hoy comencé —¿o debo decir seguí?— con Viaje al centro de la Tierra, y las lecturas que se desprendieron de allí fueron todas académicas, para aclararme el lenguaje técnico tan preciso del autor. Fueron mencionados el ictiosaurio y el plesiosaurio; del primero encontré sin dificultad una imagen en una enciclopedia temática, que mencionaba al segundo pero no lo mostraba; busqué en vano una lámina en otro libro, u otro libro que pudiera contener una. También me enteré de qué es el fuego de San Telmo. Se habló de los periodos cuaternario y terciario, del plioceno…, y mi ignorancia (o mi olvido) sobre las edades de la Tierra me hizo abrir una revista especial editada por Muy Interesante —que incidentalmente se llama Muy Especial— con el título Historia de la Tierra: Del big bang al origen de la vida en nuestro planeta. Estaba ya influyendo el magma en la conformación de la corteza cuando llego la hora de salir a otro compromiso.

Una amiga, aún ignoro por qué, se acordó de mí al ver cortos de Crimen con vista al mar, una película colombo-española recién estrenada que pinta de buena talla, porque la produce el mismo que produjo El secreto de sus ojos. Habíamos quedado de ir a verla esta noche, a las siete y veinte, y de encontrarnos a las siete; llegué un par de minutos antes. La misma clase de evento que mantiene cerrada mi universidad tenía bloqueadas las vías cercanas a la Universidad Pedagógica Nacional, por donde ella debía pasar para encontrarse conmigo, y en un mensaje de texto me dio a entender que no llegaría. Decidí, en todo caso, sentarme a proseguir con mi lectura. Me encontré por alegre casualidad con Óscar Donato, profesor joven de filosofía en la Universidad Libre que, tras haber sido alumno de mi padre, se convirtió en gran amigo de la familia, como ha sucedido con varias personas; calificó de delito el leer tan placenteramente como lo hacía yo en ese momento.

*A las ocho, luego de un par de capítulos vertiginosos, comencé el regreso a casa, a pie. El camino que tomo atraviesa el Parque Central Bavaria y los barrios Teusaquillo y La Soledad, y por lo tanto es forzoso acercarse al Museo Nacional. La estación de TransMilenio que lleva su nombre y queda frente a él, bajo tierra, no ha sido inaugurada; quise acercarme inocentemente a ver cómo era la parte externa. Encontré la puerta de seguridad entreabierta, bajo ella un espacio de unos cuarenta centímetros por donde cabía perfectamente todo mi cuerpo. Pensé en solo agacharme a mirar. Ante la soledad manifiesta e impelido por el espíritu aventurero de Axel y el profesor Lidenbrock, no dudé de nuevo y me deslicé al interior de la estación.

Estaba desierta. A cada extremo del subterráneo se levanta una bóveda de entrada, y una escalera recta y una rampa circular permiten el descenso; bajé por la escalera sur y recorrí, lento y emocionado, todo el trayecto en línea recta hacia el norte. Me sentía dueño del lugar y dueño de mis recorridos; recordé mi repulsión al turismo dirigido y me dije que ese es el tipo de cosas que quiero hacer, pero en todo el mundo y en los lugares más místicos. Recordé mis excursiones por rincones perdidos de la universidad, en el sótano de la biblioteca (antes y después de la remodelación), en el colegio de noche, en el bosque de biología… Creí ver en el túnel los minerales y formaciones rocosas que Axel y su tío vieron en las entrañas del planeta. Sentí vértigos de sola emoción. Tuve el ligero temor de que la abertura por la que entré fuera cerrada, pero el paso de un bus abrió por accidente las puertas laterales, y junto con el hecho de que había luz eléctrica plena me dije que en cualquier caso podría salir por allí, presionando el botón de apertura de emergencia.

La entrada norte tenía la puerta de seguridad abierta casi del todo y un guardia de seguridad con el acento ‘ñero que suele caracterizarlos la vigilaba. Me vio. Antes de que dijera cualquier cosa, tomé la autoridad a la vez que cedía a lo inevitable y le dije «Sí, ya salgo». Me preguntó que hacía adentro, cómo entré, por dónde; a todo respondí con calma sin dejar de caminar, como si el hombre fuera un transeúnte que me pregunta por el clima o la hora. Me alejé, atravesé el Parque Central Bavaria y los barrios Teusaquillo y La Soledad, y llegué a casa.

Laurita, mi hermana, me acaba de hacer notar la injuria que he cometido. ¡No bailé dentro de la estación!

domingo, 11 de noviembre de 2012

Tri tagoj en Kalio

[Fragmento de mi diario, desde el viernes 2 de noviembre de 2012 hasta el mediodía del lunes 6 de noviembre. Solo el primer día fue escrito en español; lo demás fue escrito en esperanto y aquí presento su traducción (por eso hay partes que suenan poco naturales); la versión original puede encontrarse en mi blog en esperanto.com. El título de esta entrada traduce “Tres días en Cali”.]

Camino al Congreso. Bogotá-Cali, V 2 2012.

En 1887, un médico polaco amante de las lenguas publicó un texto titulado La Unua Libro (que en español significa lo evidente: “el primer libro”). Describía con detalle la gramática y presentaba gran parte del vocabulario de una lengua cuya construcción por fin había terminado, después de años de trabajo y versiones previas. Llamaba a la lengua Lingvo Internacia (“lengua internacional”) y la diseño con la intención de que se convirtiera en la lengua común del planeta Tierra y con suficiente apoyo de amigos y autoridades para iniciar su proyecto. Tradujo la Biblia (qué mejor manera de dar forma a un idioma que imitar a Martín Lutero), tradujo proverbios, inventó otros, hizo poesía e hizo propaganda. El libro fue publicado bajo el pseudónimo que le dio nombre definitivo a la lengua: Doktoro Esperanto.

Guardo con cariño mi primer semestre de universidad, el primer semestre de 2008, por muchas cosas, como Poesía en el Afán, un grupo de lectura que iniciamos René (el de la iniciativa, un amigo que conocí en la Personería y que reapareció hace poco), David Sánchez (que fue convocado por René para el cometido) y yo, y al que se unieron más tarde Hanna, Daniel, Santiago, Baltasar y más personas; nos reuníamos unas dos o tres veces al mes a leer poesía; después contaré la historia, que ahora viene otra cosa. […] Conseguí muy buenos y nuevos amigos, comencé la carrera; fue un cambio de vida muy agradable.

Ese semestre también aprendí esperanto. Lo había visto y hasta explorado un poco gracias a la lista de idiomas de Wikipedia. Un día resolvía una sopa de letras sobre lenguas del mundo, apareció el esperanto y me dio por averiguar. Cuatro días después lo hablaba con fluidez respetable. Ahora soy un experto, traductor de poesía y reconocido entre la comunidad hablante de esperanto del país. Mi blog tiene un artículo con toda mi historia inicial al respecto. Este año, del 3 al 5 de noviembre, se llevó a cabo el XVIII Congreso Colombiano de Esperanto (18-a Kolombia Kongreso de Esperanto) en Cali, capital del Valle del Cauca.

Había hablado con Lina y estaba decidido que dormiría en su casa. Mi teléfono estaba muerto; Laurita me iba a prestar el suyo, pero recordó que lo necesitaba; en fin, viajé incomunicado y sin reloj. El viaje en bus —porque no reaccioné a tiempo para comprar pasajes de avión baratos— dura normalmente nueve horas. Tomé TransMilenio hasta la Terminal de Transportes del Sur, donde conseguí por cuarenta mil pesos (quince mil pesos menos de lo que tenía presupuestado) un pasaje para salir a las doce y media.

[…] Me bajé en Armenia, a las ocho y media de la noche, a llamar a Lina; le comenté de mi posición y le dije que si llegaba muy tarde no la haría arriesgarse y me quedaría en un hotel, solo esa noche. […].

A las cero horas veinte minutos del 3 de noviembre vi la hora en un teléfono de la Terminal de Transportes de Cali, que usé sin éxito para llamar a Lina. Un taxista me llevó a un hotel cercano y barato en el que me dieron una habitación con lo necesario: una cama y un baño con ducha y con agua. Incluso, había un televisor. Dos dibujos de mujeres desnudas, uno en el baño y otro en la cabecera de la cama, hacían evidente que antes fue un motel. Pasé canales un poco antes de dormir; el canal número tres presentaba Tom & Jerry, y el canal número dos era el famoso Venus. No me gusta el porno, lo detesto; me quedé viendo Tom & Jerry. El cine erótico, sin embargo, me gusta mucho. La cuestión es que el porno no tiene una sola pizca de trabajo artístico, no hay línea narrativa, no hay estudio fotográfico, y no hay pasión ni afecto; es solo gente tirando como le salga. Alguna vez leí que ver una película pornográfica al revés es lo mismo que verla al derecho; y no precisamente porque sea todo un canon de Bach. No es como una escena de pasión y tomas sensuales lograda bajo un arco argumental, por malo que sea.

Por razones obvias, los tres días siguientes serán consignados en esperanto.

* * *

Caminata por media Cali. Cali, S 3 2012.

Con mi teléfono completamente muerto, no llevaba reloj, así que decidí levantarme en cuanto viera luz entrando por la ventanita de la habitación. Así fue; me levanté, me bañé y me vestí; cuando entregué las llaves de la habitación, la encargada me respondió que eran las seis y media de la mañana; más temprano de lo que pensé; demasiado temprano. Mi hipotiroidismo me obligó a buscar agua para tomarme mi medicamento y a esperar al menos media hora antes de desayunar. […] Como no tenía la dirección del lugar del congreso, busqué de inmediato un puesto de internet. […] El sitio no estaba cerca de mi posición, pero decidí esto: aún tenía una hora antes de que comenzara el evento (a las diez de la mañana), así que no tomaría un vehículo, sino que caminaría hacia allá y, cuando llegara la hora, tomaría un taxi, ya más barato desde más cerca. […].

Caminé por la venida del río hasta que vi un parque bonito; en ese sitio la nomenclatura me confundió, pero al fin tomé la dirección correcta. Le pregunté a un policía por dónde podía llegar a mi destino; siempre pasa igual: le pides indicaciones a un policía y es el compañero el que sabe y responde. Yo estaba en la punta de la Avenida Quinta, importante en Cali, y siguiéndola estaría cada vez más cerca. Permanecí buscando relojes en las paredes de las tiendas, sin éxito.

En todas las ciudades colombianas, las direcciones están organizadas con un sistema cartesiano: la fundación de la ciudad genera dos grupos de calles paraleas, las que van de sur a norte y las que van de oriente a occidente. A unas se les llama “calles” y a las otras, “carreras”. En Cali, las calles (por lo general) van de sur a norte (a diferencia de Bogotá, por ejemplo). La Avenida Quinta es una calle. Recordaba mal la dirección del colegio: era en la carrera 37A con calle 8, pero en mi mente aparecía 31 con 8A, así que caminé por la 32 hacia el oriente; gracias a eso conocí por fuera el estadio municipal Pascual Guerrero. La hora, que por fin logré ver, era 9:42. Pronto dudé de mi certeza respecto de la dirección, y tras revisar retomé el camino correcto. A las diez de la mañana casi exactamente (de hecho, unos cuantos minutos antes) alcancé mi destino, gratis, habiendo caminado (solo exagero un poco) la mitad de la ciudad. Es una ciudad muy bonita, con muchas zonas verdes, buenas calles, un clima muy agradable (a veces muy caliente, pero hoy no). A esa hora, un sábado en la mañana, había pocas personas y carros en las calles.

Estaban colgando el pendón del congreso cuando pregunté si era allí; y allí era. Saludé a los gemelos Iván y Juan, que tendrán importancia en esta historia y ya la tienen en el movimiento esperantista. Cantamos el himno nacional y el himno del esperanto. Presentaron un documental corto sobre el esperanto hecho por un estadounidense. Hay algo que siempre pasa cuando se trata de esperanto: se habla sobre todo de la lengua misma, como veréis que sucederá durante este congreso. Por fortuna, hubo varios encuentros externos para hablar de nuestras vidas.

Durante el primer día de congreso se habló de los exámenes del cuadro de referencia europeo para las lenguas, que fueron presentados por seis personas en Cali este año; tal vez yo lo presente el próximo año. Se hizo una presentación sobre las clases de esperanto en un colegio de Cali. Un asistente de Bogotá habló de sus viajes y recibimientos en casa debidos al esperanto. Libardo Mejía, anciano y eminente esperantista, leyó una traducción preciosa del poema If… (Se…, se titula la traducción) de Rudyard Kipling.

Acepté la oferta de Luis Felipe de quedarme en su casa; él vive con su novia Mayra cerca del lugar del congreso. Tras dejar mis maletas en su casa, fuimos a comer y conversar con los demás asistentes. Llamé a Lina, y quedamos en que dormiría en su casa mañana; a Alejandra, para habar con ella antes de que viajara a México y desearle éxitos allá, y a mi mamá (que también viajó este fin de semana) para informarle de mi bienestar, éxito y diversión. Luego Luis Felipe, Mayra y yo fuimos a un bar grande y bonito en Paso Ancho, en la carrera 66, y allí tomamos cerveza negra y hablamos de nuestras vidas (ya en español); sonaba rock, y los muros estaban llenos de imágenes roqueras, bicicletas y motocicletas de verdad.

* * *

Monoides y paseos. Cali, D 4 2012.

Cuando Iván publicó el programa del congreso, había dos espacios libres para pedir ponencia; pedí uno entusiasmado, aún sin decidir sobre qué expondría. Tenía algunas opciones: leer poesía, mostrar mi traducción al español del primer capítulo de La Infana Raso, y otras ideas a medio armar. Alejandra me propuso que reseñara un libro; me pareció una excelente idea y pensé en The Left Hand of Darkness. Mi propuesta principal era presentar algunos aspectos de la gramática del esperanto por medio de la teoría de categorías, una importante y novísima rama de la matemática. Pero, pensé luego de un tiempo, eso sería presentar algo conocido por medio de algo desconocido, ¡y eso no tiene sentido! La forma natural es la contraria: presentar algo desconocido por medio de algo conocido. Así que invertí el enfoque de mi primera propuesta, y vi que estaba bien. Y fue la tarde  y la mañana el segundo día.

De hecho, sí. La primera ponencia del segundo día era la mía, Luego de alguna demora finalmente comenzamos. Lo que hice específicamente fue presentar la fonética del esperanto como un isomorfismo perfecto de monoides; con ejemplos y palabras más sencillas, hice esto: sea el conjunto de todas las letras del esperanto, y el conjunto de todos los fonemas del esperanto; * y * son, respectivamente, los monoides libres no abelianos generados por y , o sea, el conjunto de todas las sucesiones finitas (palabras) formadas por elementos de cada uno de ellos. Sea f la función que transforma cada letra en su respectivo fonema; f es biyectiva y respeta la concatenación de palabras, luego es un isomorfismo entre dos monoides. Luis Jorge Santos, con seguridad el esperantista de Colombia, habló de otros fenómenos fonéticos luego de mi ponencia.

Ya dije que supe del esperanto gracias a Wikipedia. Bueno, eso es porque la versión de Wikipedia en esperanto es grande y buena. La siguiente ponencia, de Iván, habló de Wikipedia en general, y de la versión en esperanto en particular.

Llegó la Tarde Artística (Arta Vespero). Por lo general, “tarde artística” en los congresos significa que no hay nada oficialmente programado, pero varias personas tienen algo listo, que puede ser una canción, un poema, una obra teatral u otra cosa. Esta vez la tarde artística estaba organizada en el programa: Primero, Luis Jorge habló sobre la diferencia entre arte y ciencia; dijo que, mientras el arte se trata de disciplina y repetición (así que el deporte es arte y en su mayor parte el aprendizaje de lenguas también), la ciencia se tarta de analizar (así que el aprendizaje de lenguas también es en parte una ciencia); dio un consejo para aprender lenguas: memorice frases. Yo memorizo poemas, y vaya que funciona. Segundo, hubo un agradable espectáculo de magia.

Tercero, hubo un concurso de traducción de poemas. Mercedes Mejía, una de las asistentes, también es poeta; el concurso consistía en traducir uno de los poemas de su autoría que se nos ofrecían, todos en español. Me parecieron lindos, aunque siempre prefiero la poesía con rima y métrica. Elegí un poema titulado Ganas de vivir, e intenté que la versión en esperanto rimara. Los jurados nos pidieron a dos participantes, Antonio Trujillo y yo, que declamáramos nuestras respectivas versiones para decidir al ganador definitivo. Fui yo, y recibimos como premio sendos libros de Mercedes, lindísimos.

Yo había anunciado que tenía una sorpresa para todos: decidí no hacer de mi traducción de La Infana Raso mi ponencia porque esa es cosa de tarde artística. Así que les presenté La raza infantil, el primer capítulo. Dijeron entonces que mi victoria en el concurso era trampa, que yo era un profesional. Luis Jorge, que fue amigo de William Auld, el autor del poema original, me dijo que hice lo que hicieron los traductores de Cien años de soledad: mejorar la obra. Yo no lo creo así. Tengo varias razones para haber decidido aprender esperanto, pero si me piden que diga una sola de ellas, declamo este fragmento del poema:

Ho, kara mia,
jen povra testamento,
jen mia kredo,
espero kaj tormento:
mi kredas pri la
bonvolo de l’ homaro,
ke iam pasos
kruelo kaj amaro,
ke iam venos
la regno de l’ racio;
sed multaj larmoj
necesos antaŭ tio.

Luego digo: «Una lengua capaz de crear poesía como esta merece sin duda ser aprendida.» Ahora, solo he traducido el primer capítulo, y este fragmento pertenece al vigésimo quinto. Ya le tengo uno que otro borrador, pero nada definitivo.

El plan de la noche era recorrer el barrio histórico San Antonio, donde viven los gemelos. Allí vimos la pequeña iglesia de San Antonio, y vimos la ciudad desde lo alto. Nos recostamos sobre el césped a hablar de todo. (Llamé a Lina persistentemente, pero nunca me respondió.) Cuando solo los jóvenes quedamos, Iván dijo que tenía una baraja de póquer incompleta en casa; y yo conozco un juego para beber que se puede jugar con una baraja incompleta, ¿no? El juego de la vida y la muerte. Así que compramos dos botellas de aguardiente que duraron —y embriagaron— hasta las dos de la madrugada.

* * *

Cali-Bogotá, L 5 2012.

[…]

María, la novela que hizo famoso a Jorge Isaacs, está siendo traducida al esperanto por Andrés Turrisi; Juan y Mercedes presentaron el décimo quinto capítulo: por párrafos, ella leía la versión original en español, y luego él leía la traducción. Luis Jorge habló sobre la belleza del aparato fonador humano; ya hace tres años escuché esa conferencia, bella y entusiasta. Luis Felipe y Mayra tienen un perro, Sparkie, y le enseñan a seguir instrucciones en esperanto; Luis Felipe, causando sorpresa y gozo, hizo la demostración. El mismo mostró el borrador de un programa de computador que está haciendo, que produce crucigramas. Con el almuerzo en grupo acabó mi aventura de esta ocasión en el mundo del esperanto.

martes, 14 de febrero de 2012

Catorce

Es increíble cómo dejo borradores acumulados y publico textos escritos de un tirón. Pero la universidad me tenía ocupado, luego las vacaciones me tenían ocupado, las lecturas me mantienen ocupado, estoy saliendo con una chica que me mantiene ocupado… Sobre todo es pereza, y exceso de facilidad para la distracción.

Basta con leer el soneto que hay al final para tener el núcleo del artículo. La primera sección presume de una lectura que estoy haciendo, y la segunda profundiza algunas pistas sobre el soneto, y explica cómo llegué a él.

 

Esbozo del sueño de Borges

Debo presumir: estoy leyendo con juicio Gödel, Escher, Bach: an Eternal Golden Braid, el famoso libro de Douglas R. Hofstadter del que no se pude decir de qué habla porque habla de todo. Debo presumir aún más: aunque me doy cuenta de que es un libro difícil de leer, no me lo ha parecido tanto; requiere ciertos conocimientos básicos de matemática, música, lógica, computación, lingüística, literatura y otras tantas cosas; requiere un gusto, incluso una pasión, por los juegos de lenguaje y los prodigios estructurales de la naturaleza; es como si lo hubieran escrito para mí; siento que he sido criado para leerlo (sonaría más exacto en inglés: I think I have been raised to read it).

Por el lado editorial, he de decir que tengo la edición de Vintage Books en el original inglés publicada en Nueva York en 1980. Que la primera publicación fue hecha el año anterior por Basic Books, allá mismo. Que el libro ganó un premio Pulitzer. Y que tengo una edición en español de Tusquets Editores impresa en Barcelona en 1987 en traducción de Mario Usabiaga y Alejandro López Rousseau que consulto de vez en cuando. También hay que agregar que se trata de un libro intraducible.

En cuanto al contenido cometeré el pecado de decir pocas cosas. Cada uno de los veinte capítulos va precedido por un «diálogo entre Aquiles y la Tortuga»; ellos dos, y a veces más personajes, resultan envueltos en situaciones o conversaciones que van dando a entender el contenido filosófico del capítulo que viene; incluso, la forma misma del diálogo es a menudo reflejo de su contenido, como en el divertido Crab Canon, en el que hablan de una obra de Bach y una de Escher que son iguales cuando se interpretan en sentido contrario; lo mismo sucede con el diálogo mismo. El autor confiesa que su intención es acercarse poco a poco a conceptos complejos que permitan describir al menos algunas características formales del pensamiento humano. Lo hace aprovechando los derroches de inteligencia en que consisten los trabajos de Gödel, Escher y Bach. El texto toca tantos temas que podría ser el primer esbozo del Libro Total con el que soñaba Borges.

Hay otro diálogo en el que forma un acróstico que es a su vez un acróstico. Hay otro en el que juega con los nombres de Bach y Cage, para mostrar unas relaciones musicales. Enfatizo en los juegos de palabras porque, como dije, lo de que estoy leyendo a Hofstadter es para presumir (y, desde luego, para recomendar: ¡leedlo!). En realidad quiero hablar es de unos juegos de lenguaje hechos por Edgar Allan Poe.

 

Superar la mala suerte

Me gustaría decir que no tengo nada de supersticioso, pero debo admitir que acostumbro confiar más en las personas que cumplen en la segunda mitad del año, o en mayo o en enero; es un prejuicio del que deseo deshacerme. En todo caso, me gusta jugar a que soy supersticioso: me visto de verde los viernes que van después de un jueves 12, no paso bajo escaleras, nunca abro un paraguas bajo techo y evito a toda costa el número que sigue al doce. Pero no es en serio, lo juro. Por ejemplo, me gustan mucho los gatos, y me encanta cuando me cruzo con alguno en la calle, sin importar el color.

Si el número que sigue al doce es de mala suerte, el que sigue es el que marca la superación de la mala suerte. Me encanta el número 14, por lo bonito que suena en español, porque suena a buena suerte, porque es el número de versos de un soneto. Sí, por eso último. Poe, un tipo que prefería cruzarse con gatos negros, escribió una vez un soneto que parecía no tener mayor sentido:
An Enigma
"Seldom we find," says Solomon Don Dunce,
"Half an idea in the profoundest sonnet.
Through all the flimsy things we see at once
As easily as through a Naples bonnet-
Trash of all trash!- how can a lady don it?
Yet heavier far than your Petrarchan stuff-
Owl-downy nonsense that the faintest puff
Twirls into trunk-paper the while you con it."
And, veritably, Sol is right enough.
The general tuckermanities are arrant
Bubbles- ephemeral and so transparent-
But this is, now- you may depend upon it-
Stable, opaque, immortal- all by dint
Of the dear names that he concealed within 't.
En realidad, el único verso que importa realmente es el último. Pero todos los versos tienen una parte indispensable. Poe jugó el mismo truco en otra ocasión, usando veinte versos agrupados en cuartetas consonantes del tipo ABAB: era una carta de San Valentín, que se celebra hoy en los países en los que se celebra. No dijo para quién era, pero lo dijo.

Yo me copié, como siempre; tengo la pasión por los juegos de lenguaje avivada por el texto de Hofstadter. Sin referencia alguna al pop sueco, escribí un soneto endecasílabo bajo la clásica forma ABBA-CDDC-EFG-EFG, que titulé Enigma de San Valentín. El texto no parece tener mucho sentido, y puede llegar a sonar poco armonioso, pero la estructura es perfecta a fuerza de sinéresis y sinalefas, y me jacto de haber logrado el truco.

 

Enigma de San Valentín

Medita Edgar Poe en su recinto;
calibra las palabras, las provoca,
para un par de poesías donde invoca
aquí al Rey Salomón, en otra a Pinto.
Buscadlas y encontrad el truco oculto
que un Allan dedicaba a dos amadas.
Mirad el descender de las cascadas:
decir que caen recto es un insulto.
La cuenta junta sílabas: son once
las letras al sumar los apellidos,
que dicen: «renacido de los muertos».
Enigma, un prodigio escrito en bronce,
y Valentín habrán de ser leídos.
«¡Es ella!», vociferan los expertos.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Prólogo para una historia en la montaña

Esto lo publico como una promesa. La grabación ya está hecha y ya comencé a transcribir. Se trata del prólogo a un cuento que soñé. Y no le voy a hacer más prólogo a un prólogo.


Es evidente que en este cuento, basado en un sueño tenido el 3 de agosto de 2011 en algún lapso entre las dos y las cinco de la mañana, hay influencia de muchas historias que he seguido recientemente. Específicamente he logrado identificar: El Señor de las moscas de William Golding; el tercer capítulo de Lie to Me; el cuento La isla de Proteo de Stanley G. Weinbaum; el famoso retrato de Ernest Hemingway; los white walkers y otros escenarios de la serie Game of Thrones; los adelantos del capítulo de CSI New York que se estrena la semana correspondiente a la fecha referida arriba; la película El club de la pelea; escenas de la película La loba de las S.S.; la reciente afición de mi hermano Manuel por la serie de películas Saw; la película Wanted y sobre todo lo leído a su respecto; varios sueños anteriores, todos de hace bastante tiempo pero releídos o vueltos a escuchar en grabación hace poco, o similares a los leídos y escuchados: aquel en el que de repente los seres humanos podemos, todos, volar (transcrito en otro documento); el de la mujer blanca que se salva de morir en la guerra porque hace pasar a un niño negro por su hijo y luego lo cría en las montañas (transcrito en otro documento); aquel de ciudades pequeñas en una montaña, una de las cuales es sagrada y habitada y custodiada por amerindios del norte; varios más que se desarrollan volando o corriendo o buceando o cayendo entre valles y montañas y ríos (hermosos y emocionantes todos). Estas y otras referencias han contribuido a construir tanto la trama, tan perfectamente entretejida, como los escenarios, tan hermosos.
También destaco el hecho de que el sueño fue lo suficientemente lúcido para permitirme la consciencia de que se trataba de un sueño y lo suficientemente opaco para permitirme intervenir únicamente con el esfuerzo de voluntad para que concluyera por sí solo. En cuanto desperté, cerca de las cinco, lamenté que Ligia, mi grabadora de voz, tuviera las baterías descargadas, y no tardé en pedirle a mi mamá que me prestara la suya con actitud afanosa y emocionada.
A pesar de que el sueño, cuando sucedió, parecía tener todas las piezas encajadas, me he visto en la necesidad de cambiar unas cuantas relaciones entre personajes, y añadir unos cuantos sucesos (pequeños y explicativos, como el reporte del sobrino de Horacio o la función del diamante) y unos diálogos que explican por medio de los culpables del misterio que envuelve la historia lo que en el sueño entendí atando cabos.
Horacio Escarte es un nombre que le puse después al personaje que lo lleva; en la versión del sueño llevaba un nombre en inglés que fui incapaz de recordar. Lo sucedido en casa de Horacio con respecto a la televisión no es relevante para el cuento; es más, no estoy seguro siquiera de si sucedió en ese momento o en un sueño inmediatamente anterior. Lo incluyo, en todo caso, para ponerle un poco más de morbo al relato. También la aparición del nombre de Cristóbal Colón es irrelevante, pero me pareció una curiosidad mencionable, y quería conservar todo lo posible y consecuente del sueño original.
El cuento está dividido en cinco secciones y podría bien terminar en cuanto termina la cuarta; hecho así, el final es más escueto, abrupto, misterioso, incluso abierto. Sin embargo, en el sueño, aunque sentí que ahí sucedía el desenlace crucial, hubo escenas adicionales; la quinta sección las contiene en una especie de final alternativo (que no es tanto alternativo como definitivo, porque sucede cronológicamente después de la cuarta sección y concluye más cosas) que trae una abrupción de otra naturaleza y unas breves tramas de más. El lector, si así lo desea, puede llegar hasta la cuarta sección y jamás leer lo que sigue, o leerlo tiempo después. En rigor, el lector, si así lo desea, puede no leer más a partir de ahora. Yo lo invito a seguir.

miércoles, 22 de junio de 2011

La asunción del ateísmo

La última sección es el núcleo de este artículo: presenta mi postura respecto de la existencia de Dios; en ella digo por qué digo que soy ateo. La primera sección es perfectamente omisible; es, como suelen ser mis primeras secciones, una presentación de algo que no tiene relación alguna con el tema central pero de alguna forma converge a él; en este caso, presento a un vecino (como rescatando la idea original de los weblogs). Luego vienen dos secciones que presentan unos apartados interesantes sobre teología, epistemología y lógica matemática, y dan sustento a la parte fundamental.

 

Un hombre tardíamente curioso

Vivo en un noveno piso, en un apartamento 802, y el vecino del 801, cuyo número de cédula tiene cinco dígitos, es un hombre curioso que de vez en cuando me invita a almorzar al centro para charlar de cosas varias. Me da la impresión de que su curiosidad empezó muy tarde. Es abogado. No tiene una pizca de elegancia para comer. Considero de buen augurio cuando sus calcetines juegan con su pantalón. Se deja crecer el pelo de un lado para peinárselo hacia el otro sobre la calva. Es religiosamente ateo: de la misma forma en que mi abuela repite frases evangélicas y tiene el alma llena de fervor cristiano, así él repite consignas marxistas y tiene los bolsillos llenos de apuntes contra Dios. (He de aclarar: no es marxista, ni nada parecido.) Cada vez que estamos charlando juntos con él, mi padre y yo nos miramos con picardía, preguntándonos cómo es que fue profesor universitario durante tantos años.

Hace preguntas de esas de las que la educación superior te inhibe cuando joven, porque si nadie las ha respondido luego de tantos años y tantos libros, un par de sujetos corrientes como mi padre y yo no podrán responderlas en una hora de visita, así haya más de cinco mil libros alrededor. Cosas como: «Y bueno, ¿cómo es esa vaina de los átomos? ¿Eso qué es?» Comprensivo como ateo sin dogma y paciente como maestro de toda la vida, mi padre se toma el tiempo de contarle lo que sabe sobre el tema, siempre con las respectivas referencias históricas y construcciones intelectuales. Saca un par de libros, lee unos fragmentos, hace memoria…

También gusta de preguntar por opiniones personales: «¿Qué piensas tú de la cosa esa de los curas pederastas?» Escucha atento lo que se le dice, pero siempre, en medio de la respuesta, como si jamás la hubiera esperado de verdad, aprovecha alguna idea mencionada para inquirir sobre otro tema. Entonces hay que decidir si continuar con la respuesta truncada y arriesgarse a que se acumulen más preguntas, o abandonar el discurso interrumpido (sobre el que, tal vez, volverá a preguntar luego) y atender el nuevo cuestionamiento. Varios amigos de la familia han sido víctimas de sus entrevistas, cuya forma pueril nos saca sonrisas, y nos entrena para las clases que vendrán.

Si no estoy equivocado, fue él quien un día formuló una pregunta cuya larga respuesta es resumida en la siguiente sección. Si no fue él, espero no haber perdido mi tiempo presentándolo; en todo caso, creo que resulta un personaje divertido.

 

La prueba de Dios

No recuerdo cuál fue exactamente la pregunta, pero la respuesta llevaba a contar la historia de la búsqueda de la prueba de la existencia de Dios (es en momentos como este cuando deseo que el español tenga caso genitivo). Hágale usted a mi padre cualquier pregunta sobre historia de la filosofía, y desde presócrates hasta el siglo XX va enlazando teoría tras teoría, paradigma tras paradigma, con todo detalle.

El primer momento de la historia de la búsqueda de… (eso) es, desde luego, la prueba de Aristóteles por medio de la Causa Primera. Una cosa prácticamente indiscutible, si no se percibe la petición de principio, que fue afianzada más tarde por Santo Tomás de Aquino. La cosa es sencilla: todo lo que se mueve, se mueve porque algo lo mueve. Pero no puede ser que haya una cadena infinita de causas motoras; necesariamente hay una que se mueve por sí misma y da el primer empuje a las cadenas. A esa cosa que se mueve sola la llamamos Dios. No sobra recordar que para Aristóteles el significado de movimiento va más allá de un asunto espacial.

También está la prueba de San Anselmo de Canterbury. Después de definir a Dios como «aquello mayor que lo cual nada puede pensarse», supone que exista sólo en el pensamiento y no en la realidad. Pero una cosa que existe en el pensamiento y en la realidad es claramente mayor que una que solo existe en el pensamiento, luego Dios, como solo pensamiento, no sería «aquello mayor que lo cual nada puede pensarse», y por lo tanto también existe en la realidad. No es difícil ver los problemas formales de definición que tiene esta prueba.

Luego viene la prueba de Descartes, hermosa pero llena de críticas. Intento dudar de todo lo que pueda y descubro que, puesto que dudo, no puedo dudar de mí mismo. Luego yo existo, al menos como una cosa que piensa. Para existir necesito provenir de algo mayor o igual que yo y que cualquier individuo que yo pueda llegar a ser. Si puedo llegar a ser sumamente bueno, o tener todas las cualidades en grado muy alto, aquello de lo que provengo ha de tener todas las cualidades en un grado más alto todavía, uno máximo, infinito. A esa cosa que acoge todas las cualidades en su máxima expresión, y que existe porque yo existo y pienso y cambio, la llamo Dios.

Hay varias otras. (Y a pesar de estos hermosos argumentos para afirmar que Dios existe, la gente utiliza la Biblia. Sí, es un gran texto, pero apoyo el trino de Alberto Montt: "Querer demostrar la existencia de Dios citando la Biblia es como probar la de Supermán con un cómic.")

 

Actos de fe

En todo caso, ninguna de esas pruebas me convence. Sobre todo porque, saliendo de los discursos teológicos, hay otros textos que se han metido con mis convicciones sobre lo existente. Y más que sobre las convicciones mismas, se han metido con la forma de esas convicciones.

Durante el primer semestre de 2010 tuve bastante relación con la epistemología de la ciencia. Por un lado, inscribí un curso llamado Epistemología de las Ciencias Naturales. Por otro, fui monitor de un curso llamado Metodología de la Investigación I, que en su primera parte trataba el tema. Y por otros lados me llegó más información. Luego de Bacon y Descartes venían Berkeley y Hume. En suma, sus discursos me hicieron rondar la idea de que nunca podemos estar seguros de cuál es la “verdadera realidad”. Y respecto de esto hay un cuento muy bonito, Las gafas de Pigamalión, escrito por un señor gringo Stanley con el insensato y sibarita apellido Weinbaum (árbol de vino).

Y si el discurso filosófico no es suficiente; si los textos de Berkeley, Hume y otros resultan demasiado etéreos en términos de rigor lingüístico, no os preocupéis: existe la prueba formal. Un señor llamado Kurt Gödel, que tenía una creatividad tan grande e impactante como los labios de Carlos Ariel Sánchez, demostró matemáticamente lo que se puede resumir en esta frase: Toda teoría es un acto de fe.

En realidad, la cosa es un poco más complicada, pero no mucho. Si un sistema puede “entender” los números naturales (0, 1, 2, 3,…), entonces existe algo que ese sistema no puede probar ni refutar. Más interesante todavía: si tal sistema es consistente, es decir, si no se contradice, entonces no puede probar su propia consistencia; no puede probar que no se contradice. Lo que nos deja con el sinsabor de desconocer si la teoría con la que estamos trabajando se contradice o no: si no lo hace, no podemos verificarlo. Y, por supuesto, si podemos verificarlo, entonces sí se contradice.

En el párrafo anterior podemos entender sistema de muchas formas: como teoría científica, como corriente filosófica, como ideología e, incluso, como religión. El caso es que pueda en ella entenderse el conjunto de los números naturales. O sea que es cosa de fe creer si Dios existe o no (toda religión comporta cronología, luego entiende los números naturales). Pero lo es también creer en el big bang, o en la química cuántica. O en cualquier ideología política, como es ben sabido.

 

La asunción

En resumen, considero que cualquier creencia religiosa es indemostrable: eso es lo que se llama agnosticismo, y yo, en rigor, vengo siendo agnóstico. Entonces se me presentan tres opciones: a) dejar así, como un agnóstico en todo el sentido de la palabra; b) asumir que Dios existe y vivir en concordancia con ello, o c) asumir que Dios no existe y vivir en concordancia con ello. Son tres las razones principales por las cuales me siento más cómodo con la tercera opción, y digo que soy ateo:

1. Esta es la razón más débil de todas, porque personajes como Stalin y Mao son grandes contraargumentos. Además, es la más clichesuda y señoritera de todas las justificaciones para el ateísmo. Se trata, cómo no, de la cantidad de guerras, masacres, desastres y persecuciones debidas al fanatismo religioso de muchos. Lo de siempre: las cruzadas, la inquisición, el terrorismo de Al Qaeda…

A esto le añado el hecho de que Dios, de existir, sería un tipo de lo más cruel e injusto, como lo muestran la pobreza y el hambre de más de un montón de gente. Son razones como las que aduce el señor Dross, que a punta de fanatismo ateo ha ganado seguidores, y detractores, cómo no. Pero Dross falla en su tesis: dice que tales actos prueban la inexistencia de Dios. Y eso no tiene sentido.

2. Hay decisiones grandes que se toman para, con base en ellas, tomar decisiones futuras. Yo decidí que las buenas decisiones de esa clase son las que permiten liberar a las decisiones futuras de la mayor cantidad posible de condicionamientos. Y, claro, si decido que no hay un juez supremo que sopese mis acciones, entonces soy más libre de decidir.

3. Supongamos que tomara la opción b y asumiera que Dios sí existe. Entonces, tendría que escoger cuál es el dios que existe: ¿b1) Alá, b2) Yahvé, b3) Baal? ¿Por qué sólo uno? ¿Por qué no dos, tres, siete, b4) el panteón griego, b5) el escandinavo? ¿Por qué no b6) el animismo, y que cada cosa existente sea un dios? Ante esta ramificación infinita prefiero no complicarme. Para asumir un dios hay que decidir cuál. Negarlos a todos es más práctico. Y la historia de cada uno de ellos me parece tan rebuscada como la de cualquier otro. ¿O qué es menos fantástico, un tipo que hace diluvios y castiga con plagas e infanticidio masivo, o uno que lanza rayos y castiga con cargar una piedra eternamente? (El segundo es, al menos, más pedagógico.)

Entiendo que otras personas se sientan más cómodas asumiendo que existe algún dios, para sentirse protegidas, acompañadas o por algún otro motivo. Yo, que conservo otros amigos imaginarios y tengo varios reales, no siento esa necesidad.

En todo caso, hay muchas religiones y creencias ateas, como el budismo, tan puro, o la ciencia, tan contradictoria. Entre ellas también hay que elegir alguna. Que me incline por la segunda puede ser un simple asunto de moda (!).

 

Bibliografía

  • Santo TOMÁS de Aquino. Suma contra los gentiles. Editorial Porrúa S. A. México D. F., 1991. Traducción por Carlos Ignacio González, S. J.
  • San ANSELMO. Proslogión. Ediciones Orbis S. A. Buenos Aires, 1984. Traducción del latín por Manuel Fuentes Benot.
  • DESCARTES, René. Discurso del método. Grupo Editorial Norma. Bogotá, 1992. Traducción del latín por Jorge Aurelio Díaz A.
  • HUME, David. Investigación sobre el entendimiento humano. Grupo Editorial Norma. Bogotá, 1995. Traducción del inglés por Magdalena Holguín.
  • (No logro precisar el texto de Berkeley. Creo que es el Tratado sobre los principios del entendimiento humano. De hecho, parece la única opción. Pero, insisto, no logro precisarlo, ni lo voy a releer a estas alturas del artículo.)

martes, 10 de mayo de 2011

Rareza de rarezas

Las tiendas

Cierto jueves (8 de julio de 2010, lo recuerdo bien) iba yo caminando hacia el centro de Bogotá, subiendo por la avenida calle 19. A la altura de la carrera 15 ó 16, encontré el almacén más extraño que he visto: no vendían nada. Sin embargo, estaba abierto, exhibido, como si esperara la llegada de cualquier cliente; y era grande, bastante grande. Sucedió de esta forma: Iba yo, desde luego, de occidente a oriente, y de repente vi a mi derecha una fachada de portones de vidrio, puertas corredizas abiertas, tras la cual se veía un mostrador; era uno de esos mostradores de tienda cuyo diseño favorece confusiones: vidrio por ambos lados, cerrado al frente, puertecillas deslizantes atrás y el diálogo:

—Yo quiero de estas galletas.

—¿De cuáles?

—Éstas, las que están aquí —el cliente las indica golpeando con un dedo el vidrio que de ellas lo separa. Entonces el vendedor se ve en un dilema. Si se asoma por encima del mostrador para intentar ver qué galletas golpea el cliente, va a parecer una persona tosca y de mal gusto; pero si no se asoma e intenta adivinar por el sonido, o por la distribución, o por el tipo de vibraciones que se producen en el escaparate, muy probablemente tendrá que hacer varios intentos, mostrándose como un desconocedor de su negocio. Al fin resuelve:

—¿Cómo se llaman?

—Ay, no sé, la etiqueta está del otro lado —«¡Carajo!», piensa el vendedor. Y de alguna forma termina resolviéndose el problema.

—¿Éstas?

—No, más a la derecha… Ay, perdón, a la izquierda… Sí, ésas. Gracias.

Este mostrador que vi escapaba de esos problemas. Estaba vacío. Me extrañé, pero noté que el almacén era más grande; entonces observé la siguiente vitrina. También estaba vacía. Enfoqué, para ahorrarme pasos, un plano general. El almacén era realmente grande, y tenía, ordenadas en filitas y columnas en toda su extensión, con pasillos intermedios para el tránsito, por lo menos unas cuarenta vitrinas de diversas formas y colores. ¡Pero todas estaban vacías! Es la tienda más rara que he visto…

Y mi hermana menor me cuenta que una vez vio otra tienda en la que no vendían nada. Había un montón de maniquíes, todos desnudos. Algo pasa con el comercio en este país…

El libro

Y si estas dos tercas tiendas no son suficientemente extrañas, veamos qué sucede con esta otra anécdota, que ya no tiene que ver conmigo ni con mi familia. Tiene que ver, digamos, con las bocas de los tuáregs (un pueblo nómada africano, según Google); y si es incómodo en occidente que las musulmanas tengan que taparse la cara, he aquí la contraparte:
«397. Los tuáregs (…) consideran tabú la boca, pero solo la de los hombres. De ahí el velo, el litham, que éstos llevan siempre delante de la boca y que no se quitan ni aun para comer en presencia de su esposa.»
¿Y qué tal esta inverosimilitud, que muestra que además de estancar a la física por siglos, muchas otras cosas se pueden lograr con el solo renombre?:
«1108. Aristóteles, uno de los grandes sabios que han existido, afirmaba que la mosca doméstica común tiene cuatro patas. Este hecho, de por sí, carece de importancia, pero la afirmación de Aristóteles fue repitiéndose libro tras libro hasta mediados del siglo pasado [s. XVIII], a pesar de lo fácil que es para cualquiera comprobar que dicha mosca tiene seis patas.»
Un día, organizando libros en la sala, más específicamente la sección de diccionarios, mi padre me mostró un libro del que yo nunca me había percatado: el Diccionario ilustrado de Rarezas, Inverosimilitudes y Curiosidades (DRIC), que es, en sí mismo, toda una rareza, una inverosimilitud y, sobre todo, toda una curiosidad.

Ese mismo día lo ojeé divertido un rato. Desde entonces, lo saco y lo miro de vez en cuando. Sobre todo cuando quiero buscar algo corto e interesante para este artículo, que está en proyecto desde hace mucho tiempo. Ahora mismo lo tengo abierto sobre el escritorio, y tras la infructuosa búsqueda de un colofón, me dispongo a dar sus referencias:

La recopilación de datos, su organización y su redacción en estilo decimonónico tardío fueron labor de Vicente Vega. Debajo de “Editorial Gustavo Gili, S. A.”, pone “Barcelona (15) - Rosellón, 87-89” (la dirección, adivino), y más abajo, “MCMLXII”; así de viejo será el libro que está fechado en números romanos. Esta que tengo es la segunda edición, cuya portada presento:

DRIC portada

Las anécdotas

En un curioso orden alfabético, las anécdotas están organizadas según el tema del que tratan, y van numeradas de corrido, desde 1 hasta 3208; aquellas que provienen de otra publicación están acompañadas de la respectiva referencia (a veces más larga que la anécdota misma). Por ejemplo, la de los tuáregs está en el apartado Boca, y la de Aristóteles en Error. Y digo que es un orden curioso porque la primera pudo bien haber estado en Censura como la segunda en Mosca, y acabo de corroborar que ambos apartados existen. En Censura aparecen contradicciones como ésta:
«602. No obstante que Méhul habíase convertido en el músico oficial de la Revolución francesa, le fue prohibida su ópera Mélidore et Phrosine, que tiene por tema un incesto, alegando que el texto «no era de tendencia netamente republicana», que «la palabra libertad no aparecía ni una sola vez». Acto seguido el sagrado vocablo fue insertado a intervalos en el texto, los censores se calmaron, la obra fue estrenada y la cabeza de Méhul quedó a salvo.»
Y en Mosca, desgracias como ésta:
«1970. (…) a 15 de septiembre de 1956 (…) en la prueba Marathon de los Juegos Olímpicos, celebrada en Coventry, la esperanza británica para dicha prueba, Ron Clark, en una carrera en ruta, se tragó una mosca. Esto le hizo detenerse algún tiempo, siendo rebasado por Basil Heathley, que así consiguió clasificarse el primero. Clark llegó a la meta 53 segundos después del vencedor.»
Obsérvese el anticuado uso del gerundio en “siendo rebasado”; en un texto actual eso se considera chocante, de mal gusto, incluso incorrecto. Voy a poner unas cortas.

Esta no me la creo. En Cerdo: «611. Todos los cerdos que hay actualmente en América son los descendientes de ocho cochinos que Cristóbal Colón llevó al nuevo mundo, sin duda compadecido al observar que los indígenas desconocían el jamón…»

La del año de mi luz, por dármelas de egocéntrico. En Muerte (pena de): «1989. La última ejecución pública en Inglaterra fue el 28 de marzo de 1866.»

La del fin del mundo, en Museos: «2012. En todos los museos de Nueva York es gratuita la entrada.»

Una por encima del tres mil, en Vals: «3131. Ante la loca pasión de la sociedad vienesa por el vals, un edicto imperial, publicado el 18 de marzo de 1785, prohibió en la Corte esta clase de baile.»

Y una al azar, escogida por medio de la opción Página aleatoria de Wikipedia; me llevó al artículo Isla Gezira, y del apartado Isla traigo esta curiosidad: «1666. A lo largo de la costa escocesa de Fife, hacia Kirkcaldy, se halla la estación balnearia de Burntisland, cuyo nombre significa «isla quemada», y que no tiene nada de quemada, ni es una isla.»

La promesa

No puedo, desde luego, copiar acá todas las entradas del DRIC —ni tendría sentido—. Pero sí puedo prometer que a cualquiera que pida una curiosidad sobre algún tema (o la egocéntrica de la fecha de nacimiento, ¿por qué no?) se la serviré con prontitud y con criterio de escogencia. Es decir, voy a leer todas las que coincidan con la solicitud, a ver cuál me parece a mí más interesante (si no le gusta, pida otra, cómo no). Nomás ponga usted el comentario allí abajito.

En la parte final hay tres índices: uno de “voces y materias”, en el que se busca por temas, y que no se limita a los apartados alfabéticos; uno “patronímico”, en el que se pueden buscar las anécdotas relacionadas con personajes famosos (de la época, claro, y anteriores), y uno de ilustraciones, para ver dibujitos y fotografías ligadas a las anécdotas, como éstas:

DRIC ilustración

También prometo, y eso es de siempre, que sois bienvenidos a Tequia a leer. Declaro permanentemente aquí y en todas partes y a todo el mundo, desde que tengo consciencia del tamaño de la biblioteca, en que esto es público mientras los libros se mantengan adentro.

Y a propósito de Libros, ¿sabíais que «1756. En la India se escribieron libros enteros en hojas de palmera. Las cortaban por igual, y para unirlas se servían de un hilo. Los cantos los doraban o los pintaban, resultando un hermoso libro, aunque hay que reconocer que se parecía más a unos visillos que a un libro de los actuales.»? De esos no tengo acá.